Image: Un limbo de dolorosa belleza

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Teatro

Un limbo de dolorosa belleza

La compañía de Pina Bausch presenta en Barcelona El limpiador de ventanas

3 julio, 2003 02:00

Escena del montaje de Pina Bausch

Pina Bausch despierta pasiones. Desde hace dos semanas se han agotado todas las entradas en el Teatro Nacional de Cataluña, donde actúa con su compañía desde el 4 de julio y hasta el 7. Presenta El limpiador de ventanas, una pieza que ideó durante una residencia de su compañía en Hong Kong, coincidiendo con la devolución de la antigua colonia inglesa a China. El Cultural traza la atractiva personalidad de esta mujer viajera, silenciosa y noctámbula a través de los amigos flamencos que dejó en Madrid.

Creadora potente y obsesiva, Pina Bausch despierta filias y fobias encendidas. Gran parte de una generación de coreógrafos contemporáneos en Europa ha vivido, por lo menos en algún momento de su carrera, la influencia de la danza-teatro realizada con tanta fuerza y acertado oficio escénico por Bausch y su fiel equipo de bailarines y colaboradores. Pero todavía se recuerdan sus piezas Nelken e Ifigenia en Taúride, que hace cinco temporadas provocaron abucheos y deserciones entre el público de abono del Teatro Real de Madrid que esperaba una lectura convencional de la ópera.

Las obras de Pina Bausch no siguen una estructura narrativa ni una progresión lineal. Se construyen más bien a partir de una serie de episodios. Múltiples acciones escénicas simultáneas, imágenes impactantes, la utilización de las experiencias específicas de sus bailarines, de actividades cotidianas, de textos dirigidos a menudo al público y de una gran variedad de músicas en la banda sonora son elementos que llevan el sello reconocible de Bausch y que han pasado a formar parte de un léxico de la danza-teatro en Europa. Como ha dicho la coreógrafa, "no me interesa el movimiento. Me interesa lo que mueve a las personas. Mis obras crecen desde dentro hacia fuera".

Actitud más vitalista
Sus bailarines son a la vez consumados actores y materia prima que ella potencia a través de las preguntas que les plantea y los retos que les propone. Esta manera de trabajar requiere una fuerte aportación creativa por parte de los intérpretes, muchos de los cuales llevan más de una década en la compañía. Es una situación privilegiada pero no apta para todos. Como se preguntó en una ocasión la bailarina clásica Sylvie Guillem, "¿Trabajar con Pina Bausch? Yo no. Sería como entrar en una secta".

La exploración del lado más despiadado y desesperado del ser humano (que durante los años 80 arrancó el rechazo de la crítica neoyorquina denominando su obra de "eurotrash" o eurobasura) parece haber dado paso a una actitud más vitalista. Desde mediados de los años 80 la coreógrafa ha creado una serie de coproducciones con distintas ciudades donde la compañía reside y trabaja durante tres semanas, empapándose del ambiente local, su gente, su música, su luz y sus imágenes.

Creado a raíz de una residencia de tres semanas en Hong Kong en octubre de 1996, justo en el momento en que se preparaba la devolución de la colonia inglesa a la República China, Der Fensterputzer (El limpiador de ventanas) muestra una visión mucho más luminosa y lírica, con momentos de humor. "Lo que recuerdo de la pieza de Hong Kong," comenta Nazareth Panadero, bailarina de la compañía desde 1979, "es el viento, lo abierto del terreno, el color rojo, el darse la mano en el sentido de unirte con alguien, y el contraste entre la masa y el individuo. Tengo que decir que las coproducciones no son piezas sobre la ciudad, sino que están inspiradas en las situaciones y las experiencias vividas".

"En Hong Kong vimos lo mucho que teníamos en común con los chinos a nivel humano, con una cultura que nos parecía en principio lejana y exótica," dice la bailarina. "Entrábamos en un café y al entablar conversación con la gente nos sorprendió encontrar un temperamento casi latino".

Una montaña de flores rojas
Imágenes a destacar: una montaña de siete metros de flores de seda rojas en una esquina del escenario o el limpiacristales suspendido en el aire con su cubo frente a la tarea imposible de mantener impecable los superficies de vidrio de los grandes rascacielos de la ciudad. La banda sonora aborda todo un mundo, desde Cesaria Evora, hasta canciones y danzas tradicionales chinas, pasando por Vangelis, música gitana de Rumanía, Burt Bacharach y Dizzy Gillespie.