Image: El fin del mundo llega al teatro Alfil

Image: El fin del mundo llega al teatro Alfil

Teatro

El fin del mundo llega al teatro Alfil

14 marzo, 2001 01:00

La última producción del Teatro Alfil, El fin del mundo, lleva el sello del director Luis Lázaro, que vuelve a las tablas tras cuatro años de ausencia. Desde hoy se podrán ver en escena a tres peculiares monjitas que intentarán salvar nuestras almas a través de la música y del humor. Los pecados capitales de la sociedad están a punto de ser expiados.

El Teatro Alfil estrena hoy un proyecto de producción propia que, según Luis Lázaro, su director y autor, "se encuentra a medio camino entre el teatro independiente o alternativo y el comercial". El fin del mundo, subtitulado juguete sacramental y catequesis nocturna, ha sido definido por Lázaro como "el primer cabaret religioso", surgido a raíz del cambio de milenio, el nuevo orden internacional y otros "apocalípticos acontecimientos" que obligan a la evolución del género. ésta no es la primera colaboración de Lázaro con el Alfil. Su Trilogía del Culebrón Portátil, realizada en la década de los noventa, mereció el aplauso del público y de la crítica y animó a sala y autor a trabajar de nuevo juntos.

Se trata de un montaje que va más allá de la sátira religiosa, utilizando a tres monjitas de la apócrifa Orden de las Esclavas de la última Hora como vehículo de denuncia social. "Estas tres monjas -dice el director- son como la conciencia global, pero al mismo tiempo son unas listillas que intentan sacar bocado de todo: cantan y bailan, hablan del fin del mundo analizando todos nuestros pecados e intentando evitar la llegada del Archienemigo, el mismísimo Satanás, que amenaza con atravesar la Puerta del Infierno, situada en el propio teatro. Pero también recaudan dinero".

Este "juguete sacramental" hace un guiño a Calderón al presentar el teatro como el Mundo que tiene sus horas contadas si no somos capaces de apelar a la bondad de nuestras almas inmortales. Pero lejos de toda influencia, su autor habla de un homenaje "a la película South Park, por el mensaje de libertad que trasmite. Como yo, mantiene que la suciedad no está en las palabras sino en la mente de las personas que interpretan mal esas palabras", así como un "semihomenaje" al medio televisivo en el que tanto se ha movido Lázaro: "La televisión es la manifestación del pecado más profano, yendo contra la ética y la dignidad de las personas a través de una manipulación más que evidente".

El tono cómico del espectáculo permite al autor hablar de los pecados presentes y futuros, de los pecados capitales de nuestro tiempo: racismo, falta de libertad, ausencia de esperanza... obteniendo una "medio sonrisa" como reacción: "El público -afirma Lázaro- sonríe ante lo que ve y sale de la sala preguntándose por qué ha sonreído. Ese es el objetivo: la denuncia social a través de la comicidad".

El juego escénico de las tres actrices está articulado con la finalidad de provocar, pero su director sostiene que está alejado de la blasfemia: "No soy religioso, pero sí respetuoso con las creencias de los demás. Es cierto que una de las monjas tiene un pasado un tanto irregular pero la obra no pretende ofender a nadie, lo que sí pretende es provocar sensaciones".

El humor, los giros y las distintas alusiones de El fin del mundo son, según su director, no aptos para todos los públicos. "La colaboración del público -los fieles- será fundamental a la hora de detener el avance del Archienemigo. Y para comprender todo lo que se muestra y dice en escena es necesaria una previa formación cultural".

Adiós a la marginalidad

Lázaro afirma que con montajes como este se abren nuevos caminos al teatro madrileño, que parece empezar a desvincularse de un público eminentemente adolescente: "El teatro catalán -comenta el director- nos ha enseñado mucho y parece que ya vamos abandonando la idea de marginalidad que suponía ‘lo alternativo’. Ahora tenemos algo más que ofrecer a un público más amplio, existe mayor creatividad y el resultado principal será una mejora en la calidad de los espectáculos".

De esta perspectiva vital, de renovación del género cabaret y del teatro alternativo en general, surge el planteamiento de un futuro que, según Luis Lázaro, "será puramente vocacional. El dinero tiene una trascendencia mínima, por lo escaso que es, y eso asegura que los que estamos en esto lo hacemos movidos por amor al arte".