Image: Otra noche sin Godot

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Teatro

Otra noche sin Godot

14 noviembre, 2001 01:00

Dirección: Fermín Cabal. Intérpretes: Cia. Nuevo repertorio. Sala Mirador. Madrid

Esta nueva obra es un exponente de la pasión teatral que, desde hace años, alimenta Fermín Cabal: puro gozo del juego, de la fascinación por el teatro. El autor se ha apropiado de textos claves, los ha mezclado con los propios, ha bajado a la tierra a Dionisos y a Apolo -principios antagónicos- y emprende una demolición del teatro de hoy a base de exaltar el teatro de siempre: un sano ejercicio de higiene teatral. No sé si estos autores, Beckett sobre todo, Calderón, Shakespeare, Jarry, Valle, Lorca, Brook, etcétera son los iconos del universo de Cabal; pero su uso cuestiona tanto la irreflexiva veneración por lo antiguo como la impostura de la modernidad. Vladimiro y Estragón son los principales personajes de esta pieza y, en torno a ellos, giran Hamlet, Max Estrella, Blanche Dubois, Marat, Don Juan Tenorio ... Alguien podrá encontrar en ese sistema de satélites en torno a Beckett, cierta simbología exaltadora de la centralidad beckettiana. No sería una suposición descabellada; sería incluso una suposición razonable. El hecho es que Fermín Cabal maneja esa intertextualidad, dependiente, expresa y pública, con desparpajo y sentido iconoclasta; con el mismo gozoso desparpajo que muestra la veintena de jóvenes intérpretes de la compañía Nuevo Repertorio: se divierten, juegan y a la vez divierten a un público que se debate entre el escepticismo y la esperanza.

LA CONFESIóN

Dirección: Walter Manfré. Intérpretes: Cia. Madrid-Sur. Círculo Bellas Artes

La liturgia religiosa fascina a mucha gente de teatro. Hay una manifestación litúrgica ornamental y externa y otra, menos espectacular, que va a la radicalidad de los conflictos del ser humano. La penitencia, o confesión, pertenece a este lado subterráneo del conflicto; o sea, al mundo del personaje, del hombre, y no de las formas. Naturalmente, si las distintas confesiones que componen esta ceremonia fuesen reales, estaríamos ante el mismísimo sacramento de la penitencia; es decir, no sería teatro. Por eso, 20 dramaturgos han escrito textos que relatan un "pecado" juzgado por un confesor ocasional y distinto. La esencia, pues, de La confesión es la conversión de todos y cada uno de los 20 espectadores en actores: la abolición de las barreras entre el teatro y quienes lo contemplan.