Image: Josep Maria Flotats y Carmelo Gómez

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Teatro

Josep Maria Flotats y Carmelo Gómez

Conspiran en "La cena" sobre el arte de la política

9 septiembre, 2004 02:00

Carmelo Gómez (izda.) y Josep Maria Flotats. Foto: Mercedes Rodríguez

El artista más afrancesado de nuestra escena, Josep Maria Flotats, vuelve con La cena, de Jean Claude Brisville, que protagoniza, dirige y produce. Una obra en la que mantiene un "tour de force"con Carmelo Gómez, quien reaparece en los escenarios tras nueve años de ausencia. Estrenada con éxito en París, la pieza reconstruye una velada en torno al arte de la política protagonizada por Tayllerand y Fouché, dos personajes fundamentales de la Francia posrevolucionaria. Llega el día 15 al teatro Bellas Artes de Madrid.

"A mí estos dos personajes me parecen despreciables, pero han aprendido a hacer del cinismo un arte. Talleyrand es el más artista de los dos, mientras mi personaje, Fouché, es un sanguinario, un mezquino, aunque se presenta como un tío simpático. En realidad, son dos señores muy elegantes que quedan a cenar y yo me imagino que la Historia del mundo está hecha de grandes cenas como ésta ". Quien habla, Carmelo Gómez, lleva casi todo el verano entregado a imitar a quien fue uno de los jacobinos de la Revolución Francesa, Joseph Fouché, un cortacabezas que bien pudo servir de inspiración a los Lenin, Hitler o Stalin del siglo XX, aunque sólo fuera por el celo que puso en la implantación del Terror tras el triun-fo revolucionario; cambió de bando tantas veces como una serpiente muda su piel: ayudó a Napoleón a dar el golpe de Estado y fue el fundador de una policía que basó su éxito en tener a la población "archivada" y espiada; más tarde encabezó el gobierno provisional tras la derrota de Napoléon y contribuyó a la restauración de los Borbones. Era conocido como "El carnicero de Lyon."

"Mierda en media de seda"
Su antagonista, Talleyrand, era un liberal de origen aristocrático, amante de la buena vida, sin delitos de sangre aparentemente, del que se decía que "era una mierda en una media de seda". Al igual que Fouché, fue un superviviente de la política que sirvió también a la Revolución, a Napoleón y a los Borbones; formó parte de doce gobiernos y su labor como jefe de la diplomacia gala sigue despertando gran curiosidad. Un personaje por el que Flotats llevaba tiempo interesado: "Es la primera vez que hago un personaje con el que a nivel moral estoy en profundo desacuerdo y eso, sin embargo, lo hace más excitante para un actor. La construcción del personaje me exige un control de los sentimientos, de decir lo contrario de lo que pienso. Es un ejercicio colosal de hipocresía, y en este sentido, es un ejemplo de arte interpretativo, pero también de diplomacia."

Pero por muy antipático que le resulte a un actor su personaje, éste debe encontrar un punto de encuentro para construirlo. Flotats explica que "por lo general, no hay problemas en hacer de fascista en una obra de izquierdas, pero no ocurre lo mismo al revés". Con ello no pretende inducir a pensar que La cena sea una obra política, de las llamadas con mensaje. Insiste el director y actor que "no es una obra de teatro político en el sentido brechtiano, aquí no hay denuncia, ni pedagogía, lo que el autor nos enseña es una verdad humana y sangrienta sobre dos personajes históricos importantísimos, hombres que pueden verse como los constructores de una primera Europa".

Por supuesto, se habla de acontecimientos históricos pero, en opinión de Gómez, la obra muestra fundamentalmente "a dos personajes que se destripan ante el público por mediación del partenaire; lo que se hace es una radiografía de dos personajes que muy bien podrían ser protagonistas de momentos que vivimos en la actualidad"; sucesos como los que han ocurrido este año en relación con la política internacional y la diplomacia francesa.

Escrita por Jean Claude Brisville (Bois-Colombes, 1922), -autor de un teatro histórico que presume de riguroso-, La cena reúne a estos dos enemigos acérrimos durante la noche del 5 de julio de 1815 en torno a una mesa. Poco antes, a ambos se les ha visto salir juntos de la fiesta que el duque de Wellington da en su palacio. Los ejércitos aliados ocupan París tras la caída de Napoleón en Waterloo y se ha creado un gobierno provisional presidido por Fouché. "Estos dos enemigos políticos tienen que pactar qué camino seguir", explica el director, "Talleyrand es un hombre más abierto que el autoritario Fouché. Es un hombre de pactos y su razonamiento es que mientras París esté ocupado, con el ejército francés destrozado, no hay posibilidad de sublevación. Hay que buscar lo más favorable para el país. él cree que hay que hacer volver a los Borbones, pero para ello debe convencer a Fouché". Pero Fouché está pensando en un golpe de Estado. "Yo creo que un tipo como Fouché es un personaje poco teatral", añade Carmelo," él responde al tipo de personas que se mueven en la sombra, que toman las últimas decisiones pero nunca es su voz la que se oye ni su mano la que se ve, un hombre opaco, tenebroso, aunque en la obra se presenta muy vital". La valoración de los actores es que a sus personajes no les mueve el interés nacional, sino únicamente el suyo propio, cómo salvar nuevamente el pellejo.

Un sofisticado decorado, ideado también por Flotats, reproduce el palacio que Talleyrand tenía en la Place de la Concorde ; la estancia muestra cierto desorden, pues hay que tener en cuenta que el diplomático había huído a Gante y su palacio había sido cerrado. Como en otras producciones anteriores del director, Albert Faura ha diseñado la iluminación que, en este caso, pretende reproducir una clima muy especial a la luz de las velas.

Actores con gancho
Flotats y Carmelo componen uno de los carteles más atractivos de la temporada madrileña. Al prestigio del actor catalán se une el de Carmelo Gómez, cuya vuelta a las tablas después de nueve años despierta una lógica curiosidad: "Nunca terminaba de encontrar algo que me satisfaciera, y a veces notaba algo de oportunismo en lo que me ofrecían; llevo tiempo intentando montar Coriolano, pero siempre me dicen los mismo: ‘¿sabes que es tener a 20 actores en escena’; ni siquiera Mérida lo ha querido. El teatro lo está pasando mal y nadie está para hacer favores. Y teniendo en cuenta que es duro, menos agradecido, peor pagado y menos propagandístico que el cine, a la mínima lo desechas: Mal hecho, porque el teatro debería ser un trabajo que el actor se impusiera". Bajo esta lógica, Carmelo Gómez rechazó inicialmente la oferta de Flotats, pero luego descubrió que había llegado el momento: "Dije no por miedo, pero no podía dejar de pensar en el texto; y luego, mis temores sobre si me sentiría como un invitado de piedra en la corte de Flotats se disiparon, hay un terreno que él respeta profundamente, el del escenario". ¿Y cómo hace Jose Maria Flotats para dirigir un ensayo que él mismo protagoniza? "No es como esperaba", señala Gómez, "dirige de una manera tranquila. Desde el principio hemos estado en el escenario para entrar luego en los pequeños detalles. El mayor problema que tengo ahora es que cuando me habla, al ser director y personaje, no sé si me enjuicia uno u otro. Pero tiene un dominio absoluto de la escena, ve clarísimo cuando el ritmo cae... Lo sabe todo del teatro".