Image: Lluís Pasqual

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Teatro

Lluís Pasqual

“El Lliure se ha abierto en pésimas condiciones”

22 mayo, 2002 02:00

Lluís Pasqual pasea por su barrio de la Ribera de Barcelona. Foto: Quique García

Desde su dimisión hace dos años como codirector del Teatre Lliure de Barcelona y del fracaso de su proyecto de la Ciutat del Teatre, Lluís Pasqual ha estado ausente de los escenarios españoles. En esta entrevista no se muerde la lengua y critica el acuerdo alcanzado por el nuevo Lliure con las administraciones públicas porque no asegura su estabilidad. También habla de los proyectos que ahora le ocupan y los que están por venir: estrenará en el verano Edipo XXI y en la próxima temporada Mariana Pineda, así como dos óperas y una zarzuela.

Lluís Pasqual (Reus, 1951) pertenece a ese grupo de directores que entienden el teatro como el arte del actor. Por eso, una de las garantías de los espectáculos que dirige son los repartos. Para el próximo que prepara cuenta con el argentino Alfredo Alcón, considerado por Pasqual como el mejor actor en lengua castellana. Protagonizará Edipo XXI, la tragedia con la que iba a inaugurar el nuevo Lliure de Barcelona, el Teatre Fabiá Puigserver de Montjuic, estreno que finalmente se truncó. A Alcón le acompaña un nómina de actores también excepcionales: Vicky Peña, Rafael Castejón y Carlos álvarez-Novoa, entre otros.
A pocos días de comenzar los ensayos y contento por el galardón que le acaban de conceder -el Premio Cultura de Teatro de la Comunidad de Madrid dotado con 18.000 euros- Pasqual conversa con El Cultural sobre el nuevo Lliure, del que critica el escaso presupuesto con el que cuenta. El teatro dispone para este año de 1.090 millones de pesetas (6.626.506 euros), de los que 650 (3.915.662 euros) son aportados por las administraciones mientras el 45 % restante se ha comprometido a generarlos con patrocinios y taquilla.

-Esta temporada no hemos visto nada suyo. Creo que desde 1999, cuando estrenó Esperando a Godot, no ha presentado nada. ¿Se ha dado un respiro?
-Quizá no he presentado nada en Madrid, pero he dirigido en Buenos Aires La Tempestad y con anterioridad hice en Barcelona, en el Lliure de Gracia, El jardín de los cerezos. Llevo preparando desde hace tiempo el proyecto de Edipo XXI y, además, ensayo con Sara Baras una coreografía sobre Mariana Pineda, con música de Manolo Sanlúcar. También he hecho algo que cada vez me piden más: cursos para actores que he impartido en Tokio, Roma y Colombia. Además he estado preparando un proyecto de laboratorio teatral, que empezará su actividad con este Edipo XXI. Lo que ocurre es que se hace mucho teatro y cada vez es más difícil saber lo que se quiere contar.

-Donde su ausencia ha sido más notoria es en el nuevo Lliure. Y eso que este año han querido congregar en la programación a gran parte de la profesión catalana. ¿A qué se debe esta ausencia?
-No es ningún secreto que yo tenía que inaugurar el nuevo Lliure con Edipo, pero que no se pudo hacer por el retraso de la firma del contrato-programa entre el teatro y las administraciones que lo sostienen. Además, yo hice un proyecto -La Ciutat del Teatre- que incluía al teatro Lliure y en la que esbozaba una posible línea artística a desarrollar y que fue aceptado públicamente por el alcalde de Barcelona. Pero luego se ha hecho todo lo contrario. Así que no podía ser incoherente con lo que yo he defendido.

Protagonismo de los políticos
-¿Es decir, que el proyecto Ciutat del Teatre se ha caído definitivamente?
-Ya renuncié públicamente.Yo proponía una estructura de gestión de las tres instituciones que lo integraban (Lliure, Mercat de les Flors e Institut del Teatre) en la que los profesionales tenían un mayor protagonismo que los políticos. Finalmente, no ha sido así y creo que es un desperdicio no hacer una acción conjunta. Y digo esto desde una actitud estrictamente profesional.

