Image: Michael Piccoli

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Teatro

Michael Piccoli

“Desde la dirección descubres lo pequeño que es el trabajo del actor ”

11 abril, 2001 02:00

Es uno de los mejores actores europeos de teatro y cine, y su nombre es ya sinónimo de madurez y talento interpretativo. Piccoli vuelve a escena, y lo hace siguiendo los trazos de Pirandello y su obra I giganti della montagna, a partir de la cual el actor ha montado un espectáculo dirigido e interpretado por él mismo y que acaba de presentar en Sicilia. Con Piccoli-Pirandello, el artista, protagonista de decenas de obras teatrales y de más de un centenar de películas, vuelve a reencontrarse con el escenario y a examinarse de una asignatura que parece tenerle fascinado: la dirección. Piccoli, que acaba de recibir el Premio Europa para el Teatro que concede la Unión Europea, habla con EL CULTURAL de este montaje, de sus recuerdos junto a Buñuel o Hitchcock, de las tendencias teatrales que más le interesan, de sus próximos proyectos y... de su pasión por el baile.

Piccoli es uno de esos actores de agenda repleta y cita imposible al que sólo se le puede dar caza en algún hotel. De maneras afables, educación exquisita y humor "más español que francés", el actor y director de 75 años está viviendo uno de los mejores momentos de su carrera. Acaba de recibir el premio Europa para el Teatro que en ediciones anteriores recibieron Peter Brook, Giorgio Strehler o Robert Wilson. Y para la ocasión, vuelve a los escenarios con Piccoli-Pirandello. El artista, que debutó en la escena con Don Juan y que ha protagonizado obras de Chejov, Shakespeare o Koltès, vuelve a subirse a las tablas como un alumno más al que, según dice, le queda mucho por aprender. Mientras estos días rueda junto al director portugués Manoel de Oliveira su última película, Piccoli hace memoria de su trabajo, y nombres como Malle, Godard o Buñuel comienzan a dar cuerpo a sus recuerdos.

-¿Qué se esconde debajo de un título tan dual como Piccoli-Pirandello?
-Una historia de juego, como casi debajo de todo lo que merece la pena. El juego es el elemento primordial de la vida. Por supuesto también de la mía.

-¿Por qué un autor como Pirandello y por qué esta obra?
-Piccoli-Pirandello tiene su origen en el Conservatorio del Teatro Nacional de París, donde representábamos esta obra con los alumnos de la escuela. Se trataba de un ejercicio porque la obra era siempre la misma, pero en cada representación contábamos con alumnos diferentes.

Ante un examen

»Le pedí al director de la escuela que me dejase hacer ese ejercicio, y el resultado fue algo divertido. Me quedé encantado. Entonces, el profesor me dijo: "ahora debes hacerlo solo". Así que aquí estoy solo en el escenario, como un alumno que se está examinando. Aunque no represento la obra completa, sólo un fragmento. Además, como Pirandello era siciliano...

-¿Qué le ofrece el autor siciliano al actor y director francés?
-Me brinda la posibilidad de hablar de teatro, del sueño del teatro, de la imaginación y del imaginario del teatro, y de esos fantasmas que son los actores.

-Y llegados a este punto de su carrera, ¿encontrarse con Pirandello es un reto o un premio?
-Un poco de todo. Es un reencuentro. Y un reto, porque no merece la pena trabajar en nada que no sea un reto. Y un premio, porque no hay reto que, una vez superado o incluso antes, mientras se trabaja en él, no nos proporcione algún tipo de recompensa.

-Pirandello luchó contra las convenciones de su tiempo a través de sus obras. ¿Usted persigue también esa misma lucha en su trabajo?
-Sí, por supuesto. En el trabajo que uno haga, sea el que sea, hay que trabajar siempre contra las convenciones. Y lo mismo en la vida. Hay que intentar descubrir cosas, hacer ejercicios, equivocarse, volver a comenzar. Es el único modo de mejorar. Es lo único que produce satisfacción, por lo menos en mi caso.

-Ha trabajado con los directores de cine y teatro más importantes. ¿Tiene la impresión de que lo ha alcanzado todo, o le quedan sueños que cumplir?
-No, no, siempre quedan sueños por cumplir. Si se tiene la suerte de que un sueño se cumpla, hay que inventarse otro inmediatamente. Nunca debe agotarse el entusiasmo.

Un constante juego

»Hay que jugar continuamente con la vida, con el trabajo, con las cosas que amamos, con el público... No dejar nunca de jugar. Si dejamos de hacerlo nos convertimos en muertos vivientes.

