Image: Rejuvenecer a los clásicos, ocho nuevos directores desafían el Siglo de Oro

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Teatro

Rejuvenecer a los clásicos, ocho nuevos directores desafían el Siglo de Oro

Carlos Aladro, Ana Zamora, Adrian Daumas, Gabriel Garbisu, Aitana Galán, Eduardo Vasco, Eva del Palacio, Laila Ripoll

10 junio, 2004 02:00

Ana Zamora, Adrian Daumas, Gabriel Garbisu, Aitana Galán, Eduardo Vasco, Eva del Palacio, Laila Ripoll. Foto: Mercedes Rodríguez

Sin una tradición en la representación de los clásicos y, por tanto, sin un modelo al que agarrarse o contra el que rebelarse, asombra que todavía surjan entre las nuevas generaciones directores interesados por el Siglo de Oro. El Cultural ha reunido a algunos de los nombres que más suenan desde hace tiempo y que, no por casualidad, este año coinciden en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, que se abre el 1 de julio. Los miembros del grupo rondan la treintena, hay una presencia muy igualada de sexos, y quizá, obligados por las circunstancias económicas, se han acostumbrado a hacer un teatro austero que se apoya sobre todo en el trabajo del actor.

No es casualidad que el Festival de Teatro Clásico de Almagro reúna este año a ocho directores que rondan la treintena y, en su mayoría, se han formado en la RESAD de Madrid. Algunos son reincidentes del festival (Eduardo Vasco, Adrian Daumas, Eva del Palacio o Ana Zamora) lo que, como explica Luciano García Lorenzo, director del Festival, "demuestra que ya hay una nueva generación de directores con interés por los clásicos, que lo han aprendido en las escuelas y que lo vienen llevando a escena desde hace unos años sin los prejuicios de antaño, esos que identificaban el Siglo de Oro con la España tradicionalista y dogmática y que veían en la fe y el honor sus únicos temas". Aunque no se puede hablar de un colectivo que comparta un estilo, sí tienen una visión contemporánea de los clásicos que huye de hacer reconstrucciones arqueológicas. Son también directores que, en su mayoría, asumen la aventura empresarial de producir un clásico, un género que no encuentra fáciles canales de distribución.

Carlos Aladro
Ayudante de dirección en La Abadía de Madrid, Aladro presenta en Almagro un recital poético sobre Garcilaso de la Vega y su tiempo que ya estrenó en Madrid el pasado año y que supuso su debut profesional en la dirección: Garcilaso el cortesano. Formado en la RESAD, Aladro ha sido actor antes que director y ha trabajado en la Compañía Nacional de Teatro Clásico en La vida es sueño, La estrella de Sevilla y El examen de maridos. A la hora de enfrentarse a una puesta en escena, cree que "precisamente la ausencia de tradición es un handicap pero también ofrece la oportunidad de elegir tu propio camino. Yo trato de aprovechar lo que me interesa de las tradiciones de los ingleses, los franceses, alemanes pero, sobre todo, indagar en el material de los clásicos". Señala las condiciones de producción como la principal limitación que sufre a la hora de trabajar con los clásicos: "un trabajo riguroso exige procedimientos adecuados y con equipos solventes y hay muy pocos ámbitos en los que a un director joven se le ofrecen ". Su interés son las tragedias, sobre todo de Calderón.

Adrian Daumas
Vuelve este año a Almagro por octava vez. El año pasado presentó El castigo sin venganza, de Lope de Vega, su primer clásico español, pues siempre se ha inclinado por el repertorio extranjero: con Shakespeare a la cabeza (ha montado cuatro), pero en el que figuran autores franceses que rara vez se ven en nuestros escenarios (Corneille, Marivaux). Estudió en Boston, en el American Repertory Theatre, y dice que lleva años familiarizado con los textos clásicos gracias a "su lectura y a asistir a representaciones teatrales desde que tengo uso de razón". Como productor de teatro clásico encuentra limitaciones de carácter económico y de infraestructuras: "Nos vemos reducidos al circuito de Festivales Clásicos, no superamos al año las 70 u 80 representaciones". Extranjeros y españoles se mezclan en sus preferencias de autores, pero le atraen especialmente "los juegos de ficciones, las tragedias de corte más clásico que conlleven ambigöedades morales, las obras que tengan un plano poético y onírico a destacar, las comedias de equivocaciones y enredos pero con una crítica social encubierta". Es el caso de las dos piezas que ensaya ahora para Almagro: Las preciosas ridículas y La escuela de maridos, de Molière. Dos obras que le permitirán subir al escenario dos dramaturgias distintas sobre un tema único: la mujer como víctima de las costumbres sociales. Para las adaptaciones, Daumas dice que "siempre intento trabajar con autores de prestigio y reputación, pero también con una sensibilidad compartida", pero añade que "el respeto al texto no significa que la obra no pueda estar también al servicio de una puesta en escena donde la literalidad del original sea trasladada a nuestra sensibilidad actual".

