La rebelión del mono; de dos monos, mejor dicho, pues aunque el protagonismo se lo lleve Copito de Nieve, hay otro mono, un "puto negro", que también tiene inteligencia y corazón. El papel de este "puto negro" lo borda Tomás Pozzi, en la misma medida en que Pedro Casablanc se transfigura y sustancia en el portentoso Copito, usado por Juan Mayorga para reflexionar sobre la vida y la muerte, el hastío y la simulación: un gorila sabio que deja constancia de una vida a contrapie, herido de muerte por la enfermedad y la melancolía; y rematado piadosamente por su cuidador, un espléndido Gonzalo de Castro. Excelente la interpretación de éste, pero que pasa necesariamente a segundo plano ante el insuperable Casablanc y el sorprendente Pozzi. Si Mayorga extrae hondas analogías entre la humanidad de un gorila y ciertas animalidades de los humanos, Casablanc y Pozzi asumen la morfología simiesca y con ella el instinto y el espíritu de dos monos ilustrados. Ni Copito ni el "puto negro" son unos monos tradicionales. El primero lee a Montaigne y a Montesquieu y, desde su altura intelectual, confiesa en un supremo acto de venganza que nunca ha querido a nadie, ni a niños ni a mayores ni a autoridades que lo agasajan. La venganza del mono corriente, triste por la inevitable muerte de Copito que lo despreció siempre tanto como a su cuidador, es confesar que nunca le gustaron los plátanos; que se los comía por divertir a la gente. Sarcástica, regocijante a veces ydesolada visión de la vida que Andrés Lima, el director, ha entendido a la perfección; convierte lo que por su formato pudiera parecer una obra menor en una obra mayor: un Mayorga genuino en esa frontera entre la realidad y lo fingido, que es el territorio donde el autor asienta la singuralidad de su teatro.