Image: Nacho Duato

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Teatro

Nacho Duato

“Nos hace más falta un teatro para la danza que una compañía de ballet clásico”

27 enero, 2005 01:00

Nacho Duato. Foto: Mercedes Rodríguez

Tras quince años al frente de la Compañía Nacional de Danza, Nacho Duato está orgulloso del nivel artístico y técnico alcanzado por su formación, con el que ha ganado el difícil reconocimiento de público y crítica. El 27 de enero vuelve a la Zarzuela de Madrid con un programa que incluye Cautiva, Falling Angels y su nuevo trabajo Diecisiete.

A pesar de la intensa actividad y el nerviosismo que implica un estreno, a Duato se le ve tranquilo. Puede que algo tenga que ver su inmersión en la filosofía zen y en la cultura oriental que se refleja en su nuevo trabajo; él lo explica porque se encuentra en una etapa de madurez personal y artística que le permite afrontar su labor con una mayor serenidad. Tras quince años al frente de la Compañía Nacional de Danza (CND), el coreógrafo critica y recibe críticas con la misma actitud de siempre: no tiene que demostrar nada a nadie, le basta exhibir a la CND. Muestra su satisfacción por el buen nivel de formación y el grado de compenetración de sus bailarines, y mantiene firme su reclamo de un teatro dedicado a la danza.

-¿Cuál es el origen de Diecisiete?
-Los haikus japoneses tienen diecisiete sílabas. Un libro de haikus preciosos cayó en mis manos, leí también una novela que trataba de estos poemas. Luego estaba con Sergi Caballero, el director del Sonar, que en ese momento se celebraba en Japón. Hubo toda una serie de circunstancias que coincidieron para que este ballet se hiciera ahora.

-Ha seleccionado tres haikus ¿por qué estos?
-Son tres pero podían ser 300. Cogí esos tres que hablan de lo efímero de la nieve y la comparan con lo efímero de la vida. Cuando salen las cigarras sabes que es un haiku de verano, cuando sale la nieve es un haiku de invierno, cuando salen las cerezas es un haiku de primavera. Las cuatro estaciones del año han tenido mucho que ver a la hora de hacer la música y están presentes de una manera sutil en el ballet.

El ballet es mi terapia
-¿Cómo plasmar esa sutilidad de los haikus a través del cuerpo?
-El ballet es poesía. Con el ballet lo único que hago es tratar de comprender y de estar en contacto con esa otra cosa que no se sabe lo que es. A veces me preguntan si soy religioso, si medito. No me hace falta, en mis ballets encuentro mi terapia, mi mística. Es verdad que la cultura oriental no es como la occidental y me gusta investigar por allí. Aquí vemos la muerte con miedo y allí es simplemente un paso a una vida más. Como dice el haiku "hoy es el día de mi muerte allí en el paraíso". Es una maravilla. Hablar de la cigarra o de una gota de agua. Es decir algo sin decirlo. Nunca está el "yo" en un haiku, nunca se habla del presente, siempre se habla, y con mucha distancia, de cosas que aparentemente no tienen importancia. Mientras que en nuestra cultura yo soy el centro del universo, hablo de mí y de mis problemas.

-En Diecisiete utiliza la música de dos compositores contemporáneos de perfiles muy distintos.
-Pedro Alcalde y Sergi Caballero han trabajado juntos en esta pieza. Recogieron sonidos de Japón, ruidos de pájaros, de cigarras, de nieve, han entrevistado a japoneses preguntándoles qué significa la nieve para ellos. Es una música, una sonoridad muy distinta a la que hemos utilizado hasta ahora y eso ha hecho aflorar otro tipo de vocabulario.

-Como por ejemplo...
-Hay partes que son mucho más lentas, momentos en los que juego más con la luz, con el escenario. Me atrevo más a no hacer nada. Aunque hay momentos muy complicados, hay otras partes donde se trata más de una composición, como un cuadro.

-¿La considera una pieza de madurez?
-Sí, pero yo creo que he hecho piezas muy maduras desde hace tiempo. Jardí Tancat, mi primera coreografía, lo es y la hice cuando tenía 23, pero si lo hubiese hecho con 33 estaría muy bien también. Eso sí, ahora afronto mi trabajo con mucha más madurez. No estoy tan inseguro conmigo mismo, tan alerta sobre "qué pasará, qué dirán".

-¿Qué balance hace de su trabajo al frente de la CND?
-Realmente lo que he hecho, después de un bache muy al principio, es muy predecible. Ayer alguien me comentaba "¡Quince años! ¿Cuánto tiempo más?" No sé cuánto tiempo más. Mientras la compañía se siga desarrollando, los bailarines cada vez estén mejor técnicamente y la relación con el Ministerio y con mis técnicos sea buena, tenemos contratos para actuar en los mejores sitios del mundo... yo me divierto y mis bailarines se divierten. Acabo de coger a uno de la Dos (la compañía joven de la CDN) que ha terminado sus dos años. Parece que el engranaje funciona.

