Image: Horizonte Azul basura

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Teatro

Horizonte Azul basura

Demonios y espantapájaros en La Triángulo

14 febrero, 2001 01:00

La compañía Teatro Fuck Toria lleva a la sala Triángulo, desde mañana y hasta el próximo domingo, una propuesta "con clara intención educativa y evolutiva", según su director Raúl Pere. Educar al público es su tarea y hacer evolucionar la anquilosada máquina teatral, hasta colocarla a la altura del arte, su desafío. Demonios y espantapájaros nos conduce a través de la mirada inocente de un personaje que nace por segunda vez, al aparecer una mañana en un estercolero, sin recordar cómo ha llegado ahí ni qué es lo que le rodea. Este hombre irá introduciéndose de nuevo en la sociedad y el espectador le acompañará en su peregrinaje hacia la deshumanización. "A partir del despertar de una persona sin saber nada de sí mismo y del mundo, se desarrollan facetas de la sociedad que ni él ni nosotros entendemos", añade Pere.

Azul, el personaje central, es una metáfora de la transformación que sufre el hombre inmerso en la sociedad, que va perdiendo su inocencia original y se convierte en un autómata víctima de las normas sociales. "Representa el cielo, su pureza, aunque es un hombre parece más un niño, que no conoce nada y por lo tanto le sorprende todo. Pero él también se verá enturbiado por lo que le rodea", precisa el director. La compañía sigue en su línea humorística, aunque el director afirma que no se trata de una comedia. "Hemos definido el espectáculo como una tragedia moderna, con gran influencia del esperpento de Valle-Inclán, llevándolo al extremo porque nuestra sociedad es aún más grotesca, donde el público ríe porque deformamos los personajes a través de los ojos de Azul ".

Una entelequia femenina

La historia se mueve en torno a dos planos, por una parte Azul y el mundo de la droga, de la mendicidad, y por otra Azul y Ella: "Ella es su mujer. En la obra no se sabe si es real, si es un recuerdo o algo que pasó o pasará", dice Maite Marín, ayudante de dirección.

Las relaciones humanas y el poder son los ejes centrales de esta historia que, con toda la intención, está llena de ambigöedad. El compromiso de la compañía es no hacer un teatro fácil, denunciar lo que no les gusta de la sociedad y obligar al público a pensar sobre ello. "El público es un elemento fundamental, trabajamos para ellos, para intentar transmitirles algo y, a través de sus reacciones, mejorar nosotros" manifiesta Raúl Pere. Marín matiza que "no tenemos una intención moralista".

En la puesta en escena se juega a mezclar realidad y fantasía, los actores van todos cubiertos con máscaras, grotescas, influenciadas por el artista alemán Thomas Schötte y sus instalaciones, excepto Azul, que va descubierto. Marín comenta que "la gestualidad es fundamental en este montaje, el trabajo de máscaras se basa principalmente en ello. No queda claro en ningún momento qué es realidad y qué ficción. ¿Azul o las máscaras?".
Sobre el texto original de Juan Ignacio Manterola, el dramaturgo de la compañía, se han realizado algunas variaciones siempre respetando la construcción inicial. Teatro Fuck Toria presenta así una historia universal, que nos habla a todos porque, según Pere, "todos somos demonios y espantapájaros, marionetas que no queremos mirar esa parte perversa de nosotros mismos, guiñoles de la sociedad que, como Azul, no comprendemos nuestra realidad, y quizá sea mejor no comprenderla".