Aitana Galán
Se formó como actriz junto a Cristina Rota, luego comenzó a escribir sus textos y eso le llevó a estudiar más seriamente dirección en la RESAD. Aitana Galán ha estrenado nueve montajes, todos de autores contemporáneos como Paloma Pedrero, Ernesto Caballero, Laila Ripoll o escritos por ella misma. Ahora acude a Almagro con la producción que presenta todos los años la RESAD con el grupo de fin de curso. Ha elegido un raro texto de Lope de Vega, Castelvines y Monteses, que reproduce de alguna manera el conflicto familiar contenido en Romeo y Julieta. Cuenta con la ayuda de Darío Facal (Metatarso Producciones) para la dramaturgia. Dice que se siente motivada "por hacer un teatro que conecte con el público actual".

Gabriel Garbisu
Después de haber desarrollado toda su carrera como actor, sobre todo en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Garbisu da el salto a la dirección nada menos que con un Calderón: El astrólogo fingido. Su herencia y su guía son, precisamente, algunos de los directores con los que ha trabajado (José Carlos Plaza, José Luis Gómez, Helena Pimenta) y dos profesores de los que destaca "su enorme amor por nuestro teatro clásico": Josefina García Araez y Vicente Fuentes, dos especialistas en decir el verso. Porque para Garbisu las principal limitación que encierra la puesta en escena de los clásicos es "el que no ha habido una escuela que haya hecho especial hincapié con los actores en el trabajo de la palabra y más específicamente en un profundo trabajo sobre el verso". No sólo concibe la libre adaptación de los textos, sino que es "totalmente lícito, nosotros así lo hemos hecho (en El astrólogo fingido), pero respetando siempre la estructura de las estrofas".

Eva del Palacio
Dirige desde los años 80 la compañía Morboria, cuyo sello característico es una fuerte caracterización de los personajes en una onda fantástica -hoy diríamos estilo El señor de los anillos- con el empleo de máscaras y rico vestuario. Este estilo es fruto del teatro de calle en el que la compañía se inició por aquellos años (con espectáculos como Duendes, Alados, Espíritus del bosque...), para ampliar después su repertorio con textos clásicos (El burgués gentilhombre, de Molière, Sueño de una noche de verano y, más recientemente El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina). De Palacio cree que los clásicos se hacen como todo, con amor y pasión. "Hay que quitarse muchos prejuicios y también miedo. Pero hay que dejarse guiar por la intuición y por el autor, porque te das cuenta que tratas con textos muy buenos, bien construidos. Por supuesto exigen un estudio minucioso que te permita empaparte de la realidad en la que fueron escritos y de otros numerosos matices". En su aprendizaje tuvo mucho que ver su familia, "que me abrió los ojos a los clásicos" y la RESAD, "donde tuve la suerte de estudiar con Pepe Estruch". Sobre las limitaciones que encuentra, señala sobre todo la falta de espacios donde poder actuar. Es defensora también de adaptar libremente los textos. Ahora, por ejemplo, ha escogido una divertida comedia de Agustín Moreto, El lindo Don Diego, para tratar el tema de la debilidad humana ante la belleza y el valor social de las apariencias. De Palacio la ha trasladado al Madrid de los años 30 con el fin de recrear un cabaret por el que desfilan personajes esperpénticos.

