Image: A vueltas con La Zaranda

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Teatro

A vueltas con La Zaranda

Estrena el 31 de octubre en Granada Ni sombra de lo que fuimos

31 octubre, 2002 01:00

Un ensayo de ni sombra de lo que fuimos. Foto: Mercedes Rodríguez

Se bautizó como "compañía inestable de Andalucía la Baja" pero La Zaranda cumplirá un cuarto de siglo el próximo año. Lo va a celebrar con Ni sombra de lo que fuimos, la última "criaturita" que mañana estrena en el teatro Alhambra de Granada y en la que sigue postulando un teatro que roza lo sagrado.

La Zaranda es una compañía extraordinaria en el panorama español no sólo por ser una de las pocas estables que quedan en nuestro país, también por la singularidad de su arte. A punto de cumplir los 25 años, ahí siguen sus miembros fundadores (Paco de la Zaranda y Gaspar Campuzano), los que se unieron hace ya más de dos lustros (Eusebio Calonge y Enrique Bustos) y las incorporaciones más recientes (Carmen Sampalo y Fernando Hernández) creando un teatro de inspiración mística, que roza lo sagrado y que aspira a ser alimento del ser humano y no una mera representación o ilustración de la vida. Tales propósitos sólo pueden darse en teatro dentro de un colectivo que trabaja con continuidad, entregado por entero a su oficio, algo ya atípico en el mundo de la escena actual.

La compañía nació en Jerez de la Frontera, donde cuenta con una nave situada en una zona industrial de la ciudad en la que nadie diría que, entre talleres y bodegas, hay un grupo de actores dedicados al teatro. El grupo se encierra aquí durante largos periodos -entre cuatro y seis meses- para ensayar sus obras, siguiendo un lento proceso de creación. Son unos 5.000 metros cuadrados dominados por el orden; en un extremo hay un escenario a modo de caja negra; en el otro, la oficina, la zona de maquillaje y el vestuario; llama la atención un rincón en el que se amontonan unos esqueletos, atrezzo desestimado finalmente para Ni sombra de lo que fuimos. Así ha titulado el grupo su última criatura, que hace la número ocho y con la que van a celebrar sus 25 años de vida. Una obra que recupera los temas de la anterior, La puerta estrecha, pero que también la supera.

Un carrusel preside el centro del escenario, símbolo del correr de la existencia. Aparece una troupe de feriantes (el viajero, la echadora de cartas, el loco, el moribundo...) personajes que se verán arrastrados por este carrusel que gira y gira sobre un eje ya gastado. Una metáfora de la vida, de la que surgen otros temas habituales del repertorio del grupo: el olvido y la memoria, la ambición, la fortuna, la eternidad y la muerte porque, como explica el director, Paco, "ésta es una obsesión constante en nosotros ¿de qué si no va a hablar uno?".

Contra los beatos de lo social
Hay momentos de la obra en que reconozco a Vladimir y a Estragón y ese teatro del absurdo de Esperando a Godot. Paco lo niega casi molesto, sobre todo porque su arte, su teatro, destila amor a la vida, fe en la inmortalidad del alma: "todo no está perdido, Beckett no es lo mío", subraya. Además, en la forma tampoco se parece, La Zaranda hace un teatro pictórico, y quizá sería mejor buscar su inspiración en Velázquez y Ribera, que en cualquier otro ejemplo literario, aunque aquí haya mucho de El Quijote y también del Libro de la Sabiduría. Parece como si Paco, que también es pintor, construyera los espectáculos con un pincel expresionista de grises y ocres.

Las obras de La Zaranda tienen más de auto sacramental que de otra cosa y sus textos se presentan muy depurados, en ocasiones sin tiempo narrativo. Hablan de humanidad: "Reflexionamos sobre los momentos extraordinarios de la vida. No nos interesa la actualidad, que es basura, ni los discursos sociales. Ya hay mucho beato de lo social, de la justicia, y no se dan cuenta que el teatro no hace justicia. El teatro es viejísimo, como el vino y los besos". Y continúa: "nosotros somos una compañía de teatro clásico. ¿Mis lecturas? Todavía no he terminado de leer a Calderón". Pero como libro de cabecera tiene los de su poeta viviente, el postista Carlos Edmundo De Ory, y el único que salva del siglo XX: Valle-Inclán.Paco de La Zaranda añade que Ni sombra de lo que fuimos es fruto también de su búsqueda del silencio : "La gente trabaja para el presente, yo para lo eterno y para eso necesito llegar al silencio del arte".