Image: La escena menuda crece

Image: La escena menuda crece

Teatro

La escena menuda crece

El teatro infantil resurge con fuerza en las carteleras con la llegada de la Navidad

26 diciembre, 2001 01:00

La compañía Uróc en una escena de clown Quijote de la Mancha

Pese a que se programa durante todo el año, el teatro infantil y juvenil acapara todo el protagonismo de las carteleras teatrales con la llegada de las fiestas de Navidad. Cada vez son más las compañías que se especializan en montajes para el público infantil y juvenil. Cuatro de las formaciones más consolidadas del panorama - Uróc, Markeliñe, Libélula o los Titiriteros de Binéfar- reflexionan sobre el boom que vive este sector, su calidad y los tópicos que lo lastran.

No cuenta con la ayuda de Harry Potter para ganarse al público más joven en dos horas de película o más de doscientas páginas de un libro. A cambio, el teatro infantil cuenta con casi 800 compañías que se dedican en cuerpo y alma a conquistar al público menudo en nuestro país. Con la llegada de las navidades el teatro infantil acapara anualmente el protagonismo, aunque esto no significa que durante el resto del año permanezca inerte. De hecho, es uno de los sectores teatrales que mueve más dinero y público en España y de los pocos que suele llenar los aforos al completo. En él hay cabida para géneros tan distintos como los títeres, el teatro de calle, la pantomima, etc.

Prestigiosos espacios


Más de 150.000 espectadores acuden anualmente en Madrid por temporada a ver montajes para niños, además de contar con numerosas salas especializadas en todo el territorio español: San Pol en Madrid, Arbolé en Zaragoza, Escalante en Valencia o el Jove Teatre Regina en Barcelona son sólo algunos ejemplos. Además de la incorporación de montajes para todos los públicos a prestigiosos espacios como el Teatro de la Zarzuela, el Palacio de Euskalduna o la Abadía de Madrid, que festivales como el de Almagro lo incluyan en su programación o que la SGAE realice lecturas dramatizadas para este público son síntomas de que algo está cambiando.

Julio Michel, director de la compañía La Libélula -una de las más sólidas del panorama con más de 25 años y que trabaja exclusivamente con títeres- confirma la buena salud que vive la escena más joven. "Estamos atravesando un excelente momento, el mejor de los últimos lustros, aunque todavía queda mucho por hacer". La cantidad de compañías que orientan sus trabajos a este sector y el nivel de calidad de los mismos han contribuido a que las propuestas para un público tan determinado, y hasta hace poco tan desatendido, gane terreno. "Hace años -comenta Michel- eran muy pocos los grupos que trabajaban con tanto rigor, y ahora la balanza se inclina hacia la mayor calidad", dice Michel desde la experiencia que le da ser organizador de Titirimundi, renombrado certamen de títeres.

Uno de los caballos de batalla del teatro infantil y juvenil ha sido el escaso prestigio que ha tenido dentro y fuera de la profesión. "Los teatros públicos le dedican escasísima atención", subraya Michel, que presenta mañana en el teatro Bretón de Logroño El paladín de Francia.

Prejuicios y complejos

Desde la profesión se denuncia que existan espacios privados que programen sin criterio teatro infantil como una mera forma de rentabilizar la sala, ya que muchas veces el lleno absoluto está asegurado con estos montajes. Pero los prejuicios no existen sólo entre los programadores. Dentro de las propias compañías se da una especie de "complejo" por dedicarse a un género considerado erróneamente como menor. Olga Margallo, que lleva seis años dentro de la compañía Uróc creando montajes para niños, reconoce que "no está bien valorado dentro de nuestra profesión y eso se nota desde los cachés, que son los más bajos, hasta el hecho de ocultar que el trabajo que haces está orientado al público infantil, como si estuviera desprestigiado".

¿Cuál es la explicación para esta falta de reconocimiento? Margallo -que presentará el montaje La familia Solfa en el gran desconcierto el próximo 3 de enero en Galapagar- apunta una solución tajante: "Los niños no votan. No son importantes para la estructura del poder porque no suman votos. Dentro de la profesión ven el teatro para la infancia como algo de verbena". La compañía vasca Markeliñe que ganó el premio Max al mejor espectáculo infantil del 2000 con La vuelta al mundo en 80 cajas-que se presentará en el palacio de Euskalduna del 2 al 5 de enero- lleva 17 años intentando romper los tópicos que lastran este teatro. Sus propuestas subrayan la parte visual, siendo el gesto más importante que la palabra. "Se han hecho muchos montajes ñoños, con un punto ‘payasil’ que menosprecia la inteligencia del público -comenta Joserra Martínez, uno de sus integrantes-. Muchas compañías principiantes han hecho su incursión en este campo pensando que es algo fácil, que se monta con poco dinero y menos ideas, y que además se vende bien. En España nos queda mucho por hacer, a pesar de que los niveles son cada vez más altos. En el extranjero este trabajo está mucho más prestigiado ".

El límite no está en la edad

Los Titiriteros de Binéfar, en Huesca, llevan 26 años recorriendo calles y espacios cerrados con sus títeres y realizando una labor de recuperación del folclore popular. Paco Paricio, uno de sus fundadores, cree que el nivel de los textos infantiles es bueno aunque queda mucho por hacer. "Hay que apoyar a la autoría juvenil porque permanece en la sombra. Muchos colegios llenan salas donde se exhiben adaptaciones de Lope o Lorca, y en ocasiones no es más que un señuelo para atraer al público". Autores contemporáneos como Alonso de Santos, Alfonso Sastre, Fermín Cabal o Eduardo Galán -que acaba de estrenar La Cenicienta en la sala San Pol- han contribuido con sus obras a mantener ese buen nivel de la escritura dramática para niños.