Image: Rodrigo y sus hermanos

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Teatro

Rodrigo y sus hermanos

Rodrigo García estrena una nueva performance en Madrid el 22 de diciembre, Volví de comprar los regalos y le di una paliza a mi hijo

18 diciembre, 2003 01:00

Escena de Ronald, la historia del payaso de McDonald’s de Rodrigo García

Es el director español que más triunfa en el extranjero. Rodrigo García regresa a Madrid para presentar el día 22 una nueva performance, Volví de comprar los regalos y le di una paliza a mi hijo, un encargo de La Fábrica. Además presentará en Málaga el próximo mes de enero Borges, junto al director Matthias Langhoff. García encabeza una lista de creadores como Carlos Marquerie y Roger Bernat que luchan por romper la convención escénica.

Nada de esto habría pasado sin el flamenco para guiris, Tadeusz Kantor y el que fue considerado el "Rimbaud de la escena argentina": Víctor García. Ellos tienen la culpa de que Rodrigo García se dedique al teatro y de que lo haga de forma tan radical, rupturista y contestataria. El director recuerda cómo se inició en la escena: "Mis padres emigraron a Argentina, donde me llevaban a ver cualquier cosa que llegara de España, sobre todo flamenco para guiris y teatro casposo. Un día se equivocaron y me llevaron a ver Yerma de Víctor García. Yo tenía 10 años y me asusté viendo la obra: había mucha violencia, el sonido era atronador y la gente colgaba desnuda. Ahí empezó todo. Luego, con 18 años vi Wielopone, Wielopone de Kantor y pensé en dedicarme al teatro".

Autor y director, con 20 montajes a sus espaldas y la deserción de la publicidad, medio en el que empezó a ganarse la vida -"la creatividad aplicada a vender una mierda de producto no tiene nada que ver con la creación artística", dice- a sus 39 años García ha oxigenado la escena española, rompiendo convenciones y hermanando disciplinas. Su teatro huye de las representaciones y retrata la vida con mostaza, pollos reventados, palabras afiladas y cuerpos espasmódicos.

Un estilo particular
García acaba de presentar Jardinería humana y Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba en el Festival de Otoño de París, y su compañía La Carnicería tiene actualmente seis obras en gira. El número de actuaciones en el extranjero hace tiempo que superó a las que se quedan "en casa", pero García sigue trabajando en España, como demuestra este próximo montaje, Volví de comprar los regalos y le di una paliza a mi hijo, una obra encargada por La Fábrica "más cerca de la instalación que del teatro convencional. Es una pena que mis últimas producciones, de gran formato, no encuentren sitio en España. Pero tengo la suerte de hacer esta performance", dice. Al igual que en producciones anteriores como Compré una pala... o Ronald, la historia del payaso de McDonald’s la desbordante presencia de comida adopta múltiples significados. "Mis últimas seis creaciones giran sobre dónde está la comida y dónde no estuvo nunca, y lo peor: donde estuvo y ya no está. Estoy obsesionado con la desigualdad". El lugar donde se realizará la instalación se mantiene en secreto y sólo se comunicará por email a todos aquellos que soliciten su invitación en la dirección loslunes@lafabrica.com.

Además el Festival de Teatro de Málaga recupera Borges -16 y 17 de enero en el teatro Alameda-, un texto que García escribió hace varios años por encargo de la Casa de América y en el que forma equipo con el actor Marcial Di Fonzo Bo y Matthias Langhoff, que también dirigirá Sobre Borges, segunda media parte que se programará junto a la anterior.

Después de Notas de cocina, Prometeo y Acera derecha llegó El dinero, obra que marcó el punto de inflexión en su carrera, y a partir de la cual transita los territorios de la instalación, la performance y el happening. "Creo que ahí empecé a dejar de hacer teatro para hacer creaciones. Estuve a punto de dejarlo todo con esa obra ya que la gente escapaba corriendo de la sala y la prensa especializada empezó a ignorarme".