-Para cerrar el contrato programa que asegurara su financiación ¿tuvo el Lliure que renunciar a su protagonismo en los órganos de decisión?
-No se trata de protagonismo ni de peso. El nuevo Lliure se abrió en pésimas condiciones económicas. En un teatro pequeño como el de Gracia eso se puede soslayar pero todas las administraciones que tienen teatros, saben lo que cuestan. Sería farisaico decir lo contrario. Así que cuando no hay presupuesto en un teatro, como es el caso, esa presión siempre acaba soportándola el equipo artístico. Y eso es un error grave del teatro, además de ser profundamente injusto.

-El Lliure no es un teatro público, sino una fundación privada sostenida con fondos públicos pero con absoluta autonomía para tomar sus decisiones.
-No, el Lliure es un teatro público pero no al estilo de los teatros nacionales, que dependen de una sola administración. Aquí convergen tres administraciones que, por otra parte, es natural que observen un control rígido y exijan una gran transparencia económica. Claro que hay autonomía para tomar decisiones pero ¿de qué sirve la autonomía si no tiene medios para producir? El problema surge del equívoco de que lo artístico y lo económico se pueden separar y eso no es verdad.

Excepción en Europa
- ¿Qué futuro le augura al nuevo teatro? ¿Cree que podrá generar suficientes ingresos como para financiar la parte del presupuesto a la que se ha comprometido?
-No lo sé, estoy muy alejado. Y sería una excepción en Europa que pudiera autofinanciarse.

-¿Seguirá alejado del Lliure la próxima temporada?
-La próxima temporada va a ser mi año musical. Tengo comprometidas dos óperas y una zarzuela. Voy a dirigir Peter Grimes para el Liceo y Le Comte Ory, en Pesaro. Y además, otra producción para el Teatro de la Zarzuela.

-En la última década es muy habitual ver a directores de teatro dirigiendo óperas.
-En mi caso ya empiezan a ser tres décadas. La música me reconforta. Es otro oficio aunque parezca el mismo. En realidad, cuando dirijo ópera me siento ayudante de dirección del compositor. Mi función es reinterpretar esa música.

-También se ha lanzado a dirigir danza. Con Sara Baras será su segunda incursión en el baile.
-Estuve muchos años resistiéndome a ello porque el flamenco me gusta mucho pero creo que hay que tomar distancia y, luego, hay que tocarlo con guantes para que no se manche. Además, cuando dirijo ballet y me proponen una solución dramática, la rechazo. Quiero que bailen, me gusta irme con ellos a las funciones, ver cómo evolucionan, el contacto es permanente. A esto yo le llamo el impuesto revolucionario que pago por algo que me gusta mucho pero que afortunadamente tiene poco que ver con el teatro.

-Hablemos de Edipo XXI, que creo está siendo un montaje accidentado.
-Al espectáculo le ocurre lo que al personaje de Edipo. Primero lo iba a hacer en el Lliure y no salió. Luego, en Buenos Aires, donde llegamos a montar el decorado pero estalló la crisis argentina y no pudimos seguir adelante. Y ahora espero estrenarlo en el Grec de Barcelona, para después viajar a Mérida...

Sólo el poeta y el intérprete
-¿De quién es la versión? ¿qué pretende contarnos?
-La versión es mía y he barajado los textos de Sófocles de Edipo Rey y Edipo en Colono. Luego he integrado un fragmento de Antígona y otro de Jean Genet extraído de Cuatro horas en Shatila, un artículo escrito por el autor tras visitar los campos de Sabra y Shatila en Líbano. Hace tiempo que intento no aplicar ninguna lectura a los textos, borrar la labor del director para que surjan el poeta y el intérprete. Edipo Rey y Edipo en Colono están prácticamente enteros y lo que quiero hacer es básicamente un trabajo de síntesis. Nuestro tiempo no era el de los griegos, y por eso intento que ese personaje que es el coro y que representa a la colectividad sea la de nuestro presente. Edipo son muchas cosas, es como una montaña, como el I Chi, es la historia del hombre y, además, es una tragedia política.

