Image: La escena, en carne viva

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Teatro

La escena, en carne viva

Al estreno de XXX se suman varias obras que rozan la pornografía

24 julio, 2002 02:00

Momento de una orgía en XXX, de la Fura dels Baus

El sexo es uno de los grandes temas que inspira el teatro pero casi nunca se muestra en escena de una forma explícita. En contra de esta costumbre la cartelera estival acoge un buen número de espectáculos que lo simulan -¿o lo hacen?- sin tapujos: La Fura estrena el 24 de julio en Barcelona XXX, un atrevidísimo montaje basado en La filosofía en el tocador, de Sade; por otro lado, en Madrid coinciden cuatros espectáculos de estilo y género diferente: Pornografía barata se inspira en los peep show para tratar el tema con realismo no exento de poesía; Francisco Nieva se refiere en su artículo de la Primera Palabra a su romántico Manuscrito encontrado en Zaragoza con sensuales y ardorosas escenas. Hay más: Yllana lo aborda con humor y sin palabras en 666, y 23 centímetros remite al vodevil clásico. ¿Por qué este interés por escenificar el sexo? ¿Dónde acaba la realidad y comienza la representación?

¿Váis a perder el tiempo en tonterías en lugar de aprender a liberaros de los frenos y los prejuicios impuestos por una moral hipócrita? [...] Seguid vuestros deseos, haced cuanto queráis, sed libres, follad mientras podáis, no esperéis a mañana: coged, aquí y ahora, las delicias de la vida". Con estas palabras el alter ego del Marqués de Sade en XXX, Dolmancé, invita al público a atrapar la esencia de La filosofía del tocador, la obra del autor francés que impregna el último y controvertido trabajo de La Fura dels Baus. El teatro también tiene sexo aunque durante los años de la censura franquista primero, y de la autorrepresión ya en tiempos democráticos se sellara la sonrisa vertical de un arte que está descubriendo las delicias -corporales y monetarias- del sexo explícito en escena. Con el recuerdo aún de aquel coito real en directo que perpetraron los chicos de General Eléctrica en Flors hace dos años, los montajes de XXX de La Fura, 666 de Yllana, Pornografía barata de Andrés Lima, Ubú Rey de álex Rigola, y más alejados Defensa de dama -ahí queda una más que creíble violación en escena interpretada por Ana Belén y Antonio Valero-, Manuscrito encontrado en Zaragoza de Francisco Nieva, que se puede ver en el teatro La Latina de Madrid, y 23 centímetros -la propuesta más comercial y naïf que se exhibe en el Reina Victoria- confirman que la escena española está descubriendo su sexualidad.

Coitos, desnudos, masturbaciones, sexo anal, oral, sodomizaciones y violaciones dejan de ser palabras y pasan a ser acciones explícitas. Crudas y rozando la pornografía como en XXX, violentas como en Phedra´s Love de Sarah Kane -que se vio en el festival Escena Contemporánea-, sin olvidar la palabra afilada de Los monólogos de la vagina de Eve Ensler, dirigida por Antonia García y protagonizada por Maite Merino, que acaba de terminar la temporada en el Arlequín de Madrid.

¿Arte o peep show?
El teatro está perdiendo la vergöenza, y eso significa que los que lo hacen y lo ven también, algo que ya sucedió con el cine en los años 70, al que no le faltó padrinos como Pasolini y Bertolucci. A la escena española le ha costado desnudarse y erotizarse, pero los autores y directores actuales están descubriendo el sexo explícito arropado de una poetización dramática. Y es eso lo que da entereza a sus montajes y los salva del erotismo banal, de la pornografía de cartón piedra, del peep show, y los mantiene en el campo del arte. Algo está cambiando, asegura Carlos Padrissa, uno de los directores de La Fura, quien cree que "el sexo ha estado bastante olvidado en la escena española debido a la censura y a la doble moral". De hecho, si no hubiera sido por algunos intentos de la gauche divine, y por supuesto ese reducto llamado café-teatro y cabaret, el sexo en el teatro se habría marchitado frente a la eclosión que tuvo en países como Francia y Alemania, especialmente en la época de Brecht, eso sí, con toda su pátina bufa. "Ahora las mentes se están abriendo, no hay tantos tapujos ni una censura directa, y es un tema que está asumidísimo a través de medios como la televisión o el cine", dice Raúl Cano, uno de los integrantes de Yllana.

