Image: Eimuntas Nekrosius

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Teatro

Eimuntas Nekrosius

“El teatro no puede representar un pensamiento perfecto”

21 octubre, 2004 02:00

Eimuntas Nekrosius. Foto: Luca D’Agostino

El pope de la escena lituana no conoce el término indiferente. Y eso es lo que reivindica en sus montajes, imponentes obras visuales donde el texto y el trabajo actoral son cuidados al máximo. El 21 de octubre, Eimuntas Nekrosius llega al Festival de Otoño para mostrar su personal visión de El cantar de los cantares, que se exhibirá en el Teatro de Madrid hasta el día 24.

El cantar de los cantares es una de las joyas literarias del Antiguo Testamento y uno de sus textos más polémicos. Se trata de una colección de poemas amorosos que no siempre fue entendida por la propia Iglesia -los rabinos prohibían su lectura a los jóvenes hasta que no alcanzaban los 30 años-. Isabel de Osorio encargó su traducción al castellano a Fray Luis, que fue duramente perseguido por la Inquisición. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús fueron otros espíritus sensibles a las virtudes de este texto que Eimuntas Nekrosius (Raisenai, Lituania, 1951) estrena hoy en Madrid. El gran renovador de la escena lituana, principal impulsor del Teatro Joven de Vilna y devoto de Shakespeare y Chejov, recala hoy en el Teatro de Madrid con su compañía Meno Fortas, después de la sorpresa que supuso el año pasado el Hamlet que estrenó en el Teatro Nacional de Cataluña. Su montaje de El cantar de los cantares tiene el privilegio de ser la única producción de este Festival de Otoño.

-¿Por qué decidió llevar a escena una obra basada en un texto bíblico? ¿El resultado es una pieza religiosa?
-Tengo que aclarar que no es una obra en sentido estricto sino un poema. Aquellos que escribieron este texto o que lo transmitieron oralmente nunca habrían imaginado nada más horrible que llevarlo a escena. Pero así ha sucedido: en nuestro tiempo ha habido muchos intentos de escenificar este texto perfecto a través del teatro, la danza, la música, etc. Sin embargo, todos han sido excesivamente cautos a la hora de transmitir su esencia. El problema de los textos bíblicos es que no ceden fácilmente a distintas interpretaciones porque son totalmente perfectos. A lo largo de mi carrera he producido y representado muchas obras en las que todo estaba escrito de forma tan correcta dramatúrgicamente que no dejaban ni un margen de error. Con este Cantar de los cantares me interesaba llevar a escena algo que parece imposible a primera vista, debido a la perfección del texto.

-¿Qué dificultades surgen de un texto de estas características?
-El problema es que los creadores que se han acercado a esta obra en el fondo se han sentido abrumados por la responsabilidad. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento contienen pensamientos tan perfectamente expresados que ninguna composición musical, película o puesta en escena ha podido estar a la altura para comunicar esos textos. En esa batalla, el teatro siempre va a perder porque un pensamiento es algo perfecto que nunca podrá ser escenificado tal y como es.

--¿Esta obra será entendida de forma muy distinta entre un público religioso y otro no creyente?
-No, no lo creo.

Montaje minimalista
-¿No cree tampoco que será polémica? Todo lo que atañe a la religión suele ir acompañado de convicciones profundas y encontradas...
-Puede que sea polémica, pero de serlo dependerá de la actitud de un espectador concreto ante este trabajo.

-Los personajes del rey y la shulamita son considerados por los creyentes como metáforas de Dios y del alma humana. ¿Tienen el mismo sentido en su obra?
-He intentado desarrollar esa metáfora hasta cierto punto. Pero lo que realmente me interesaba era trasladarla a un lenguaje comprensible para todos los humanos, convertirla en sentimientos que todos y cada uno de nosotros hayamos experimentado alguna vez. Yo no manejo abstracciones, en su lugar utilizo lo que es familiar para mí y para mis actores, aquello que alguna vez hemos experimentado. La base de nuestro trabajo siempre son los sentimientos y la emociones. Y la religión también es un sentimiento.

