Dos piezas teatrales en las que se atisba una aguda capacidad de observación son la carta de presentación de Aurora Mateos, autora que con esta ópera prima se enfrenta a los vicios y virtudes de los autores noveles. La búsqueda de la propia identidad es la constante que hermana a estas dos obras, dos textos totalmente distintos. Si en El amigo de medianoche prevalece la visión femenina, expresada en un espacio cerrado y urbano, doméstico y nocturno, en Agua Mateos dibuja un presente apocalíptico ante la escasez de agua. La aventura, el desierto, el exterior y la luz se oponen al universo de la primera pieza, ya que en Agua, además, el dramatis personae es exclusivamente masculino.