Una prueba contundente de este cambio y del éxito que están teniendo estas propuestas: tanto XXX como Pornografía barata están colgando el cartel de no hay entradas. La Fura estrena hoy en el Teatre Lliure su montaje más provocador, que se ha saldado en las sesiones previas a este estreno con entusiastas aplausos y el abandono de la sala de más de un espectador.

Interpretación y trucaje
Carlos Padrissa y álex Ollé dirigen esta adaptación libre de la obra de Jean Bapiste Comte de Sade, escrita en la clandestinidad en 1795 tras abandonar la cárcel. Los actores Pedro Gutiérrez, Teresa Vallejo, Pau Gómez y Sonia Segura dan vida a tres personajes, las tres X, que pervierten a una joven en un casting para la revista "Private" y a la que enseñan esa "filosofía sádica". La obra se anuncia sin tapujos como pornográfica y las escenas lésbicas, incestuosas, escatológicas y de sodomizaciones lo justifican. La Fura dels Baus se sirve del teatro virtual, del vídeo trucado y del arte de la interpretación para alcanzar el hiperrealismo en escena: vaginas de juguete, consoladores, heces amarillentas... La filosofía que ha seguido la compañía en esta obra es, como asegura Padrissa, que "la pornografía no ensucia, es la gente, con su mente, la que ensucia. Para mí es más pornográfico lo que ha sucedido con la isla de Perejil que la foto de dos personas follando". El equipo catalán ha justificado las escenas sexuales con "reflexiones y discursos, ya que hemos intentado buscar una buena mezcla, un equilibrio entre la imagen, el sexo y un discurso literaturizado con ideas. El resultado es un espectáculo didáctico, educativo en el que enseñamos todo".

Sin embargo, poner en pie montajes de este tipo resulta un auténtico via crucis para las compañías. Primero por la dificultad de encontrar actores capaces de enfrentarse -física e interpretativamente- a estos papeles. Pero es la producción y la distribución lo que más problemas les ha generado. Falta de subvenciones, retiro de esponsorización, inexistencia de espacios... incluso una compañía asentada y de prestigio como La Fura tuvo que lidiar con estos obstáculos. "No ha sido nada fácil porque mucha gente nos abandonó y en Navarra se retiró un espónsor, a pesar de que es un espectáculo que no necesita mucho dinero, que se hace con el cuerpo y con la mente", confiesa Padrissa.

Algo muy parecido le sucedió a la compañía Animalario, que tiene ahora mismo en cartel hasta el próximo 28 de julio Pornografía barata. Su director Andrés Lima recuerda que "ya tuvimos problemas con la distribuidora en nuestra anterior obra, El fin de los sueños, y en esta ocasión nos ha vuelto a suceder. Eso se debe a la doble moral existente que hay sobre todo en el teatro oficial y en la Administración, donde estos proyectos son impensables. Sólo recibimos la ayuda y la atención de las salas alternativas". Lima asegura que la autoría española no ha cerrado la puerta al sexo explícito y que hay una abundante producción que no sale a la luz por culpa de esta tara moral.

Pornografía barata está concebida para ser exhibida en el espacio de una casa, un espacio -el de la Casa de América primero, y ahora el de la Fundación Olivar de Castillejo de Madrid con un aforo de 45 personas- compartido por las tres parejas protagonistas y que responde a la exigencia dramática "de acercar la intimidad de los personajes al público".

Una excusa para reflexionar
Siete actores protagonizan este montaje "en el que el sexo es una excusa para hablar de las relaciones entre hombre y mujer -comenta Lima-. En esta obra se dan dos tipos de pornografía, la puramente sexual y la que habla impúdicamente de los sentimientos y de la intimidad. No es un peep show, sino un viaje al amor y la muerte a través del sexo. Me interesaba la fórmula del espectáculo porno, concebida como un acercamiento impúdico, sin esconder nada. Tratamos ese tema para llegar a la sentimentalidad".

A pesar de las dificultades económicas que han tenido la compañía está colgando todos los días el cartel de "no hay entradas". Este apoyo del público -en paradójica contraposición con la postura de productores, gestores y distribuidores- parece recompensar el tratamiento del sexo que se está haciendo desde la escena española. Dramatismo, realismo... hay tantas fórmulas como matices acepta el discurso teatral, pero no hay duda de que la comedia es la que más éxito tiene. Prueba de ello es 666, el montaje de la compañía Yllana que lleva cuatro temporadas en la cartelera madrileña -actualmente se puede ver en el Teatro Arlequín- y que ha hecho de la risa el mejor estimulante para un público cómplice.