- Con un texto tan largo ¿cuánto durará la obra?
-No creo que llegue a las dos horas. En la época de Sófocles estas obras se representaban durante todo un día. Mi regla número uno es no aburrir, y teniendo en cuenta que ni las series de televisión aguantan ya los 20 minutos, pues ...

-Para Edipo vuelve a contar con Alfredo Alcón...
-Sí, es la sexta colaboración que hago con él. Me parece el actor más grande en lengua castellana, para determinados tipos de personajes, claro está. Hay épocas en las que los directores nos sentimos próximos a determinados escenógrafos, actores o colaboradores. A mí me ocurre desde hace años con Alcón y también con otros actores y actrices.

-Le he oído hablar de que el futuro del teatro sería el teatro del actor. ¿A qué se refiere exactamente?
-En una época en la que hay videoclips que ofrecen montañas de imágenes, algunas muy buenas, pienso que es difícil sorprender en el teatro con montajes muy visuales. Lo único que puede sorprender son los actores. Cuando hay chispa entre los actores en escena, el público lo nota. La verdad es que tendría que ser un binomio compartido con el autor. Pero tenemos una enorme falta de contenidos. Como ocurre en el cine, que sin un buen guión no hay película, también pasa en el teatro.

-Es decir, que no hay autores dramáticos.
-Claro que los hay, pero hay que estrenar a muchos para que alguno quede. ¿Cuántas películas se hacen y no se estrenan? El teatro hay que estrenarlo, si no, no existe.

-Y usted que ha trabajado con actores de varios países. ¿Hay mucha diferencia entre la formación de los españoles y, por ejemplo, los ingleses?
-Inglaterra es un caso aparte. Los actores de allí no tienen nada que ver con los del resto del mundo. En general, el actor cuando atraviesa la frontera entre su privacidad y el teatro, abre una puerta. Los ingleses no tienen que abrir nada, es un juego más. En general, cada vez se nota menos las diferencias entre actores de un país a otro.

-Antes aludía a que cada vez se hace más teatro y que le resulta difícil saber qué quiere contar.
-A mí me resulta difícil saber qué contar porque la realidad es muy impactante, es un espectáculo en sí misma. Y así resulta que estamos haciendo teatro del teatro, algo que me parece malsano.

-¿Es espectador ede teatro? ¿Ve lo que hacen sus colegas?¿Qué opinión tiene?
-Voy al teatro sobre todo a ver a los actores. En general, las producciones tienen buena factura pero ya no me sorprenden. El teatro se ha convertido en un rito cultural que es lo peor que le puede pasar.

El teatro y la pintura
-¿El teatro tiene poca incidencia social o es una impresión engañosa?
-No creo que tenga menos incidencia que la pintura o la escultura. Aunque seguramente el arte, a nivel de mercado, mueva más dinero. El teatro tiene un peaje que no tienen otras manifestaciones artísticas: mientras no se representa, no existe. Por eso hay un alto porcentaje de producciones que no son buenas. Pero en los últimos diez años no recuerdo ningún espectáculo bueno al que el público no haya asistido, algo que pasaba antes. Recuerdo cuando en la transición se representó una obra excelente como El Arquitecto y el emperador de Asiria, de Arrabal, protagonizado por Marsillach. El día que yo lo ví no congregó en Barcelona a más de ocho personas.

-¿Y la popularidad que han perdido los artistas de teatro?
-Eso no pasa en Buenos Aires, donde todo el mundo sabe quien es Alfredo Alcón, o en Francia. El teatro es un arte elitista "para todos". Cada vez hay más nivel pero curiosamente cada vez es más difícil encontrar actores de más de 60 años. Creo que es porque no los cuidamos, no hay nada que les empuje a seguir, no reciben el calor del público. Pueden haber dedicado una vida al teatro y ser reconocidos sólo por un personaje episódico en cualquier serie televisiva. ¿Por qué deberían hacer teatro?