Image: El portazo de Ibsen

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Teatro

El portazo de Ibsen

MARÍA RUIZ LLEVA "CASA DE MUÑECAS" AL TEATRO MARSILLACHS

25 abril, 2001 02:00

El próximo sábado 28 llega al teatro Adolfo Marsillach, de San Sebastián de los Reyes, el montaje del dramaturgo Henrik Ibsen, Casa de Muñecas. Producciones Teatrales Contemporáneas y Teatro del Olivar conducen esta historia, ambientada en 1930, donde, a través de la lucha personal de una mujer, se pone en entredicho la autenticidad y validez de la moral de toda una sociedad

Con un portazo, el de Nora en la escena final de Casa de muñecas, Henrik Ibsen refleja el adiós a una vida basada en las apariencias y las convenciones. Ya en el siglo XX, este montaje está considerado como uno de los referentes más directos de la revolución que marcó el antes y el después en la concepción social que tradicionalmente se tenía de la mujer.

María Ruiz dirige este montaje de Producciones Teatrales Contemporáneas y Teatro del Olivar que podrá verse el próximo sábado 28 en el teatro Marsillach, y que cuenta con ángeles Martín, Pedro Casablanc, Manuel Morón, Lola Casamayor, Modesto Fernández y Ana Frau en el reparto. ángeles Martín da vida a Nora, la protagonista, de la que dice "no es una heroína al uso, sino una heroína muy humana, que no se deja manipular".

Para Martín, el tema principal de este espectáculo son las relaciones de poder entre las distintas clases: "en la obra lo que cada personaje hace está mal mirado por las otras clases". Será precisamente el conflicto moral en que se ve sumergida Nora, a causa del rechazo que su decisión produce en Torvald, su marido, lo que hace que no se sienta capacitada para educar a sus hijos.

La escenografía realista del texto original se ha respetado casi por completo. Ruiz matiza que "se han incorporado apuntes que no pertenecen a la obra y que, sin llegar al expresionismo, son bastante sintéticos".

Síntesis y metáfora

Por ejemplo los tres hijos de Nora y Torvald, elementos clave en la trama, se representan pintados en gasas y proyectados en una pantalla; en la primera escena Nora mira la gasa que muestra a la familia al completo y "entra a empezar el drama", en la última escena es la proyección de los hijos solos lo que Nora observa antes de marcharse. Martín añade que "la escenografía es un espacio muy abierto que contrasta con la falta de oxígeno que sufren los personajes. El escenario está lleno de alfombras de colores, una metáfora del arco iris de caracteres que pueblan la obra".

Ibsen comentaba que, en la sociedad del siglo XIX, la mujer no podía ser realmente ella misma, porque existían dos tipos de códigos: el masculino y el femenino. Así, Nora no sabe qué es lo justo o lo injusto, qué está bien y qué mal. Comete un delito por amor a Torvald, y ese secreto se convierte en su mayor orgullo. Siente que no es la muñeca por la que la toman. María Ruiz, explica que "Casa de muñecas, así como la nueva configuración social que simboliza, va más allá de la intención de las mujeres, representa a la sociedad al completo".

Lejos de juzgar a los personajes, Ruiz mantiene que "sólo mostramos su complejidad. La decisión de Nora no es tan positiva, los niños serán las víctimas de su abandono". Martín añade que "la gente piensa más en uno mismo que antes, pero esto no es síntoma de egoísmo, sino de buscar el crecimiento interior, saber quién eres". El optimismo de Ibsen queda patente en esa puerta abierta que deja Nora en la última escena. La directora afirma que "Nora vuelve. El portazo es a un estado de cosas, necesita un tiempo para encontrarse, pero no cierra la puerta del todo". Por otra parte la historia entre Kristine, amiga de la infancia de Nora, y Krogstad, el procurador portador del secreto que destruirá la falsa felicidad de la protagonista, arroja asimismo esperanza sobre estos dos personajes, que descubren en el otro lo que ambos buscan.

La verosimilitud es una de las virtudes principales de los personajes ibsenianos. El "imperio de la necesidad" es lo que les mueve a actuar y ésto consigue que no se produzca una separación brusca entre buenos y malos. Nora necesita que se produzca "el milagro" y al irse deja tras de si una incipiente esperanza. "Eso -añade Ruiz- confiere a Casa de Muñecas una vocación abierta al futuro. Afortunadamente".