Image: Solos ante el público

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Teatro

Solos ante el público

Ana Belén, Lola Herrera, María Jesús Valdés, Juan Luis Galiardo, Joaquín Kremel, Maite Agirre y Mario Gas representan monólogos dramáticos

12 febrero, 2004 01:00

Ana Belén. Dcha. Juan Luis Galiardo (Foto: Chicho)

Ana Belén estrena el 13 de febrero en el Palacio de Festivales de Santander Diatriba de amor contra un hombre sentado, única pieza teatral de Gabriel García Márquez. En la actualidad veteranos intérpretes como Lola Herrera, María Jesús Valdés, Juan Luis Galiardo, Joaquín Kremel, Maite Agirre y Mario Gas representan monólogos dramáticos, un género considerado por algunos como la prueba de fuego para un actor. Varias razones explican su proliferación en la cartelera, pero todos los actores citados insisten en diferenciar lo que ellos hacen de los televisivos stand up comedies.

Explica el actor, director y maestro de interpretación Denis Raffter que todo actor que se enfrenta a un monólogo dramático tiene un gran coraje, en especial a partir de los diez primeros minutos de su actuación en los que empieza a acusar lo que él llama el síndrome del General Custer: "Cuando Custer está luchando contra los sioux confía en que llegue la caballería para salvarle, pero no es así, porque él es la caballería y está solo al pie del cañón". En el monólogo la soledad es total, no vendrá en su ayuda otro actor para darle la réplica o improvisar un repente; y encima, con todos los ojos del público puestos en su persona. El riesgo es grande en este difícil ejercicio de lucimiento; exige una energía y una concentración extraordinaria al actro, pero como contrapartida la recompensa puede ser inmensa.

Proliferación
Algo de eso debe haber porque la cartelera está repleta de monólogos. Ana Belén estrena mañana en el Palacio de Festivales de Santander Diatriba de amor contra un hombre sentado, representada en varios países latinoamericanos y considerada la única pieza dramática de Gabriel García Márquez. Juan Luis Galiardo ha estrenado recientemente un texto de José Luis Alonso de Santos, Un hombre de suerte, que durante el mes de febrero gira por la red de teatros de Castilla-La Mancha y de Castilla-León. Y Maite Agirre, que a diferencia de los precedentes sí ha actuado en solitario en otras ocasiones (Molly Bloom), se ha autodirigido en ¡Puta vieja alcahueta Celestina!, adaptación escénica de la obra de Fernando de Rojas con la que inaugurará el día 27 un nuevo espacio en el auditorio Barañain de Pamplona.

A estas producciones hay que recordar las que llevan en cartel desde hace tiempo. Lola Herrera triunfa en el Real Cinema de Madrid esta temporada con un texto de Miguel Delibes que estrenó hace 25 años, Cinco horas con Mario. María Jesús Valdés volverá en marzo al María Guerrero de Madrid, a la sala de la Princesa, después de recorrer media España con Carta de amor, de Arrabal. Y Joaquín Kremel ha sorprendido por su cambio de registro con Vía Dolorosa, monólogo del británico David Hare sobre el conflicto israelo-palestino que el actor representa los días 13 y 14 en Ceuta y el 20 en Miranda de Ebro. Mario Gas, recién nombrado director del Teatro Español de Madrid, actúa los días 14 y 15 en el Cánovas de Málaga con Mi suicidio, en el que da vida al cínico autor suizo Henri Roorda. Y Gabino Diego ofrece Una noche con Gabino en el Arlequín de Madrid.

Insisten casi todos los artistas encuestados para este reportaje que lo que ellos hacen difiere de los stand up comedies, el género que ha popularizado el programa televisivo "El club de la comedia" y del que han nacido espectáculos como 5 mujeres.com o 5gays.com. La diferencia estriba en contar con un texto literario, con una estructura dramática, un ritmo y una tensión propios del teatro, además de otros elementos como la iluminación, la música y la escenografía. Sobre este asunto muy beligerante se muestra José Carlos Plaza, director de Diatriba de amor contra un hombre sentado: "Lo que nosotros hacemos no es una sucesión de chistes, de anécdotas hilvanadas, sino que este texto de García Márquez es un alarde del mejor castellano. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una obra en la que la palabra es la protagonista. Y por otro lado, esto es un monólogo -exactamente una diatriba de una mujer contra su marido, el cual aparece sentado- interpretado por una actriz, no por arribistas". Añade Plaza que Diatriba... es, además, una obra carísima, con un decorado barroco de Gerardo Vera, vestuario de Pedro Moreno e iluminación de Francisco Leal.

