Image: Carles Alfaro

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Teatro

Carles Alfaro

“Quiero que el público aprenda lo que es pinteriano

5 diciembre, 2002 01:00

Carles Alfaro. Foto: Vicent Bosch

Carles Alfaro es un devoto de Harold Pinter. Por eso, para celebrar los 20 años de la compañía Moma, no le ha importado programar casi toda la temporada del Espai Moma de Valencia con obras del autor inglés. Entre ellas, cuatro que él mismo ha dirigido y que estrena el 11 de diciembre en Salamanca, en el teatro Bretón.

Carles Alfaro es de los que piensa que el teatro pasa por uno de sus peores momentos. Algunos habrá que digan que se trata de la vieja cantinela de la crisis teatral, pero esta opinión se escucha hoy con insistencia en ciertos ambientes faranduleros que viven con inquietud los modos de producción que se siguen, las escasas oportunidades de que algo nuevo brote ...: "Los profesionales están adormecidos, tienen una falta tremenda de compromiso, de interés, y luego hay una búsqueda desesperada de público sin importar las fórmulas que se empleen para ello. Hacía tiempo que no se veía una cartelera tan pobre, da vergöenza ver lo que se exhibe en las ciudades españolas y hay muy pocos teatros públicos que están haciendo algo para corregir esta situación. La idea de que satisfacen a las audiencias porque es lo que piden no me la creo. Algo bien hecho y bien promocionado, alimenta el sentido crítico de la gente y eso es lo que echo de menos: sentido crítico", apunta este director de escena de 42 años que, a pesar de los accidentados caminos teatrales que describe, ha conseguido guiar a su compañía Moma durante los últimos veinte años.

Alfaro cree además que el teatro está empleando hoy fórmulas más propias del cine o de los medios de comunicación de masas para atraer espectadores cuando, en su opinión, no puede competir ni con esos medios ni con las mismas armas: "El teatro es un arte muy personalizado, establece una comunicación única entre el artista y el espectador y la respuesta debe darse teniendo en cuenta esta especifidad".

En este contexto, nadie está libre de dejarse llevar por el ambiente y puede que los peor parados sean los autores: "Es muy difícil que los autores de hoy evolucionen. Nadie les lleva a escena, así que no pueden contrastar lo que escriben, no pueden superarse. El teatro exige riesgo, requiere equivocarse y corregir, esa es su mecánica pero el momento actual es muy difícil, todo es ambiguo".

Diagnóstico tan pesimista contrasta con los momentos de celebración que vive Alfaro. Su compañía, Moma, celebra su 20 aniversario el próximo día 17 y para ello ha decidido darse el lujo de programar en el Espai Moma de Valencia una temporada dedicada casi exclusivamente a Harold Pinter, por el que siente gran devoción. Pero antes, del 11 al 14 de diciembre, cerrará en Salamanca el ciclo Travesía Escénica por la dramaturgia del siglo XX con cuatro piezas cortas de Harold Pinter: Estación Victoria, La penúltima copa, Una Alaska particular y Celebración.

Unir lo lúcido con lo lúdico
- ¿No le parece es excesivo dedi car casi toda la programación del Espai Moma a Pinter?.
-Tengo una debilidad enorme por este autor, soy un devoto. Creo que es el autor vivo más importante de los que existen y nadie hay comparable a él. Desde 1957, que escribe su primera obra, ha estrenado constantemente en todo el mundo y los directores se dan bofetadas por hacerlo, es un autor de largo recorrido. Y permanece en escena con obras poco habituales, su repertorio es principalmente de piezas cortas con la excepción de cinco o seis. Une lo lúdico con lo lúcido con una inteligencia y compromiso extraordinario. Es una vergöenza que sea prácticamente desconocido en nuestro país, circunscrito únicamente a las salas alternativas.

