Image: La eterna vitalidad de  la escena argentina

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Teatro

La eterna vitalidad de la escena argentina

por Guillermo Heras

10 octubre, 2002 02:00

Escena de La masa neutra

Si hay un país que en los últimos tiempos ha estado convulsionado por inquietantes situaciones, este, sin duda, ha sido Argentina. Sin embargo, en ningún otro lugar como en este país he asistido al compromiso ético y estético de actores, autores, directores, coreógrafos, técnicos y gestores escénicos. Cierto que no estuve allí en el periodo más negro y más siniestro de la Dictadura Militar. Pero aquí en Madrid empecé a admirar a las mujeres y hombres de teatro que debieron exilarse para con su diáspora abrir estudios y salas en todo el mundo. Esa idea, hoy tan desarrollada en el Madrid de las salas alternativas, es una herencia argentina, y baste haber viajado a lo largo de todo el final del siglo XX, no solamente a Buenos Aires, si no también a Córdoba, Mendoza, Rosario, La Plata, Tucumán, etc, para ver como en cualquier rincón (garajes, naves abandonadas, sótanos, espacios fabriles e incluso en el comedor de pisos privados) podíamos asistir a una lección actoral, a una sorprendente puesta en escena o al descubrimiento de una dramaturgia inquietante y original. Puede que la ceguera cultural de muchos dirigentes argentinos haya impedido que una extraordinaria generación de creadores escénicos haya sobrepasado el marco de su país, para ser reconocidos en todo el mundo. El teatro argentino no se ha merecido los dirigentes políticos que ha tenido.

Recientemente Aviñón, Barcelona, París, Hamburgo, así como la constante presencia de su teatro en el admirable marco del Festival de Cádiz, la labor del CELCIT, el festival organizado por Ensayo 100, o en los esforzados intentos de la Casa de América de Madrid, nos ha permitido ir descubriendo el enorme caudal en todos los territorios escénicos de los creadores argentinos y, especialmente, de aquellos que desarrollan su actividad en Buenos Aires. Le toca el turno ahora al Festival de Otoño de Madrid que dedica en la presente edición un importante ciclo al teatro argentino. Madrid debería ser la puerta habitual de la presencia del teatro latinoamericano en Europa, pero hasta ahora eso queda en una ilusión.

A lo largo del Festival vamos a poder contemplar una serie de propuestas que son una clara radiografía de la variedad de experiencias que desarrolla desde hace tiempo la escena argentina. Así estará presente uno de los fenómenos de masas del teatro más popular, Enrique Pinti, con su Serenata Argentina, uno más de sus grandes éxitos en grandes salas. Junto a esta propuesta vuelve a España Clásico Binomio de Ricci y Broza, un espectáculo del interior, que lleva varias temporadas girando por muchos lugares y que tiene como director a una de las figuras dramatúrgicas más importantes de toda el área de la lengua española, Mauricio Kartum, que une a sus excelencias como autor el ser un formador continuo de nuevos dramaturgos. Dentro de esa nueva dramaturgia, podremos admirar uno de los textos canónicos de ese movimiento, La escala humana, montaje divertido, inteligente y renovador, firmada por tres autores-actores-directores, Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian, cuya labor individual no ha hecho sino crecer en los últimos años, con constantes estrenos en las salas públicas y privadas más prestigiosas de Buenos Aires, y que desde hace tiempo triunfan con esta escritura a seis manos, avalada por el Hebbel Theatre de Berlín. Entre los más jóvenes, Jorge Sánchez nos presentará su inquietante La masa neutra, exponente diáfano de una escritura y puesta en escena más actuales.

