Image: Carles Sans dirige la versión teatral de Familia, de Fernando León

Image: Carles Sans dirige la versión teatral de Familia, de Fernando León

Teatro

Carles Sans dirige la versión teatral de Familia, de Fernando León

Una familia de cine

11 julio, 2001 02:00


Normalmente es el cine el que se nutre de textos teatrales. ¿Pero qué sucede cuando se convierte un guión en material escénico? El director
Ernesto Caballero analiza para El Cultural la relación entre cine y teatro a propósito del estreno de Familia, que inaugura hoy, en el teatro Principal, la Feria de Teatro de San Sebastián. La obra está dirigida por el "tricicle" Carles Sans y protagonizada por José Luis Pellicena.

Son innumerables las películas, algunas de ellas míticas, como Casablanca, que tienen su origen en una obra teatral. A veces se trata de obras que alcanzaron gran éxito, y de ahí su paso a la pantalla; otras, como la mencionada Casablanca tuvieron una carrera mediocre en los escenarios, pero dieron lugar a excelentes películas. Desde el principio el cine se apresuró a apoderarse de cualquier historia que mereciera ser contada para formar su propio acervo: novelas, artículos de prensa, obras de teatro... fueron la materia prima de la que se nutrió, aparte, naturalmente, del talento de los escritores que trabajaron específicamente para ese medio. España no fue una excepción y desde el cine mudo hasta la actualidad, han sido numerosas las películas que han tomado su argumento de obras teatrales: Desde textos clásicos hasta las recientes adaptaciones de obras de Benet i Jornet, (Actrius, V. Pons) Sergi Belbel (Morir... o no, V. Pons) o Ignacio del Moral, (Bwana, I. Uribe, cuya puesta en escena tuve ocasión de dirigir antes de su paso a la pantalla) pasando por las obras de Jardiel, Muñoz Seca, Mihura, Paso, Buero, Sastre, Alonso de Santos, Fermín Cabal y otros muchos.

La camiseta de Brando

Con frecuencia, especialmente en el caso de obras de teatro y sus correspondientes películas americanas, la versión cinematográfica dio a conocer el texto teatral por todo el mundo, lo que provocó la puesta en escena de las obras originales a rebufo del éxito cinematográfico: Ninguna puesta en escena de Un Tranvía llamado deseo puede sustraerse a la influencia de la mítica cinta de Kazan, y el icono de Kovalsky-Brando en camiseta parece de obligatoria mímesis en todos los escenarios. (Aunque la camiseta en cuestión no aparezca por ningún lado en el texto de Williams). Recientemente se está produciendo un fenómeno que constituye un nuevo bucle en este tráfago de historias entre el escenario y la pantalla, y es que se estrenan obras basadas en películas cuyos guiones no han bebido de ninguna fuente teatral.

En nuestros teatros sigue vigente el éxito de El Verdugo, texto teatral escrito por Bernardo Sánchez, a partir del guión de Azcona. En este caso, la operación ha dado como resultado un hecho teatral de primer orden, un espectáculo y un texto que para nada son un simple trasvase de un medio a otro; estoy convencido de que el texto de El verdugo-obra teatral, de no haber existido el precedente del guión, habría constituido por sí mismo una de las obras dramáticas más destacadas de nuestro teatro contemporáneo. En cuanto a la puesta en escena, los recursos específicamente teatrales de la misma han logrado una obra autónoma plagada de aciertos escénicos, servidos por un reparto de excelentes actores, alejada de la siempre empobrecedora fórmula de "imitar la película".

La autonomía del teatro

Y es que en numerosas ocasiones resulta difícil sustraerse al peso del referente cinematográfico. Así por ejemplo, en el montaje teatral de Las amistades peligrosas que he dirigido recientemente, inevitablemente el fantasma de la memorable cinta se ha proyectado en el imaginario del espectador desde el primer momento de la representación, como si se tratara de una permanente escenificación virtual en simultaneidad con nuestro propio espectáculo.
En cuanto a Familia cabe decir que su idea original, tal como ha declarado alguna vez Fernando León, fue considerada en primera instancia como impulsora de un texto dramático; sin embargo, dada la condición de guionista del autor, se terminó decantando por un formato cinematográfico (sabia elección, por cierto: ¿qué habría sido del ingenioso texto si finalmente el autor hubiera optado por llevarlo al teatro? De haberse estrenado, ¿en qué condiciones se habría hecho? ¿Qué proyección habría tenido?).

A falta de haber visto el montaje, queda por saber qué grado de autonomía tendrá con respecto a la película. Sería deseable que, de igual manera que el teatro ha enriquecido al cine nutriendo su lenguaje y proporcionando historias, en esta ocasión sea el teatro el que se enriquezca con un material que, en esta ocasión, ha realizado un viaje a la inversa.