A partir de ese montaje el director va definiendo su particular y reconocible estilo, una forma de creación deudora de Kantor y Víctor García, pero también del pope de la modernidad escénica, Jan Fabre, artista al que le une la creación de fuertes imágenes sobre el escenario y la utilización de los cuerpos como laboratorio, sometiéndolos a acciones brutales. Mike Kelley, David Cronenbery y Paul McCarthy son otros referentes que él menciona.

Ese deseo de romper las telarañas de la rutina y de crear un lenguaje nuevo y sin concesiones es lo que comparten en nuestro país artistas como Carlos Marqueríe, Antonio Fernández Lera, Roger Bernat, Angélica Liddell y Elena Córdoba. Su teatro es "otra cosa" inclasificable en la tradicional gramática escénica pero más cercana a veces a la danza o la instalación. Algunos de estos artistas han colaborado juntos. Otros simplemente coinciden en festivales off internacionales.

Universos paralelos
Es el caso de Roger Bernat, que estrena esta semana en el Lliure de Barcelona La la la la la, un montaje "que va de todo eso que da vueltas en mi coco y que se concretiza en el actor", dice Bernat. El director trabaja aquí con actores como Juan Navarro, que ha participado en algunas obras de García. Aunque el director catalán cree que sus trabajos son muy distintos sí reconoce que ambos comparten "una teatralidad pendiente de sensaciones y no de narratividad y la desaparición del personaje dando una mayor libertad creativa al actor", asegura Bernat. Curiosamente el director argentino se reconoce "entusiasmado" por el trabajo del catalán.
García ha creado el espacio escénico de Plomo caliente, Monos locos y otras crónicas, Mátame, abrázame y Las islas del tiempo, las últimas cuatro obras de Antonio Fernández Lera, a quien García no duda en reconocer como una de sus influencias. "Rodrigo y yo compartimos el deseo de apartarnos de la rutina. Compartimos una visión del teatro como un arte autónomo y no como un sucedáneo de otras artes ni un ejercicio burocrático, cortesano ni cómplice. A los dos nos gustaría contratar a Gena Rowlands y nos duele el dolor humano".

Elena Córdoba es una coreógrafa y bailarina que en sus trabajos huye de la representación al mostrar "con todas sus consecuencias una acción en escena". Coincide con Rodrigo García en la presencia fundamental del cuerpo y en lo que le sucede. "A los dos nos atrae sobrepasar los límites del cuerpo para mostrar escenas reales", dice Córdoba. Sin embargo, la coreógrafa señala diferencias notables: "Yo hago montajes a través de lo que le pasa al cuerpo, mientras que la obra de Rodrigo se construye desde el pensamiento". Juntos han trabajado en obras como Rey Lear, Agamenón y Sin correa.

El gran maestro
Angélica Liddell ha creado un particular mundo muy físico y orgánico de fuertes imágenes al más puro estilo McCarthy. Liddell asegura que "formalmente Rodrigo y yo no coincidimos en nada pero creo que existe un asco común por ciertos aspectos repugnantes de la sociedad y del poder que nos empuja a utilizar los mismos referentes. Más que en mi obra sus trabajos han cambiado mi percepción del mundo".

Pero si alguien ha influido sobre todos estos artistas es Carlos Marquerie. Muchos reconocen al creador de la compañía Lucas Cranach como el gran renovador estético y formal. Marquerie -que ha diseñado la iluminación del último montaje de Liddell- es el director técnico de La Carnicería y el iluminador de las obras de García. "Creo que lo principal que nos une es el deseo compartido de un teatro libre de cargas narrativas simplistas y simplificadoras; un teatro que dialogue con la sociedad, que combata con ella con un lenguaje actual y complejo por su amplitud -asegura Marquerie-. Ambos estriamos ante dos mundos opuestos. Si Rodrigo propone una belleza sucia y dispuesta a golpear con precisión, yo estoy proponiendo una belleza reflexiva e introvertida. Pero no cabe duda que desde la mediocridad de nuestro decimonónico teatro somos almas gemelas, pero desde un universo más amplio representamos dos visiones opuestas del arte".