Image: Loco por Napoleón

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Teatro

Loco por Napoleón

3 julio, 2002 02:00

Los protagonistas de la obra, Luis Merlo y Paula Sebastián

Narciso Ibáñez Serrador parece decidido a volver al teatro pues acaba de estrenar su segunda producción en lo que va de temporada: El águila y la niebla, escrita y dirigida por él y protagonizada por Luis Merlo y Paula Sebastián. El Teatro Español de Madrid, reabierto después de una reforma, encara el verano con esta curiosa pieza que gira en torno a un loco que se cree Napoleón. Podría pensarse que es una comedia, pero nada más lejos.

Explica Chicho Ibáñez Serrador, más conocido en el teatro por su seudónimo Luis Peñafiel, que cuando hay niebla las águilas no vuelan, la atmósfera grisácea les impide elevar el vuelo. La metáfora ilustra y da título a su última obra recién estrenada en el teatro Español de Madrid: El águila y la niebla, galardonada con el Premio Lope de Vega del año 2000. Una obra sobre césares visionarios o caudillos libertadores, o sobre individuos a los que la masa condena al fracaso por no integrarse en el grupo..., varias y enfrentadas lecturas ofrece el texto y así se entiende lo que su autor escribe en el prólogo del programa: "Temo que muchos vean en esta obra un texto de extrema derecha o de extrema izquierda. Pero la verdad es que no pretende ser ni lo uno ni lo otro (...). El único fin de la obra es contar una historia que interese al público".

El autor ha combinado varios géneros en esta obra. Estructurada en dos partes, la primera es la exposición de un caso clínico de la mano de un narrador-personaje que interpreta Paula Sebastián. La actriz, transfigurada en una médico-psiquiatra, nos relata y presenta el caso de Raúl, hijo de un juez de la dictadura argentina que desde los diez años es ingresado en clínicas mentales por creerse que es Napoleón. Nuestro autor, echando mano de los recursos del relato de misterio, va desvelando al protagonista, y lo hace desde las tablas porque "en el teatro lo absurdo, lo irreal es aceptado, respetado", dice la médico al inicio de la obra y conviniendo con el público. Luis Merlo es un enfermo convincente, que deja entrever su vena de enloquecido y que, al decir de algunas espectadoras de cierta edad, "me recuerda a su abuelo"(Ismael Merlo). Una de las escenas más aclamadas es la terapia de hipnosis regresiva al que le somete su doctora y que le hará desvelar su pasado. Una larguísima escena dirigida a arrancar los aplausos del respetable como consigue.

Pertenencia a un grupo
La segunda parte responde a la socialización de Raúl y desarrolla la tesis de la obra: "en esta sociedad, si no perteneces a algún grupo, es muy difícil llegar a nada", explica Ibáñez Serrador. El individualista suele acabar condenado al destierro y, por eso, es recomendable no segregarse de la sociedad, no destacar ni sobresalir de la masa. Raúl pretende socializarse, pero no lo consigue. Fracasa en todos sus trabajos porque aspira a guiar un rebaño sin que nadie se lo haya pedido. Raúl pretende ser líder sindical, empresario y militar y, emulando a Napoleón, da rienda suelta a un sueño imperialista de crear los Estados Unidos de América del Sur bajo el mismo poder. Como dice el autor , "Napoleón no hubiera triunfado en una sociedad como la nuestra, por eso sitúo la obra en Suramérica donde sí creo que podría tener lugar la creación de ese sueño delirante". En cualquier caso, arriesgado es adoptar un personaje popularmente representado entre chanzas como el tópico del loco para transformarlo en personaje trágico. Y es que Chicho siente admiración por Napoleón "como hombre emprendedor, como creador, por ejemplo, de la Comedie Française o en España, que abolió la Inquisición...".

Una escenografía expresionista de Ana del Castillo sitúa la obra en un ambiente onírico y alejado del realismo. Las escenas se encadenan a un ritmo rápido gracias a un sistema de escotillones que hacen aparecer y desaparecer las escenografías y al telar electrificado que acaba de estrenar el teatro y con el que el director se ha empleado a fondo.

Mago de las audiencias en la televisión española, Chicho tiene claro lo que una obra de teatro debe perseguir: "entretener e interesar, y si encima hace discutir al público a la salida del teatro, esa es una gran propina". Pero le preocupa que de su obra, con la que el Teatro Español encara la temporada estival, se diga que es profunda: "Las profundidades no son para el verano", apostilla recordando a Fernán Gómez.