-¿Por qué ha tardado tanto tiempo en decidir los títulos que componen la programación que va a presentar en Salamanca?
-He querido ofrecer un espectáculo muy poliédrico y hay tantas piezas de él que me gustan que me ha resultado muy difícil la selección. El gran peligro de Pinter es que sus textos resultan más interesantes leídos que vistos, uno se los imagina muy bien y, claro, su escenificación es muy difícil. Por eso creo que la radio es ideal para él y por eso hemos programado también en el Espai un ciclo del teatro que él escribió para la BBC radio. En el caso de las piezas que estrenaremos en Salamanca y que luego irán a Valencia me interesa que el público salga del espectáculo habiendo aprendido un adjetivo nuevo: "pinteriano", que existe en la Enciclopedia Británica,. Un adjetivo que se reconoce en una forma que trasciende, que indica cómo para cada visión del mundo hay una forma de contarlo.

Pinter es su último trabajo antes de enfrentarse en solitario a La escuela de mujeres, de Molière, que le ha encargado el Teatro Nacional de Cataluña. Allí estrenó la temporada pasada un monólogo, La caída, de Camus, que fue muy bien acogido por la crítica consiguiendo numerosos galardones. Clásicos y contemporáneos han convivido en el repetorio de Alfaro con naturalidad: Böchner (El caso Woyzeck), Paco Sanguino (Metro), Ionesco (Las sillas), Voltaire (Cándido), Sichorovsky (Nacidos culpables), Gonzalo Suárez (Palabras en penumbra).

Sin actores
-¿Cómo fue lo de fundar Moma en la Valencia de hace 20 años?
-Tuve claro que si no me movilizaba, no habría posibilidad de llevar a cabo ciertos proyectos. Pertenezco a una generación que vivió el paréntesis que va de los últimos coletazos del teatro independiente a la década que le sucedió, en la que parecía que el teatro había dejado de existir, donde la intervención institucional era prácticamente nula. Por no haber no había ni actores.

-¿Qué se propuso con Moma?
-Quisimos desde el principio hacer del teatro algo cotidiano, estar en contacto con el público. Veíamos que era necesario una constante exploración y por eso, desde el principio, nos propusimos contar con una sala, un lugar de trabajo. En 1997 creamos Espai Moma.

-Usted colabora hoy con las compañías y artistas de la Comunidad Valenciana pero, ¿cuál era el ambiente artístico de laValencia de entonces?
- Bueno, yo vine de Londres, donde me diplomé en dirección de escena precisamente con un trabajo sobre Pinter. Había participado como actor en la compañía de José Luis Gómez, y luego hice seminarios y cursos por Europa, en el Odin Teatret de Dinamarca, en el Roy Hart Theatre, en Francia. Valencia era un páramo.

-¿Cuando creó la compañía formuló algunos principios por las que guiarla?
-No, y además creo que cualquier metodología férrea redunda en una afectación, que cualquier exceso de entrenamiento o formación muy específica lleva a una falta de naturalidad, de espontaneidad en el actor. Siempre he pensado que fuera nuestra propia trayectoria la que nos marcara el paso. Quizá un objetivo que la compañía sí se planteó fue la de perseguir personalizar los proyectos, crear unas dramaturgias propias y también huir de fórmulas ya experimentadas. Nuestro denominador común ha sido unir contenido y lenguaje y que todo tuviera un carácter de búsqueda.

-Quizá sería mejor llamar a Moma productora que compañía, si tomamos el término en el sentido tradicional.
-No. La compañía la fundé yo en solitario con la finalidad de reunir a una serie de personas cómplices y, sobre todo, teniendo muy claro el sentido de taller. Luego fue necesario estabilizar el colectivo artístico en un colectivo empresarial que nos permitiera riesgo, exploración con la seguridad y la estabilidad necesaria. Pero Moma no ha sido una productora. Tiene una clara vocación de teatro público aunque sea de gestión privada y constantemente ha habido personas que, como el Guadiana, han ido colaborando y evolucionando aquí. Siempre hemos intentado ser extremadamente coherentes, de forma que los intereses mercantilistas no nos impusieran la línea de trabajo, que parece ser la fórmula que impera actualmente en el teatro.

-Moma colabora con La Abadía de Madrid, donde suele exhibir sus espectáculos cada temporada ¿qué tiene en común con este espacio?
-En España hay pequeños focos como La Abadía donde se ha normalizado un teatro que prima la creación por encima de otros intereses, que entiende el teatro como servicio público y que pretende provocar nuevas inquietudes y conectar con el mundo que nos rodea. Es el teatro que defiendo.