Sorprende un poco oírle a Ruth Steiner preguntar por la salud de su amiga Susan Sontang cuando aún resuenan campanas funerales por la gran escritora. Hay que suponer que a los responsables de este montaje no les ha dado tiempo a actualizarlo. La verdad es que no importa demasiado para la sólida estructura de Historia de una vida. Además, para entonces, tanto Luisa Martín (Ruth) como Silvia Abascal (Lisa) han empezado a desplegar ya su imponente capacidad de seducción escénica; la primera con los argumentos incontestables de su firmeza de actriz madura rica en matices; la segunda, con una conmovedora y hermosa juventud de actriz en ascenso. Por encima de la aproximación al hecho de la escritura, está la presencia del triunfo y del fracaso. En este aspecto, el autor no se limita a una teorización en abstracto sino que actúa con vigor y crueldad en dos personajes: Ruth y Lisa que han tenido la suerte de encontrarse a dos intépretes en plenitud. En medio de la inocencia inicial y la devastación final, el afianzamiento de una idea de traición y expolio. Y, sobre todo, una actriz soberana, Luis Martín, y otra que llegará a serlo, Silvia Abascal.