Teatro

Bancarrota

10 julio, 2002 02:00
Director: Oskar Gómez Mata. Intérpretes: Cía. Legaleón. El Canto de la Cabra (Madrid). Hasta el 28 de julio

La idea que transmite este espectáculo, casi siempre frenético y, en ocasiones, un poco más reposado es que la vida es una mierda. Y puede que a los de Legaleón no les falte razón. Son una compañía audaz y basta echar la vista en derredor para darse cuenta de que cualquier audacia queda siempre por debajo de la realidad. Por ejemplo, las alusiones de Bancarrota a la política internacional o al País Vasco son palidísimo reflejo, o ni siquiera eso, de los atroces tiempos que vivimos. Esta función se apoya en la idea clásica de que la vida es una aceleración hacia la muerte; la convicción de que al nacer empezamos a morir y de que la torpeza, los intereses o la maldad de los humanos no contribuye, precisamente, a frenar esa patética cuesta abajo.

A esta filosofía Legaleón le mete una marcha escénica un poco despendolada, fragmentada y humorística. Las ideas, en teatro, tienen que materializarse y esta materialización se concreta aquí en una forma abierta, próxima a lo que pudiéramos llamar metateatro, con cierto énfasis de farsa y de guiñol. No hay una historia estructurada como tal, sino imágenes, movimiento y gesto. La deseable poética de la fragmentación se presenta no como inconclusión arbitraria y difusa. La intención liberadora puede ser absoluta, pero los resultados son relativos.

Que el final de la función no se perciba con claridad y que el público, tras unos tibios aplausos, no sepa si ha aplaudido a tiempo o ha interrumpido la representación, no favorece la posible condición de obra abierta de Bancarrota: por el contrario, consigue que la poca tensión acumulada se desvanezca.