Image: Por los pasos de Rayuela

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Teatro

Por los pasos de Rayuela

La Casa de América dramatiza los textos de Cortazar

24 enero, 2001 01:00

Inma Isla, Raúl Marcos y Paulo Sciutto en Un país llamado Julio

Suena jazz y es Cortázar, hay mate y es La Maga, peces entre las palabras y surge Rayuela. Escena Contemporánea abre mañana su programación en la Casa de América con Un país llamado Julio, un montaje dirigido por Mario Vedoya y coordinado por José Sanchis Sinisterra, en el que concurren los textos, los personajes y las atmósferas del escritor argentino.

Julio Cortázar está vivo. Lo dicen la reedición de algunos de sus libros más importantes, la reciente publicación de sus cartas y el sorprendente interés con el que las nuevas generaciones se enfrentan a la obra de un escritor poliédrico. Una prueba de ello es el montaje que esta semana podrá verse -desde mañana hasta el sábado- en la Casa de América de Madrid bajo el título Un país llamado Julio.

La obra, que abre la programación de Escena Contemporánea, recorrerá las lujosas y misteriosas dependencias de la institución madrileña durante algo más de una hora para culminar en su anfiteatro, donde los quince actores que componen la compañía interpretarán textos de Rayuela.

Devoción a Cortázar


El dramaturgo José Sanchis Sinisterra ha coordinado la labor de un equipo integrado por el director argentino Mario Vedoya, Carlos Rod, encargado de la dramatización de los textos, y los actores Inma Isla, Raúl Marcos, Concha Milla, Paulo Sciutto, Joaquín Tejada y Natalia Velasco, entre otros. El montaje y el equipo que lo forma nace en el laboratorio de dramaturgia actoral de la sala Mirador, un punto de partida que tiene en la devoción a Cortázar su principal motor de arranque. Sinisterra recuerda el maratón dedicado a Cortázar en la Casa Elizalde de Barcelona y sus dramatizaciones sobre otros autores como Borges, Beckett, Kafka o Sábato para justificar esta incursión en la obra del autor de Las armas secretas, Un tal Lucas o Historias de Cronopios y Famas. "Cortázar es una devoción eterna -apunta Sanchis Sinisterra-, una pasión que me dura de antiguo y que he intentado reflejar con esta idea. La selección de los textos ha sido uno de los momentos más estimulantes porque se ha realizado de forma colectiva, entre todo el equipo y entre la vasta obra de Cortázar. En cierto sentido ha sido un poco frustrante porque nos hemos encontrado con tanto material que hemos tenido que dejar fuera muchas cosas. Los textos políticos, el Cortázar más comprometido, se ha quedado un poco al margen". Quien tiene mucho que decir al respecto es el autor de las dramaturgias, Carlos Rod, responsable de la adaptación de los textos a la realidad escénica. "Ha sido complicado en el sentido de que había que estudiar el espacio, las particularidades de una obra que, en su mayor parte, es itinerante. Tengo que decir que algunos textos estaban al borde del teatro porque la voz de Cortázar es muy potente y sus palabras tienen un montón de matices. He buscado el cómo y el qué en los rincones de la Casa de América, los espacios ‘interesquiciales’ del propio Cortázar".

Juego y erotismo

Si no ha podido estar el Cortázar más comprometido sí queda de manifiesto el más lúdico, el escritor ante el juego y el erotismo, el intelectual ante la música, ante el jazz y ante figuras como Charlie Parker. Añade Rod: "Hemos hecho una criba importante, podría decirse que ha sido una selección natural. Finalmente, han surgido poemas de La hoguera donde arde una y fragmento de Historia de Cronopios y Famas..."

Pero es al director del montaje, al argentino Mario Vedoya, a quien más parece seducirle la vida propia que surge en Rayuela y su antecedente más inmediato, el relato El Perseguidor. Los diálogos entre Horacio Oliveira y La Maga han regresado de su adolescencia para irrumpir en su interpretación de la obra. Y para ello ha escogido lugares como la capilla bizantina: "Trabajar en la Casa de América ha sido como volver a esculpir una escultura. Hemos generado distintos niveles de recepción para un público de ochenta personas (el aforo que hemos pensado) y meterlos en la atmósfera de Cortázar, un Cortázar surrealista y humorístico que queda representado por la voz en off y la música". Finalmente, Vedoya destaca la riqueza de matices de un lenguaje "creado" desde la variedad de procedencias de sus intérpretes. Argentina, Colombia, Ecuador y España son los "acentos" de Un país llamado Julio.