En 1982, en el Teatro Español de Madrid, González Vergel estrenaba Flor de otoño (Una historia del barrio chino) (1974), pero aunque se refiera al barcelonés barrio, aunque el texto sea bilingöe, y aunque el autor residiera largas décadas en Barcelona desde 1939, esta magnífica obra no se ha estrenado en esta ciudad hasta hoy en que Josep Costa la dirige en el Artenbrut, sacando a José María Rodríguez Méndez (1925) de un olvido extremadamente injusto. El texto -uno de los mejores de nuestra contemporaneidad- refleja dos mundos opuestos en la Barcelona de los 30 que se unen en la figura del protagonista: un abogado, Lluïset, hijo de una familia del Ensanche, que de noche, en el barrio chino, se convierte en Flor de Otoño, estrella de cabaret. Es también momento de ideologías enfrentadas que se muestran también en un texto que como toda la obra del autor refleja una realidad social inmediata; de ahí también ese bilingöismo barcelonés de los personajes.

Josep Costa, ha dirigido Flor de otoño en clave expresionista para las escenas de la burguesía, en tono de "kabaret" alemán las del mundo canalla, con cierto aire brechtiano para la milicia y la guardia civil, dejando que todo se una en esa sutil escena final de Lluïset y su madre. Todo el espectáculo tiene armonía en su diversidad, todo muestra la hábil dirección de Costa, todo fluye con interés y amenidad, adecuada la música, la iluminación, el vestuario, la sencillez eficaz del espacio escénico. Angela Jové, la madre, sabe ser esa figura simbólica y esperpéntica, imagen de cierta burguesía. Jordi Llordella hace un divertido, tierno y versátil Lluïset. El resto de actores se reparten a los casi cuarenta personajes con agilidad y convicción. El público abarrota la sala. El espectáculo es magnífico.¿Qué más se puede pedir? Quizá que los responsables de los teatros públicos lo vean y reflexionen.