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Image: La tienda de la esquina
La tienda de la esquina
Director: Lander Iglesias
5 febrero, 2004 01:00María Adánez
A tenor de lo visto el otro día, buen tono general de los intérpretes y entusiasmo del público, larga vida le espera en el Infanta Isabel a La tienda de la esquina que tiene sólidos fundamentos cinematográficos y contrastados. María Adánez repite la espumosa imagen de chica ingenua y bonita que dejó en El príncipe y la corista y eso se agradece siempre. También se agradece, aunque menos, o de otra manera, la firmeza de Aitor Mazo en un galán un poco tosco aunque humanísimo; y la presencia de Francisco Vidal, un tendero de corte dickensiano, entre el autoritarismo y la compasión, quizá un poco llorón a veces, pero bien. No sólo es la Navidad lo que le mueve a la piedad, sino una infausta circunstancia de cuernos que se veía venir. Frente a la viveza burbujeante de Klara-Adánez, está la bondad burocrática de Flora-Elena Dueñas, la retórica altisonante de una clienta exigente (María Jesús Hoyos). Todos dan el tono aunque brille con luz propia María Adánez. A mi no me molestaría un mundo llenos de Maríasadánez, pero junto a la ventaja de consolidar un estilo y una imagen, María Adánez corre el peligro de convertirse en un cliché con reflejos vicarios de las heroínas de cine que le encargan; cosa no deseable para una criatura tan deliciosa. Más que a la Margaret Sullivan de la película de Lubitsch, María Adánez me recuerda aquí a la Meg Ryan de Tienes un e-mail. La escenografía de La tienda de la esquina es clásica y tradicional, un trabajo compacto con tres espacios -la calle, la tienda de libros y el despacho del jefe- que se mueve con mecanismos giratorios de carrusel. Gira la escena, gira la vida y, al final, la felicidad esperada: entre pasajeras tristezas, enredos ingenuos y previsibles, e inevitables alegrías. Como Dios manda. O como la gente quiere, que viene a ser lo mismo. Prevalece una idea de confianza en el ser humano; y el malvado, trepa y traidorzuelo Lander Iglesias (Vadas), que ejerce también de director, es castigado. También como manda la ley de la justicia humana y divina.