Image: Simplemente un actor

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Teatro

Simplemente un actor

Pepe Rubianes convierte su monólogo en un fenómeno escénico

12 diciembre, 2001 01:00

Pepe Rubianes. Foto: José García Poveda

Pepe Rubianes es un extraordinario caso teatral, el de un actor de monólogos que sin embargo tiene una soberbia compañía formada ya por 500.000 espectadores. Hace reír al público a mandíbula batiente, o si lo dijera él, "éste se lo pasa de puta madre". En Madrid actuó el pasado año con dos únicas funciones en el Alfil. Lleno total. Y en el Capitol de Barcelona es así todos los días, desde hace cinco años consecutivos. Hoy vuelve.

En Simplemente Rubianes el actor se lo monta sin parafernalia teatral, vestido de negro. Es un actor metido a humorista, como le clasificó su antecesor en su estirpe Miguel Gila: "En esta época que nos ha tocado vivir, en la que se cree humorista cualquier contador de chistes, no es fácil encontrar a alguien que tenga las cualidades de ser actor y manejar el humor a través del monólogo con la altura y el nivel que lo hace Rubianes. (...) Les puedo asegurar que si hay un arte difícil y laborioso es el de salir a un escenario sin más elementos que la palabra y el manejo de la expresión para conseguir llegar a lo más hondo del espectador".

Su estilo es bastante incorrecto, pelín bestia. Habla muy deprisa y no para. Tampoco su cara y sus brazos descansan nunca, prueba de que tiene una sólida técnica de mimo en la que apoyarse. Hila unas historias con otras mediante conexiones sorprendentes pero que suenan de lo más natural.

Empieza hablando de su abuelo, emigrante en Cuba y protagonista de increíbles hazañas que han marcado la saga de los Rubianes, como ésa en la que se le hincharon los huevos o aquélla otra en la que acabó fusilado porque en vez de luchar en la trinchera se iba a ligar con las mulatas. Continúa con la política, que mezcla con la religión. Jordi Pujol, por ejemplo, es un señor al que todo el mundo respeta, tanto o incluso más que a Dios. Queda claro que no le gustan las derechas, es un rojo declarado, y en cambio sí le van los chistes sobre sexo. De Aznar le preocupa su bigote y la cara que dice que parece y de sus ministros dice cosas del estilo "a eso no le presto yo mayor oreja". Por supuesto, tampoco salva al Papa y ni siquiera a la monarquía, que menuda tunda recibe. Y con lo que se queda bien descansado es con el santísimo sacramento del matrimonio, en el que demuestra ser un maestro de la hipérbole.

Público variopinto
El público se entrega al primer gesto suyo. él lo conoce bien, como explica en la segunda parte del espectáculo: "tengo seguidores fieles, que han visto todos mis espectáculos; adeptos compulsivos, que necesitan una dosis cada cierto tiempo; recomendados ajenos porque a su mujer les encanto; visionarios repentinos que han visto la cola del teatro y han entrado; recién resucitados que van por prescripción médica para superar el trauma de la separación; lúcidos casuales de los que ‘pasaba por aquí y..’; y devotos varios". La gente sale feliz del teatro, siente que las 3000 pesetas de la entrada han sido bien gastadas.

La estructura del espectáculo cambia según estén lo ánimos de su protagonista. Lo ha interpretado tantas veces, 800 funciones en el Capitol y 300 de bolos, que podría pensarse en el aburrimiento o el cansancio del actor. Pero no, dice que ama al público por encima de todas las cosas y la prueba es que ahora vuelve por sexta temporada consecutiva.Con este cumplirá 21 años en la escena en solitario. Antes estuvo en Dagoll Dagom y después en Els Joglars, dos compañías forjadores de grandes actores. Pero luego optó por la soledad, aunque no parece que sea un tipo solitario, todo lo contrario. Pero en el escenario se basta y se sobra. Así lleva ya ocho espectáculos en los que su maestría y su humor han ido a más. Y éste le sale tan redondo que se resiste a crear uno nuevo.