Image: La cocina

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Teatro

La cocina

Director: Ramón Ribalta

17 junio, 2004 02:00

Algunos de los intérpretes de La cocina

Intérpretes: 30 actores del Teatro del Sol de Sabadell. Autor: Arnold Wesker. En catalán. Teatro Principal. Barcelona

Arnold Wesker (1932) pertenece a la generación inglesa de los jóvenes airados de los años 50. La cuina (La cocina), estrenada en Londres en 1958, es uno de sus mayores éxitos. La cocina de un gran restaurante en la que se reunen treinta trabajadores se convierte en un microcosmos que le permite reflexionar sobre una sociedad en la que no parecen existir más aspiraciones que las de tener comida, trabajo y sueldo. La obra, en el primer acto, nos muestra con gran vivacidad al estilo de Tiempos Modernos de Chaplin, y buen sentido del humor, la vida cotidiana; luego en la segunda, sabremos de las ilusiones del personal, nos enfrentaremos con distintas ideas y posturas en la vida. En el tercer acto, el director del restaurante no podrá entender la agitación de sus empleados, no entenderá que la ira de uno de ellos, en un ataque de violencia y desesperación, detenga bruscamente todo el proceso culinario. La obra es ágil, de constantes movimientos escénicos, de cortos diálogos que casi se sobreponen; es un texto que permite gags cómicos y los aúna con la belleza de algunos parlamentos, una obra en constante movimiento que pese a su sencillez, no ha perdido hoy la vigencia, sino que en algunos aspectos puede ser todavía de mayor actualidad.

¿Cómo es posible que pueda producirse un montaje con treinta actores en un teatro privado? El milagro está en ese devaluado concepto de amateur que se asocia a poco profesional cuando lo que significa es que se hace por afición, no como medio de ganarse la vida. El Teatro del Sol surgió en Sabadell en 1988 y lleva hasta ahora más de veinte producciones en su haber, siempre en catalán. Su director, Ramon Ribalta, había puesto ya en escena, La cuina en 1973. Y también Francesc Moragas, el chef, y Rosse Aymamí, entre otros, repiten como intérpretes. Ribalta ha llevado a cabo una limpia puesta en escena, creado una escenografía sobria pero capaz de facilitar y amplificar el constante movimiento de actores, y ha perfilado con acierto los diferentes ritmos de la obra en la que se perciben algunos toques brechtianos.