Image: Els Comediants invaden China

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Teatro

Els Comediants invaden China

El grupo catalán estrena Bi en Pekín el 26 de julio

18 julio, 2001 02:00

Contorsionistas de movimientos imposibles, animales míticos nacidos de los sueños, sombras chinescas y malabarismos irrepetibles. Els comediants rompe la muralla que separa Oriente de Occidente y asalta la capital china con Bi, un montaje lleno de poesía y magia. Junto a quince miembros de la Compañía Acrobática de China (de la región de Qiqihaer, en Manchuria) y varios actores y músicos de Els Comediants, Joan Font ha preparado un espectáculo festivo y mestizo donde se hermanan dos culturas milenarias. La fuerza mediterránea mezclada con la disciplina china se conjugan en este espectáculo que se estrena en el teatro Siglo XXI de Pekín, y que llegará al Festival de Perelada el próximo 23 de agosto para continuar una gira por España.

A Joan Font le encantan los rituales. Ya sea en torno a una mesa (Boccato di Cardinale), un reloj (25 días por 25 años), un texto clásico (Maravillas de Cervantes) o una partitura (La flauta mágica), el director de la compañía catalana acaba convirtiendo todos sus montajes en una fiesta dionisíaca que regala a los sentidos con magia e imágenes sorprendentes. A punto de cumplir los treinta años, la formación que lidera no sólo es una de las más antiguas de nuestro país. También han creado una estética identificable desde la primera escena. "Nuestro estilo se conoce y se reconoce, no lo encuentras en otros sitios -dice Joan Font-. Somos muy mediterráneos, y hemos conseguido crear un grupo pluralizado, lleno de posibilidades". Abanderados del teatro festivo, sus montajes -veintiocho títulos entre los que destacan 100 para el 2000, Antología o El libro de las bestias- convierten la calle en teatro y el teatro en un ágora. Pero el director marca distancias con compañías como La Fura dels Baus: " Su imagen es muy fuerte, se sirven mucho de la tecnología. Pero somos las dos caras de la misma moneda".

Lección de mestizaje

Deudor de las artes circenses -debutó con una compañía de payasos- Font rinde homenaje a sus orígenes y vuelve su mirada hacia el imperio del sol naciente en su último montaje. Bi (dos mundos, dos miradas) quiere ser una lección de mestizaje y un tributo a las artes acrobáticas. Pero sobre todo es la mirada de Font sobre un país "en endiablado crecimiento donde las grúas se mezclan con tradiciones ancestrales". Bi significa piedra mágica de jade. Pero también, según la raíz latina, significa "dos". Y de eso trata este montaje: "De dos mundos, dos miradas, dos lenguajes escénicos que se encuentran. Los payasos occidentales frente a los precisos acróbatas chinos. Nuestra locura frente a su férrea disciplina", comenta el director.

Dos payasos -Joan Montanyés "Monty" y Oriol Boixader-, una bailarina clown -Mariola Blanch- y cuatro músicos -Adriá Bauzó, Eugeni Gil, Gisele López y Carme Sánchez- viajan a la caótica China actual. El encuentro con el imaginario oriental da lugar a una confusión poética en el que la sombras chinescas dejan paso a los malabarismos de la Compañía Acrobática de China.

La carpa como fiesta

Quince jóvenes artistas de la remota ciudad manchú de Qiqihaer (a 40 kilómetros de Siberia) realizan contorsiones imposibles ante la mirada atónita de los payasos occidentales. El viaje comienza. Figuras míticas orientales cruzan la escena mientras los acróbatas ejecutan magistralmente sus ejercicios. "Este encuentro entre Oriente y Occidente muestra los distintos y los parecidos que somos. Nosotros nos dejamos llevar más por el placer de lo primario, ellos son muy rigurosos, -a las nueve de la mañana ya habían calentado y estaban listos para ensayar los números-. Pero nuestras tradiciones tienen en común la parte de sueño, de festivo, de amor por la calle", dice Font. La improvisación de la que gusta tanto la compañía se ve frenada por el idioma extranjero y la meticulosidad china en la que no hay sitio para el tanteo y el descarte. Con un presupuesto de casi cien millones de pesetas y tras el estreno en Pekín, el montaje iniciará el 23 de agosto en el Festival de Perelada una gira por España con parada en Madrid la próxima temporada. Así se podrá comprobar que Bi también es algo más que una propuesta estética. "En esta época de globalización el mestizaje cultural es imprescindible. Se trata de hacer un espectáculo lo más abierto posible, con una mirada poliédrica, y no de ser un conquistador".

La obra, estructurada en cinco actos, se desarrolla entre andamios que recuerdan a los mecanos, una estética que juega a combinar lo naïf con lo industrial. La elección de payasos y de acróbatas como representantes de ambas culturas tampoco es producto del azar. El Font que estudió dos años en la escuela de Jacques Lecqoc de París, que crearía en 1981 la Fira de Teatre de Tárrega y el auténtico alma mater de Els Comediants recuerda sus comienzos en el teatro. "Empecé trabajando como payaso, por eso me siento tan identificado con ellos. Siempre he querido recuperarlos porque introducen realidad y ficción. Ese es mi mundo y el mundo de Els Comediants, donde todo es fantasía, bombardeo de sonidos y de imágenes. Es el mismo lenguaje y eso es a lo que hay que volver. Mi trabajo recupera la sorpresa, la nostalgia, cierta inocencia, cosas que son necesarias en un mundo que vive rápido, donde la magia se diluye entre las prisas e internet. Parto de un punto de vista optimista: en el mundo hay mucha tristeza, por eso debemos recuperar la alegría".

Símbolo cultural

Bi es también el resultado del gran éxito que Font obtuvo en Port Aventura con el espectáculo El Sol de Oriente. En los numerosos viajes que tuvo que hacer a Pekín tomó contacto "con la cultura china y comencé una relación con su escuela de acróbatas. Son muy buenos con la contorsión, con el trapecio, con las bicicletas.... son fantásticos, y a su vez no se parecen en nada al Circo del Sol", comenta.

El encuentro entre estas dos culturas también le ha servido al director para constatar "la poca importancia que se le presta a las artes circenses en nuestro país, frente a lugares como China, donde ser acróbata significa entrar en un status de prestigio. El caso de la escuela de Qiqihaer es de los más significativos.

Fundada en 1952 y dirigida por el maestro Wang Yunlian, la escuela tiene unas instalaciones envidiables: teatro propio con capacidad para mil personas, instalaciones deportivas y residencia para los ochenta alumnos que consiguen ser admitidos. Las duras pruebas de acceso son el único freno a la increíble demanda de una actividad tan bien valorada. Especialmente desde el año 1949, con la creación de la República Popular China.
Su práctica se remonta a la dinastía Han, hace dos mil años. En aquella época los espectáculos acrobáticos también eran conocidos como los de "las cien habilidades". Los artistas pasaron de desarrollar sus habilidades exclusivamente en la corte- fue la época dorada de este arte-, a hacerlo en plazas y mercados, lo que convirtió a la acrobacia en un símbolo cultural que sigue teniendo gran fuerza y raigambre en la sociedad actual.