Image: Angélica Liddell

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Teatro

Angélica Liddell

“El teatro es un corral lleno de gallinas resentidas”

1 abril, 2004 02:00

Angélica Liddell. Foto: Javi Martínez

Con Angélica Liddell no hay confusión: sus obras transitan la oscuridad, lo grotesco y un sorprendente lirismo con el que ilumina el lado más oculto del ser humano. Autora, directora y actriz, Liddell dota a sus textos de puestas en escena con gran sentido plástico y visual, producto de un interesante mestizaje entre teatro y arte. Esta autora de vanguardia presenta el 1 de abril en la Cuarta Pared de Madrid Y los peces salieron a combatir contra los hombres, un monólogo protagonizado junto a Sindo Puche en el que denuncia la situación de los inmigrantes.

Y los peces salieron a combatir contra los hombres es un contundente alegato contra el aburguesamiento y el exceso de poder. Pero sobre todo es el grito furioso de Angélica Liddell contra la pobreza y la situación de los inmigrantes en España. Después de su Tríptico de la Aflicción, en el que abordaba la maternidad y la familia, la inquieta e inquietante Liddell y su compañía Atra Bilis estrenan mañana en la Cuarta Pared esta obra de temática social -que se presentó fugazmente en el pasado festival Madrid Sur-, donde entona un "Yo acuso" sin concesiones.

-Este montaje trata el tema de la inmigración, aunque usted en el texto asegura que es "una obra antisocial". ¿No es contradictorio?
-La defino como una obra antisocial porque hablo de la parte mezquina y vil de la sociedad. ésta emplea toda su energía en reconocer al débil para aniquilarlo. También es una obra anti-política. Alguien dijo que las obras no pueden ser políticas, las obras deben hablar del sufrimiento que la política causa a los hombres.

-¿A eso se refiere en el texto cuando menciona las "democracias represivas"? ¿Qué conduce a esa situación?
-Una sociedad infantil y acomodada que tolera los abusos. El poder se aprovecha de eso y convierte la mayoría absoluta en tiranía.

El autor mesiánico
-¿El dramaturgo tiene la obligación de denunciar ciertas situaciones sociales, o por lo menos de reflejarlas, o su naturaleza de artista le exime de ello?
-La denuncia no tiene que ser obligatoria, tiene que ser inevitable. Las obras surgen de un conflicto irremediable con lo real. El director ruso Sokurov hablaba de la infinita responsabilidad moral del autor que dispone durante dos horas de la vida del espectador. Creo en esa bella responsabilidad.

-En el texto se pregunta "cómo escapar de la demagogia y de la estúpida responsabilidad mesiánica del escritor, del tópico piadoso y la denuncia baba". ¿Cree que la dramaturgia actual cae en el tópico?
-Cuando se antepone la denuncia al reto artístico y estético se está cayendo en el tópico. Ni el interés social, ni el famoso interés general, legitiman una obra. Pero funcionar con tópicos es fácil. El tópico es algo que ya existe y se sabe que va a ser aceptado. Los que lo utilizan no tienen que pensar, se libran de la reflexión. El tópico es lo opuesto al pensamiento y a la invención.

-¿Es una obligación de la cultura, como escribe, "vivir para señalar a los impresentables"?
-Señalar a los impresentables no es una obligación de la cultura, es algo que debe hacer cualquiera que tenga un poco de dignidad.

La alta izquierda
-¿Podría señalar algunos?
-Los lacayos del PP, que se acaban de quedar con el culo al aire. Los Urdazi con carguitos públicos.
Creían que la democracia no iba a triunfar nunca. Me da pena que hayan trabajado con tanto miedo. También me preocupa la alta izquierda, esos intelectuales de elite a los que les importa un bledo las compañías de teatro como la nuestra. Esos sólo van a ver a Ana Belén.

-¿Cuál es para usted la "cara más siniestra" de España?
-Es la España patriotera y racista, cómplice del pensamiento totalitario, esa España ignorante y egoísta que se enorgullece de serlo. Nuestro país no ha resuelto aún el odio fratricida y el gobierno de Aznar se ha encargado de engordarlo en los últimos cuatro años. Ha proporcionado a la sociedad las claves de una retórica saturada de fascismo.