Comodín del actor
Se esgrimen varias razones para explicar esta proliferación de monólogos que vive la cartelera: Es un ejercicio de lucimiento para un gran actor; le permite combinar sus trabajos en cine y televisión con el teatro, ya que depende sólo de su agenda, o tenerlo de comodín para periodos de inactividad. Y por último, es un género atractivo para los programadores: no es muy costoso -con la excepción de Diatriba..., según Plaza, o de Carta de amor-, y suele estar interpretado por actores consumados.

Porque, como cuenta Juan Luis Galiardo, "por lo general, los actores que deciden hacer un monólogo son actores que se sienten probados", con una demostrada experiencia y capaces de interesar al público. Y la experiencia, la técnica, el ritmo y el carisma se consolidan con la veteranía. Y continúa Galiardo: "El monólogo es un diálogo contigo mismo, es un género difícil para entretener, aunque muy enriquecedor. Se hace a partir de cierta edad, cuando las preguntas ya no las buscas fuera de ti, sino en tus vivencias, en tu experiencia. En este sentido, es el género dramático más cercano a la realidad. Y claro, te preguntas si lo que vas a contar interesará a los demás, si serás divertido".

Si Plaza habla del monólogo como la prueba de fuego de todo actor, la idea no es compartida ni por Galiardo ni por Maite Agirre: "La trayectoria de cada intérprete es muy variopinta e influyen muchos elementos. Sí creo que es un género estrictamente teatral. Mi monólogo no es para un público de bar, no lo aguantaría, sino para un espectador de teatro". Y eso que ¡Puta vieja alcahueta Celestina! ha sido ambientada por Agirre en la taberna que regenta la casamentera. Para la actriz "quien hace un monólogo es porque le interesa mucho el tema, es un proyecto muy personal, en el que se implica bastante, y en mi caso yo firmo la dirección y el texto (adaptación a partir de la obra original de Fernando de Roja, de La segunda Celestina de Feliciano de Silva y del Libro del Buen Amor)".

Delibes, García Marquez, Arrabal, Alonso de Santos son algunos de los autores de estos textos. Porque el monólogo exige que el actor se identifique con el texto más que en otros géneros: Es su principal soporte y la estructura dramática debe estar bien construida. Así lo cree Joaquín Kremel, quien señala que en su caso "no hubiera hecho un monólogo si no me hubiera caído el texto de David Hare. A un actor le encanta hablar de cosas actuales, algo que ocurre poco en el teatro de hoy. Yo tengo esa suerte, llego a interpretar a más de 30 personajes para plantear el conflicto entre palestinos e israelitas. Y por otro lado, creo que a un actor lo peor que le puede ocurrir es instalarse en lo que ya sabe hacer, así que también lo hice porque soy muy curioso". Habla el actor de la soledad del monologuista: "No se da sólo en el escenario, lo terrible son los meses previos, los ensayos. Yo hablaba solo hasta por la calle" . Y añade que al final, acabada la función, siente un gran cansancio y un gran vacío en la soledad del camerino, pero la pieza es tan polémica que suele haber espectadores que le esperan para hablar del tema. "Algunos la ven como una pieza pro-palestina, otros pro-israelí, es curioso".

25 años monologando
Lola Herrera es la actriz que más tiempo lleva representado el mismo monólogo. Hace 25 años que lo estrenó y desde entonces lo ha repuesto cuatro veces y siempre con gran éxito y por toda España. Cuenta la actriz que "Cinco horas con Mario se estrenó en 1979 y entonces el monólogo de gran éxito que se recordaba era el que Enrique Guitart había representado 20 años antes, Las manos de Eurídice. Lo cierto es que en España es un género que se practica poco, no así por ejemplo en Argentina. Creo que no es un ejercicio fácil, es muy delicado. Yo siento en el escenario la soledad más grande del mundo, te exige una responsabilidad, una energía, una concentración inmensa para que la cabeza no se pierda. Y luego, después de la función, siento un gran vacío, tanto que dedico el día siguiente a recargar pilas. Pero lo paso muy bien, disfruto mucho y en cada época que lo he hecho he valorado aspectos distintos".