-El cantar de los cantares es una colección de poemas nupciales, amorosos, que pueden ser interpretados como poemas místicos pero también como cuentos eróticos. ¿Qué sentido les ha dado usted?
-Para mí es un cuento de amor y el amor tiene muchos ángulos, incluyendo el erótico. Pero la trama
realmente es muy sencilla.

-Su teatro es muy contundente visualmente. ¿Cuál es la imagen más significativa de esta obra?
-La verdad es que hasta para mí es difícil elegir sólo una imagen.

-El cantar de los cantares ha sido un texto muy polémico por la distintas lecturas que de él se ha dado la Iglesia. ¿Qué elemento de peligrosidad vieron en él? ¿Sigue siendo en la actualidad tan peligroso?
-Puedo imaginar por qué cuando apareció, de forma escrita u oral, fue tan polémico. Seguramente se consideró una obra indecente e impropia que sorprendió por su apertura y modernidad. Se prohibió durante años y se transmitió mediante susurros, como una fruta prohibida y deseada a la vez. Toda vida se nutre de sentimientos e instintos y El cantar de los cantares es un poema del corazón. En la actualidad puede ser considerado un texto verdaderamente ejemplar. Sería maravilloso que la realidad de nuestras vidas contuviera al menos una pequeña parte del espíritu de este texto. Pero desafortunadamente no es así ni será nunca.

-¿Se siente como un moderno Salomón reescribiendo escénicamente esta obra?
-No existe comparación posible. Un hombre es demasiado pequeño comparado con la infinidad de este texto.

-Teniendo en cuenta que España es un país laico constitucionalmente pero católico socialmente, ¿cómo cree que va a ser aceptado el montaje?
-Mi obra es un intento pequeño y humilde de abrir una página de ese libro. Es un montaje minimalista que me gustaría que fuera entendido en España.

-En países como Francia los símbolos religiosos han sido prohibidos en las escuelas públicas. ¿Cree que este tipo de medidas contribuyen a incrementar los fanatismos religiosos?
-Hemos convivido con la religión durante muchos años, y los cambios repentinos de actitudes y puntos de vista nunca pueden producir efectos positivos. La esencia no yace en la religión, en sus atributos o símbolos, sino en las propias personas. Los argumentos, las razones, se deben buscar en uno mismo. Creo que, en general, las tradiciones deben ser respetadas y aunque las intentemos cambiar no podemos anular o modificar su esencia. Actitudes como éstas sólo sirven para que creamos que podemos cambiar algo.

Recuperar la envidia
-¿Cómo se percibe el teatro europeo desde la escena lituana? ¿Está de acuerdo en que el teatro también se está globalizando?
-Durante la última década en teatro y en otras expresiones artísticas -arte visual, cine, música...- se ha desarrollado una actitud de asimilación. Todo ha sido "asimilado" y una especie de "Euro-standard" ha emergido. En la última década también se puso de moda la palabra "agradable", de tal forma que todo el mundo sabe hacer cosas "agradables" y, por supuesto, también los directores de teatro, que han aprendido a dar coherencia a las escenas de forma "agradable", a trabajar con luz, sonido y proyecciones. Sin embargo, no es bueno obsesionarse por la tecnología porque se termina olvidando al actor. Y eso es lo que ha pasado: en la actualidad, el intérprete ocupa el segundo o el tercer plano en el teatro. Lo realmente importante, por lo que acudimos al teatro, es por el actor, por sus emociones y sus experiencia, y es su personal interpretación lo que debemos valorar más. Conozco muy pocos directores que tenga su propio y distintivo estilo. Un artista es alguien que tiene su propia entonación, su propia voz, y no se ha unido al "eurocoro".

-¿Qué le gustaría recuperar para el teatro?
-¡La envidia!, ese sentimiento que tienes cuando te sientas en el patio de butacas y sientes absoluta envidia de lo que ves, desde el primer minuto hasta el último. La envidia, que es un sentimiento humano, significa que la actuación no te ha dejado indiferente.