-¿Hablar de censura en democracia es descabellado? Teniendo en cuenta que sus obras no son nada complacientes, ¿alguna vez le han puesto trabas a su trabajo?
-Este espectáculo se estrenó censurado. La dirección del festival sucumbió a un pánico absurdo, hablaba de ilegalidad, de abogados, de lealtades... la verdad es que nuestro espectáculo no tiene ni rastro de ilegalidad, y de todos modos la denuncia del sufrimiento humano en cualquier obra de creación está por encima de lo legal y lo ilegal. Aquello me deprimió muchísimo. Se lanzó el rumor de que quería quemar la bandera... Era falso. Bueno, supongo que los bienpensantes oficiales también tienen derecho a equivocarse. Espero que algún día se den cuenta del error y se disculpen. Aunque siempre habrá gente dispuesta a darles la razón.

-¿Comienza con esta obra un nuevo ciclo creativo de "denuncia"? ¿Le siguen otros proyectos?
-Llamaría a este nuevo ciclo "actos de resistencia contra la muerte". Estoy pensando en convertir a Blancanieves en una niña soldado. Las guerras son como las madrastras perversas. Pienso en Sierra Leona. En los niños-bomba palestinos.

-Si tuviera que hacer una obra de denuncia sobre la situación del teatro actual ¿quiénes serían sus personajes, cuál su trama?
-El teatro es un corral lleno de gallinas prepotentes y resentidas. Estamos cargados de prejuicios y de soberbia. La falta de espacios intermedios ha provocado una batalla insufrible entre antiguos y modernos, oficiales y alternativos. Todos nos creemos importantes. No somos capaces de enfrentarnos con humildad al trabajo del otro. ¡Dios mío, si no somos nadie! Los ligamentos de Ronaldo influyen más en la sociedad que una frase del mejor dramaturgo. El lugar que ocupa el teatro en la cultura es minúsculo.

-Imagínese que le dan un cargo público en Cultura dentro del nuevo gobierno. ¿Cuáles serían sus primeras medidas? ¿Qué cambiaría?
-Hace dos años trabajaba en Port Aventura disfrazada de china para que mi compañía Atra Bilis consiguiera sobrevivir. No puedo imaginarme en un cargo público, me da asco el poder. Ni siquiera acepto ser jurado de algún premio. Cuando las cosas van mal me imagino otra vez disfrazada de china.

-Entonces, ¿el artista no se debe "mezclar" con el poder?
-La relación entre arte y poder es muy compleja. El artista que acepta un cargo tiene que aceptar las miserias del poder, y eso acaba por destruirlo. El poder, paradójicamente, conlleva una dosis de servidumbre. El poder, con respecto a la cultura debería estar en manos de intelectuales independientes, competentes, cultos, pero nunca artistas. De lo contrario se generan fuertes odios particulares de los cuales nacen los bandos, y la cultura se acaba convirtiendo en una cocina mezquina.

Vanguardia consolidada
-¿Existe hoy un teatro de vanguardia en España?
-La vanguardia española está consolidada y empieza a ser muy apreciada en Europa, aunque les pese a los resentidos. Podemos decir que el siglo XX ya ha sido asimilado. El estado ideal sería la cópula entre vanguardia y tradición.

-En la obra habla del aburguesamiento de la clase trabajadora. ¿Ese aburguesamiento también se da en la dramaturgia actual? ¿Cómo se podría luchar contra eso?
-Hay un teatro cómodo, sin aspiraciones artísticas, sin rastros de beligerancia ética, complaciente con el público burgués... Recordemos que sólo los burgueses van al teatro y la burguesía española es una de las más ignorantes de Europa. La única solución es convertirse en tábanos, como Sócrates, y si es posible escribir mejor que ellos.

-¿Acude a menudo al teatro? ¿Qué le parece el estado de la cartelera actual? ¿Qué es lo que más le interesa?
-Intento verlo todo. El Homo Politicus de Fernando Renjifo es el espectáculo más noble que he visto últimamente. La lectura de El Gordo y el Flaco de Juan Mayorga ha sido un placer. Y Roger Bernat me pareció un tío guapísimo y conmovedor. En cuanto a la cartelera teatral echo a faltar a Al Pacino haciendo un Shakespeare, la verdad. ¿Dónde están los grandes intérpretes?