Ruben Szuchmacher, director de escena y pedagogo fundamental desde sus múltiples tribunas, que acomete la tarea de montar una obra del autor español Iñigo Ramírez de Haro, una alternativa importante desde el punto de vista del intercambio y la colaboración entre las dos orillas. Por último, destacar la presencia de una pareja explosiva Eduardo Pavlovsky y Daniel Veronese. Los dos, hombres de teatro total, Pavlovsky, exilado en España un tiempo, es autor de textos notables, pero además es en la actualidad uno de los más importantes actor/histrión del mundo. Daniel Veronese, cuya renovación del lenguaje dramatúrgico ha dado origen a una magnífica cantidad de obras que son estrenadas con enorme éxito en las últimas temporadas y que además forma parte del equipo de dirección de uno de los grupos emblemáticos de la nueva escena contemporánea, Periférico de Objetos. En suma, una excelente oportunidad para sacar conclusiones de la vitalidad y calidad de la escena argentina, más allá de los desastres socioeconómicos de una nación, cuya identidad más clara en este momento, es su patrimonio artístico contemporáneo.

La masa neutra
La desarticulación del relato es una tendencia cada vez más presente en la dramaturgia contemporánea. Y ese es el envoltorio en el que el argentino Jorge Sánchez presenta su último juguete escénico, La masa neutra. Actor, director y dramaturgo, miembro del grupo Teatro Doméstico y Periférica de Objetos, Sánchez presentó en varios certámenes latinoamericanos esta obra escrita y dirigida por él y protagonizada por Horacio Marassi, Rubén Panunzio y Alejandro Vizzotti. Los tres protagonizan esta obra que relata cómo tres hombres intentan recuperar un viejo negocio familiar de pastas. El autor propone un juego entre lo presente y lo ausente, lo imaginario y lo concreto acompañado de una escenografía realista, con diálogos fragmentados sobre esa zona "neutra" que es la muerte. Ensayo 100, del 23 al 26 de octubre.

La escala humana
La escala humana ha tardado más de dos años en llegar a Madrid. Esta producción, que se vio el año pasado en el Festival Internacional de Cádiz, viene firmada por tres autores de la renovada dramaturgia argentina: Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian, miembros los tres de una antiguo grupo de autores llamado Caraja-ji. Según cuentan, con este proyecto se han divertido jugando a los géneros, pues la pieza tiene apariencia de "thriller", de disparate, de experimento de teatro musical y, al parecer, hace reír bastante al público. "Convoca a todos los géneros", afirma Tantanian, "pero también los niega". Spregelburg, que también actúa en la obra, opina que "apenas me atrevo a decir que esto sea una comedia, una comedia brillante con toques de humor negro, lo que pasa es que su argumento y sus connotaciones parecen desmentirlo todo el tiempo. Javier Daulte dice algo así como que esta obra es una especie de drama familiar extremo cuyos personajes viven como si fuera un policial". La obra está interpretada en un estilo realista y ahí radica su enorme gracia; tampoco pretende servir ningún mensaje porque como señala Daulte "el teatro no es un transmisor, la realidad no está allí para ser relatada por el teatro; no existe una verdad que el teatro deba transmitir, sino que el teatro debe inventar sus propias verdades. El teatro tiene que golpear, más que decir algo". En definitiva, una pieza de más de 90 minutos de duración que se sostiene sobre la nada. "Nada que decir, nada que escuchar pero mantiene el interés del público y cuando éstos se preguntan qué fue lo que llamó su atención comprueban que fue la nada", concluye Tantanian. Sala Cuarta Pared, del 6 al 9 de noviembre.

La muerte de Marguerite Duras
Perseguido durante la Dictadura y víctima de un secuestro frustrado que le llevó al exilio, la política es el tema central que atraviesa el teatro de Pavlosky. En Madrid lo vimos hace cuatro años en Potestad, un monólogo sobre la tragedia atroz de miles de desaparecidos. Ahora vuelve de la mano de Daniel Veronese (Periférico de Objetos), quién le ha dirigido en La muerte de Marguerite Duras. La obra nació sin una idea preconcebida y el resultado es un monólogo de un hombre que recuerda el pasado con nostalgia. Sala Ensayo 100, del 16 al 19 de octubre.