Uno de sus componentes, Raúl Cano, cree que la comedia es la fórmula que mejor aguanta el sexo en escena, "y si además es humor negro mejor todavía", dice. "Puedes jugar con los dobles sentidos, con la ironía, y esconderte como actor entre los personajes". Sus cuatro protagonistas aparecen en el corredor de la muerte con las prótesis de unos penes desproporcionados y una tras otra las escena cómicas se suceden: un preservativo retorcido hasta el infinito, una sodomización en una cárcel... "En 666 eso es una excusa para reivindicar, entre otras cosas, que el sexo ha estado muy mal tratado en nuestro país y además de forma muy machista".

¿Dónde están los límites?
Entre tanto sexo explícito y genitales al aire la pregunta que surge es ¿dónde están los límites? Para empezar "en el respeto por el respetable", asegura Cano. Y es que la presencia del público en el teatro es mucho más directa que en la televisión, y por tanto lo que sucede en escena resulta más impactante. "Los límites no están establecidos -asegura- pero creo que la realidad es la realidad y el teatro es representación, por eso no comparto la práctica real del sexo en escena porque la función del teatro es emular la realidad pero nunca ser real. La gente no paga para eso", apunta Cano. En eso también coincide Padrissa, para quien lo importante "es que parezca que lo hacemos. Si eso es real o interpretado es totalmente secundario".

La complicidad del público es fundamental para que este tipo de obras funcione. Así lo ha comprobado el director furero, quien asegura que a los espectadores les gusta imaginar a partir de la propuesta de la compañía "y siempre están dispuestos a jugar porque entre otras cosas eso les da morbo y así liberan sus deseos".

Aunque en la forma está el arte, es importante subrayar que los creadores se está dando cuenta de que el sexo es material dramático y que se puede abordar sin tabúes y de forma directa. Para unos es motivo de reflexión y para otros es una forma de creación, como en el caso del director y autor Rodrigo García, que realiza un teatro muy físico, y que acaba de presentar en Avignon tres montajes. "En todas mis obras la temática sexual está presente porque están muy latentes los cuerpos con sexo, aunque siempre aparecen relacionados con temas sociales, que son los que me gusta abordar. El sexo es algo ligado al individuo y hay que tratarlo sin tapujos, pero no creo que haya que utilizarlo de forma gratuita, como un reclamo, porque si la obra es una basura lo será con y sin sexo. Aunque por supuesto pienso que en el teatro también hay límites y jamás pediría a un actor que hiciera sexo real en escena. Eso es abusar de su privacidad".

No hay que olvidar que los actores de todos estos montajes son profesionales de la interpretación sobre los que pesa, en última instancia, el erotismo en la escena. Los jóvenes actores de la escuela de La Abadía se tenían que enfrentar en el Ubú Rey de álex Rigola a violaciones, masturbaciones, un lenguaje procaz y unas acciones violentas de un hiperrealismo que se saldó con algún que otro espectador espantado.

Pedro Gutiérrez es un actor argentino que se mete en la promiscua piel del Marqués de Sade en XXX. Un papel difícil tanto por las durísimas escenas de sexo como por la ideología que rodea a este personaje "que tiene un punto fascista, que no cree en la igualdad de las personas y que defiende el crimen. De hecho, el actor asegura que la exhibición de sexo explícito no ha sido lo más difícil de este papel, sino encarnar a un hombre agresivo "que defiende cosas tan tremendas como el crimen. He tenido que obviar mis propias ideas sobre esto y entender que es un trabajo interpretativo".

Para enfrentarse a este personaje el actor ha tenido que olvidar sus prejuicios, sobre todo en escenas como la de una orgía. Ha ensayado junto a actores porno y ha contado con el apoyo de las imágenes de vídeo montadas. Aquí es donde el teatro digital ha jugado un papel importante para acortar distancias entre realidad y ficción. Sin embargo, ha sido la existencia de un texto y de un discurso reflexivo "lo que realmente me ha ayudado. Sin unas ideas, ni el actor ni el director pueden salvar un montaje de la catástrofe, por muchas hormonas que desate entre el público".