Así que pasen los años

En la historia las cosas pasan varias veces, pero nunca pasan de la misma manera. Y al cambiar las cosas, cambian también los conceptos y con éstos lo que cambia es la vida. Incluso la vida del teatro, espejo que debiera ser siempre de los hombres y de los sucesos de una época. Eso ha sido y es, aunque cada vez con menos frecuencia, el devenir del teatro. Por eso, hablar de teatro universitario en el año 2001 no es lo mismo que hablar de teatro universitario hace 40 años.

El teatro de Universidad fue vivero de profesionales que en este último medio siglo ha nutrido fecundamente la escena española. El teatro universitario no era uniforme y cada núcleo o centro donde se hacía, imprimía su carácter ideológico o estético propio de sus impulsores. En algunos casos se producía la desconfianza del pensamiento oficial y la censura actuaba; pero en líneas generales el teatro universitario era un complicado sistema de equilibrios y un espacio de libertad, a la sombra de su reducida onda expansiva y su carácter intelectual de influencia limitada en la sociedad. Sin estar, pues, en la contestación social desaforada ni en la experimentación de vanguardia que supusieron, por ejemplo, los teatros de cámara y ensayo, el teatro universitario acotaba un terreno lo bastante libre para ser el germen del teatro independiente.

Todas estas consideraciones yo creo que no son aplicables al teatro universitario de hoy que se mueve, preferentemente, en dos vertientes: la aficionada y la didáctica e investigadora propiciada por algunas cátedras, laboratorios o aulas. La primera, la lúdica, es un movimiento espontáneo, voluntarista pero muy libre e imaginativo de sorprendentes resultados en ocasiones. Generalmente estos grupos no aspiran a la profesionalidad y, aunque los asesoren profesionales jóvenes y rompedores, el teatro es un divertimento que enriquece su cultura y su currículum. Son muy pocos los que sacrifican un futuro de ingenieros, arquitectos, informáticos o abogados, por un incierto porvenir en el sufrido mundo del teatro. Lo más positivo que estos grupos ofrecen a la sociedad y a la comunidad universitaria, lo cual no es poco, es la difusión y la extensión del teatro; y, en consecuencia, la formación de un público renovador que hoy llena las salas alternativas y que será el futuro consumidor del teatro convencional sin olvidarse del de vanguardia. Es decir, lo que fue vivero de profesionales es en la actualidad un vivero de espectadores.

La otra parte, la de cátedra, aula con un grupo más o menos fijo, la académica si se quiere, parece imprescindible para la evolución, estudio y asentamiento del proceso escénico en la cultura española. Nombres tan significativos para el teatro como ángel Berenguer, César Oliva, Ricard Salvat, Toni Tordera y otros, dan fe de ello.