Image: Algo huele a podrido

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Teatro

Algo huele a podrido

Àlex Rigola estrena el 8 de noviembre Glengarry Glen Ros, de David Mamet

6 noviembre, 2003 01:00

Joel Joan y Eduard Farelo,. Foto: Ros Ribas

Si se preguntara a los jóvenes directores europeos qué autor norteamericano vivo admiran más, David Mamet sería el elegido. De él, Àlex Rigola estrena en el Lliure Glengarry Glen Ross, con Joel Joan y Eduard Farelo. Una historia sobre el precio del éxito.

Las intenciones que àlex Rigola esgrime para poner en escena Glengarry Glenn Ross de David Mament son las de decirle al público "¿Realmente queremos parecernos a EEUU?¿Queremos vivir como los personajes de la obra?¿Ser como ellos?". A partir de sus inicios con una obra de Heiner Möller en 1996, Rigola parece seguir cierta trayectoria al elegir obras que constituyen siempre una lucha contra el poder establecido, y desde La màquina d"aigua (La máquina de agua), también de Mamet, apenas sin excepción, han conseguido el éxito y con un público más joven del que suele acudir a los teatros. Su estilo es, según dice, el de una generación que nació ya con la televisión, con las imágenes rápidas, de ritmo endiablado, que supone velocidad en los movimientos de los actores, dando a sus espectáculos una contemporaneidad que no desvirtúa el sentido del texto pero que subraya lo que hoy sigue siendo válido. Lo hizo con varias obras de Shakespeare. Para él, Julio César, Titus Andrónicus y Coriolano, son las obras del poder romano. Siguiendo en su línea, para el Grec presentará una Santa Juana de los mataderos de Brecht. Pero tanto con los clásicos como con los contemporáneos, su estética y su música es la de los jóvenes de hoy. Aquí, a los dos tiempos del espectáculo se le intercala un "entremés", una canción "punk", del grupo Sham-69: If the kids are united. La banda sonora en directo es del DJ Oriol Rossell.

Glengarry Glen Ross, premio Pulitzer (1984) fue una famosa película que, entre otros, interpretaban Al Pacino y Jack Lemon y ha sido también versionada para la televisión. Se trata de una trepidante historia de perdedores, de vendedores inmobiliarios en durísima y estresante competición que supondrá para el ganador un coche de lujo, un Cadillac, para el segundo clasificado será un par de cuchillos para la carne, para el tercero y el cuarto significará el despido, la humillación. Es la generación "yuppie" por excelencia, la que lo haría todo por dinero. Aquí, rejuvenecida en unos diez años respecto a los personajes de David Mamet. Son hombres que venden para vivir y cuya vida depende de ello. El lenguaje está plagado de tacos y palabrotas, es ágil, directo, rápido, como el tiempo que los personajes tienen para triunfar.

La gran sala Fabià Puigserver del Lliure de Montjuïc parece haberse convertido en el acogedor Lliure de Gràcia. El espacio escénico, de Bibiana Puigdefàbregas, está en el centro de los espectadores, rodeado por ellos en tres de sus lados, con un gran panel al fondo de un horizonte que sitúa sobre el desierto los espacios interiores de la acción.La estética, opina Rigola, sugiere la de Corazonada de Coppola. Es la tierra áspera e inhóspita por la que se disputan los vendedores inmobiliarios. Es sobre ese suelo irreal que se erige un restaurante chino giratorio, unos despachos de oficina, unos personajes con americana y corbata, todos masculinos. Es un mundo de hombres. Quizá como cree Rigola, porque en los años 80 en que se sitúa la acción, no había mujeres entre esos ejecutivos agresivos. Mejor para ellas si no entran en la dinámica autodestructiva de los personajes.

ágil, divertido, reflexivo
En este Glengarry Glenn Ross de Rigola, el Al Pacino del film dirigido por Gregory Mosher, es Andreu Benito, el Jack Lemmon es el televisivo Joel Joan, Eduard Farelo es el personaje de Moss, Joan Anguera es George, y junto a ellos, Víctor Pi, Joan Carreras, Oscar Rabadán, y Keith Morino. Es un espectáculo que puede ser ágil, divertido y que puede llevarnos a plantear si el éxito significa un valor positivo para la vida, si quienes lo tienen son auténticos vencedores, si el precio del éxito no es demasiado caro. O si realmente queremos aproximarnos a esa sociedad americana del éxito, que describe Mamet y que nos pone en escena ahora Rigola.