-Usted ha dicho que trabajar detrás de la cámara es "más alucinante que actuar". ¿Qué satisfacciones le da la dirección que no le da la interpretación en cine o en teatro?
-Ser actor de teatro ha sido mi primer trabajo, mientras que ser actor de cine, el segundo. Y ahora, el tercero, es la dirección. Y me quedaré ahí... El teatro me ha dado la compresión de lo que puede ser el imaginario de los escritores, mi imaginario, el de aquellos con quienes trabajo, y el imaginario del público. Es divertido saber que siempre está ahí el público, que comprende el trabajo que haces. O que no lo comprende...

-¿Es divertido que el público no comprenda el trabajo de uno?
-Oh, bueno, es algo con lo que hay que contar cuando uno hace cualquier trabajo, sobre todo si se trata de un trabajo arriesgado. Uno no debe ponerse ahí y decir: "Miren lo bueno que soy". Haces tu trabajo y el público decide, y eso es lo bueno.

-¿Es la dirección donde quiere ahora centrar su trabajo?
-Bueno, no sólo, también seguiré con mi trabajo como actor, desde luego. Cuando uno ve una película se fija en la historia y en los actores, pero cuando diriges te das cuenta de que el trabajo del actor es un trabajo muy pequeño; no participa en la elaboración del guión, ni en el montaje de los decorados, ni tiene que preocuparse por el aspecto financiero...

Como un aprendiz


-Ha trabajado con Buñuel, Malle, Godard, Hitchcock. ¿Qué aprendió con ellos, qué recuperaría de esa época y esos trabajos?
-No quiero recuperar nada. No, no. Guardo recuerdos maravillosos de esos días, y trabajar con esos directores me ha enriquecido muchísimo. Pero después he seguido mi camino, he cambiado. Me siento como su relevo, aunque también me siga considerando un aprendiz. Si no tuviera estos dos sentimientos no sería honesto acerca de mi trabajo.

-¿Qué recuerdos guarda de su trabajo con Buñuel?
-Buñuel era el hombre más exigente, el más riguroso, el más penetrante, el más humorístico, y a la vez el más simple. No se consideraba un artista.

-¿Trabajar con Berlanga le recordó de algún modo al director de Calanda?
-Berlanga y Buñuel no se pueden comparar, son muy diferentes. Lo único que tienen en común es su humor porque el humor español es inimitable, y muy diverso. Buñuel y Berlanga son del mismo país, pero no de la misma familia. Son dos hombres de una imaginación increíble, pero se trata de dos imaginarios muy diferentes.

-¿Cuál es actualmente su relación con el cine español?
-Es muy profunda. Sólo he trabajado con Buñuel y Berlanga, aunque quizás en el futuro lo haga con otros. Ojalá. Pero me encuentro muy cercano al humor español, que es profundo, agresivo. Realmente comulgo más con humor español que con el francés, tan ligero.

-¿Es usted un francés muy poco francés?
-No, soy un francés que ama los viajes... Pero no para ir a la Costa del Sol [risas]... sino a la España profunda, que es a donde lleva el viaje de Buñuel y Berlanga.

-¿Entre París y Tumbuctú, se queda con España?
-No... o sí. Pero es cierto que he viajado mucho por esa España profunda con el cine de Buñuel y Berlanga, así que de algún modo la conozco bien.

-Supongo que con su talento y fama no le resultará complicado encontrar papeles en teatro que le gusten. Aún así, ¿le resulta difícil encontrar trabajos interesantes?
-No, siempre encuentro cosas que me gustan. La imaginación de los autores es increíble.

-¿Tiene calidad lo que se escribe actualmente?
-Sí. Seguro, seguro. Es necesario buscar, claro, no todo es buenísimo, pero hay un nivel muy alto.

Pasión por el baile

-Y de lo que se hace actualmente en teatro, ¿qué es lo que más le interesa?
-Me interesa, sobre todo, el teatro de calle. También el ballet, la danza, todas esas otras formas de teatro. Me parece que actualmente el teatro no hablado es el más inventivo. Lástima que yo no sepa bailar...

-Nunca es tarde, ¿no?
-Bueno, me parece que para mí sí que es demasiado tarde como para aprender a bailar...

-Desde aquel Don Juan que fue su primer papel hasta este Piccoli-Pirandello, ¿cómo definiría la evolución de su carrera?
-He estado siempre en evolución, siempre cambiando, siempre recomenzando. Cada vez que comienzo un trabajo es como si volviera a empezar de nuevo. No he querido quedarme en Molière, o en Pirandello, o en Valle-Inclán...

-¿Cuáles son sus próximos proyectos?
-Terminar la película que estoy rodando, e ir a Cannes con ella. Es la nueva película de Manoel de Oliveira, Entrar en casa, una comedia, algo distinto en su obra. Oliveira es un modelo: a sus noventa y muchos años es el más joven de los directores actuales.