Image: Rottweiler

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Teatro

Rottweiler

Director: Luis Miguel González Cruz

15 enero, 2004 01:00

Una obra sobre las tribus urbanas

Intérpretes: Ángel Solo, Raul Guirao y Rafael Blanca. Autor: Guillermo Heras. Cuarta Pared. Madrid

El rottweiler es un perro, dicen, especialmente fiero, violento e instintivo. Desde esta perspectiva primaria se puede entender un personaje aparejado de símbolos y parafernalia nazi, aunque desprovisto de ideología, salvo una xenofobia compulsiva: un descerebrado, una mala bestia adiestrada para matar. Rottweiller no admite líderes ni poder constituido ni sistema. Y se mueve en un terreno fronterizo a un anarquismo degradado, lo que añade cierta confusión inquietante. A ETA, Rottweiller la ve "con dos cojones" y demuestra la necesidad de la violencia en este mundo de mierda. Rottweiler se toma a Franco a chirigota, pero grita ¡Heil Hitler! y odia a la humanidad desde un rabioso individualismo antisistema.

Hasta aquí, todo más o menos coherente, con un personaje llamado Antonio Bermúdez, pero al que Guillermo Heras apoda con el sobrenombre perruno que venimos utilizando; todo más o menos indicativo de lo que pueden ser los movimientos neonazis sin control ni ideario. Sorprende, eso sí, la apelación a la violencia institucional como la causa de la violencia marginal, de la drogadicción y la delincuencia, cuando, precisamente, estos grupos salvajes que apalean negros y violan mujeres y maricones son un refuerzo de la violencia institucional. Ahí, creo yo, habla no el personaje sino el autor.

Por eso la principal carga de profundidad de este texto de Heras, ágilmente dirigido, iluminado e interpretado, trepidante en ocasiones, es la que expresa el director del programa televisivo ángel Solo; todo el discurso de Rottweiler tiene como marco un programa de televisión: tiranía de la audiencia, telebasura política y emocional, apéndice del poder, en suma, que es lo que desquicia a este inadaptado apocalíptico que, en consecuencia, recita fragmentos del Apocalipsis. Quien acaba pagando los platos rotos es el técnico de televisión (Rafael Blanca), quizá el personaje más auténtico y menos grotesco de esta pieza.