Eduardo Vasco
Ha dirigido con su compañía Noviembre tres lopes (La fuerza lastimosa, No son todos ruiseñores y La bella Aurora), pero también obras de autores contemporáneos (Ortiz de Gondra y Yolanda Pallín) aunque en los últimos años parece inclinarse por los clásicos. Vasco se atreve este año nada menos que con Hamlet. El desafío no puede ser mayor, pero es un viejo proyecto larvado a lo largo de tres años con Ginés García Millán, el actor que dará vida al atribulado príncipe. "No haces Hamlet si no lo tienes", dice Vasco. Profesor también de la RESAD, es el estudio, el oficio y la creatividad lo que le guía con los clásicos: "Un conocimiento lo más amplio posible de cada autor y su época, de su tratadística para la composición y la escenificación, de los estudios históricos y filológicos, sobre los intérpretes... todo es accessible". Sobre las limitaciones que encuentra dice: "Resulta más fácil girar que mostrar en las grandes ciudades. Fuera de los cuarenta principales de los clásicos el desconocimiento de muchos programadores es serio. Los grandes repartos te obligan a realizar adaptaciones que, a veces, restan dimensión a las historias que cuentas". La versión de su Hamlet es de Moratín, autor de quien dice que está por descubrir. Respecto a las adaptaciones, cree que discutir sobre dónde está el límite es "un debate obsoleto" porque en su opinión se resuelve advirtiendo "al público si te alejas en exceso del texto".

Laila Ripoll
También a un cabaret traslada Laila Ripoll y su compañía Micomicón El Rufián Castrucho, de Lope de Vega, transformado en una versión libérrima del original que firma la propia Ripoll, Castrucho. Actriz, autora y directora, Ripoll conjuga con éxito textos clásicos y contemporáneos que lleva a escena con su compañía, Micomicón, creada hace once años. Formada en la RESAD, debutó en la dirección en el año 93 con El acero de Madrid de Lope de Vega. Con Calderón, Lope o Cervantes ha aprendido como autora y se ha curtido en la dirección. "Creo que un buen director de escena debe haber sido ‘cocinero antes que fraile’, es decir, actor antes que director".

Ana Zamora
Formada en la RESAD de Madrid y miembro en la actualidad del equipo de La Abadía, debutó el año pasado en Almagro con una deliciosa pieza renacentista de Gil Vicente, Auto de la sibila Casandra, en la que combinaba títeres y una orquesta de música antigua. Ahora vuelve con otra rareza del mismo autor: Auto de los cuatro tiempos, al que califica de "ejemplo de auténtico teatro de vanguardia": "Supongo que mi manera de abordar el teatro, desde la síntesis y la economía de recursos expresivos, tiene que ver con haber crecido a la sombra de un Festival de Teatro de Títeres como Titirimundi. Esto me hace huir de las complicaciones conceptuales y resolutivas, para intentar construir las puestas en escena desde recursos teatrales mucho más primarios". Sus preferencias se dirigen a los autores renacentistas, Lucas Fernández, Juan del Enzina o Gil Vicente, en los que encuentra "piezas de una belleza literaria delirante, escritas desde una sensibilidad con la que yo conecto muy bien y que son una joya como material escénico". En su opinión, son autores que marcan el repertorio posterior precisamente en lo que difiere del resto del teatro europeo: "en su carácter específicamente popular y nada elitista". Es de la opinión de que "hay que conocer perfectamente el material de partida para después utilizarlo como un instrumento más al servicio de la puesta en escena. Lo importante es que la adaptación sea coherente y consecuente con la propuesta".


Una compañía ¿indispensable?
Todos los directores consideran "indispensable" la existencia de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, pendiente del nombramiento de su futuro director y de la que algunos esperan que salga ya del letargo en el que parece haber caído. "Ha pasado por etapas ilusionantes, decepcioantes y lamentables", dice Vasco, "hace falta energía, pasión y dotarla de una autonomía administrativa que no limite, como ahora, su funcionamiento". "Es importantísima, pero no suficiente. Hay que poner más recursos a su disposición", añade De Palacio. "Es uno de los pocos lugares donde los actores podemos acceder a una formación de teatro en verso", explica Garbisu. "Es un momento adecuado para replantearse su naturaleza y el sentido último de una institución como esta. Volver al punto de partida para abordar su futuro", estima Zamora. El más crítico, Daumas, habla de estos "últimos y nefastos cuatro años" en los que ha sido "un teatro de exhibición de otras productoras con un repertorio casi infumable". Mientras Aladro piensa que "quizá habría que pasar de un modelo personalista basado en un solo director a un modelo dirigido por un gestor cultural pero con un equipo artístico más abierto".