Image: Piedra de escándalo

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Teatro

Piedra de escándalo

Álex Rigola estrena el 14 de marzo en Madrid Ubú Rey

13 marzo, 2002 01:00

Alumnos de la Abadía durante un ensayo. Foto: Mercedes Rodríguez

Uno de los textos teatrales más procaces ha caído en manos de uno de los directores más prometedores de la escena española, álex Rigola. El resultado de esta combinación es el Ubú Rey que se estrena en La Abadía, un montaje atrevido que refleja en el escenario los vicios y perversiones del alma humana.

Tiene 32 años, nueve montajes a sus espaldas como director y adaptador de textos de Mamet, Kafka y Dresser, y el reconocimiento de premios como el de la Asociación de Directores de España para jóvenes directores, el Premio de la Crítica de Barcelona y el Premio Butaca. Pero sobre todo el nombre de álex Rigola se ha empezado a tomar muy en serio desde la dos temporadas pasadas: con sus cuatro últimos montajes ha entrado por la puerta grande de templos sagrados como el Grec, donde estrenó Titus Andronicus de Shakespeare, el TNC con Las variaciones Goldberg de Tabori, el Romea con el Woyzeck de Böchner, y el Lliure, donde estrenó a finales de año Suzuki I y II, de Alexei Shipenko.

Conquistado ya el público catalán, su llegada a La Abadía le pone a prueba ante el público madrileño. La elección de Ubú Rey de Alfred Jarry para este desembarco es arriesgada, porque se represente como se represente, el Ubú es un dragón que escupe fuego contra las mentes bienpensantes. Es un texto duro, procaz y de una violencia incontenida sobre las debilidades del hombre. Rigola ha elegido este texto no por su calidad dramática, sino por la dureza de sus conclusiones. "Dramáticamente hablando es de los peores textos que se han escrito, pero es que su fuerza radica en su contenido, que es donde se halla el principal motor del teatro. Reúne lo mejor y lo peor, y eso da mucho juego". El director se pone al frente de un reparto joven salido del centro de formación de La Abadía para desplegar en esta obra "todo mi armamento como director -comenta-. Esencialidad, contemporaneidad y riesgo son las características de mi teatro".

Sexo e irreverencia
Si el estreno del Ubú Rey fue un escándalo por la dosis de transgresión que se escondía en los comportamientos de Madre Ubú y Padre Ubú -que llegan a ser reyes de Polonia mediante la violencia-, este montaje contiene la misma irreverencia, adaptada a los tiempos modernos. Pero Rigola, que firma también la dramaturgia no cree que "la gente inteligente se vaya a rasgar las vestiduras porque se llamen a las cosas por su nombre". Por si acaso, avisados están los espectadores: el sexo, el lenguaje grotesco y la procacidad son inherentes a "esta lectura actualizada en el que todos nos vamos a reconocer: todos llevamos un poco de Madre Ubú y de Padre Ubú dentro", comenta el director. Rigola deja clara su intención al recurrir a un texto clásico: "No se trata de reinventar sino de adaptar una obra que tiene una fuerza escandalosamente actual".


"Mierdra"
Cuando a finales del siglo XIX en el Teatre L’Oeuvre resonó ese extraño "merdre" con que empieza Ubú Rey, era algo más que una expresión soez. Alfred Jarry, un hombre que apenas vivió 34 años, acababa de dinamitar los supuestos más convencionales del teatro burgués. Y no sólo, o no tanto por la descarada escatología que tan zafio personaje como Padre Ubú introducía en el escenario; no sólo por el desorden del sexo o por la crítica contra el poder y la ambición. Ese mierdra no era un desahogo circunstancial y pasajero. Era un exabrupto fundacional destinado a permanecer y a ser piedra de escándalo por los siglos de los siglos. En efecto, puede que hoy Alfred Jarry, elucidado, asimilado y aceptado en buena medida por el academicismo de todas las vanguardias siga siendo el germen de la mejor y más corrosiva capacidad creadora de un nuevo teatro.

Cualquier análisis desapasionado de la obra de Jarry, limitado incluso al Ubú Rey, esperpento que se completaría no sin ciertas contradicciones con Ubú encadenado, no podría negarle a Jarry una naturaleza germinal que todavía perdura. El efecto expansivo de ese vulgar y cotidiano mierdra, reforzado arbitrariamente con la introducción de esa R procaz entre la D y la A, ha tenido efectos devastadores. Los torpes fantoches de Padre Ubú y Madre Ubú, grotescos Macbeth de un mundo estrafalariamente shakesperiano, siguen poblando un universo de fantasmas. Sobre estos fantasmas se siguen alzando no sólo prefiguraciones de corte surrealista sino también la raíz esencial del absurdo.

Javier VILLáN