-¿Tiene la sensación de que le faltan cosas por hacer?
-Claro que faltan cosas por hacer. Un espacio para la CDN 2 para que no tengan que entrar a trabajar a las cuatro de la tarde y salir a las diez de la noche. No tiene sentido que el Ministerio todavía no me haya dado un espacio para una compañía que ha estado desde hace siete años actuando en los mejores sitios del mundo, donde todos los que han pasado por la compañía ya están trabajando. Esto en otro país habría tenido una respuesta. También necesitamos un teatro para la danza. Ahora terminan la sede para el circo. A mí me encanta el circo, está muy bien y yo sé que en Navidad se llenan los circos y recaudan mucho más dinero que el ballet. Pero si el circo tiene su sede, coño, la danza la merece también, ¿no? El Auditorio es la sede de la música y el Teatro Real es la de la ópera.

Mi contrato lo firma el público
-Pero ha conseguido situar a la CND en la programación del Real.
-Si ve la programación de danza que hace el Real es para echarse a reír. No hay, y lo que hay no tiene ni pies ni cabeza. Además, las entradas son muy caras y el público que me gustaría no viene. A mí me cae muy bien Emilio Sagi y sé que se enfada porque digo lo que le estoy diciendo. Ahora voy a bailar cuatro días en el Real, días metidos con calzador. En el Théatre du Chatelet de París tengo tres semanas para mi solo. En Nueva York, en el State Theater, diez días. En el Real, simplemente no hay interés. Esta compañía, como la de a lado (el Ballet Nacional de España), tendríamos que estar allí por lo menos dos temporadas. Da lo mismo que llenemos o no. ¿Cree que se gana dinero con el Reina Sofía?

-Ha convivido con tres administraciones. ¿Cuál es la clave?
-Creo que el hecho de que mi contrato, aparte de que pasa por la ministra, lo firma el público, me lo dan los españoles que pagan la Compañía. Si estamos aquí tanto tiempo es porque llenamos teatros, estrenamos siete u ocho coreografías nuevas al año. Esto el público lo valora y me imagino que el Ministerio también. Por eso he seguido tanto tiempo. No sigo porque salga mono en las fotos o porque sea amigo de alguien, encima no soy amigo de nadie del Ministerio. Es más, cuanto menos piso el Ministerio, mejor.

-Hay quejas de que en su repertorio no hay variedad de voces.
-Está bastante cerrado que el próximo año venga Wim Vanderkeybus para crear una obra. Estoy hablando también con Edouard Lock, también vendrá otra vez Jacopo Godani. Chevi Muraday, ángel Rodríguez y Tony Fabre harán nuevas creaciones para la CND 2, también Amaury Lebrun. Estrenaremos en abril en el Real una creación de Mats Ek. Todo en menos de un año. No está nada mal.

-Le critican que no incorpore obras de coreógrafos españoles.
-Chevy ha estado, Angel ha estado, Ramón Oller. Patrick de Bana está en Valencia con su compañía. Nicolo Fonte, que era bailarín de la compañía, trabaja por todo el mundo. Angel Rodríguez está haciendo coreografías en Alemania. Quiero decir que aquí se les ha dado talleres, han estado aquí bailando, han conocido a coreógrafos.

Cómo gastar el dinero público
-Las críticas han venido por no incluir obras de otros coreógrafos españoles. ¿Cree que una compañía nacional tiene una responsabilidad política además de la artística?
-Claro que la tiene y soy consciente de ello. Primero, consciente de que es un dinero público que me lo gasto abiertamente, que todo el mundo sabe a donde va cada euro sin ningún déficit. Pero la política no se puede mezclar con lo artístico. No se puede gastar dinero público en algo que no tiene la calidad que exige la compañía.

-España sigue sin una compañía de ballet clásico. ¿Hace falta?
-Nos falta más un teatro para la danza que una compañía de ballet clásico. A ese teatro podríamos invitar a compañías. El Real no quiere compañía. Si yo me gasto unos 600 millones, una compañía de clásico como mínimo necesita 1.200 millones, sin contar lo que cobran las primeras figuras invitadas. Y eso, si se quiere tener una compañía de clásico normalita, para que se callen; así que más vale no tenerla. Ha habido intentos de hacer clásico, pero ¿dónde esta esa cantera, el alma de una compañía de clásico? No hay escuela, no hay dinero ni sitio. ¿Cada cuánto sale una Tamara Rojo o un ángel Corrella? Son casos especiales.

-Con una compañía aquí estos talentos no tendrían que irse fuera.
-Pedro Duque también se queja de que aquí no tiene dónde trabajar. Si la quieren hacer, yo estaría encantado. Dentro de unos años, cuando Corella, Tamara Rojo o Lucía Lacarra hayan terminado de bailar, a lo mejor pueden venir aquí y enseñar todo lo que han vivido, lo que han sentido. Ahora mismo no hay gente que puede enseñar y formar compañía.

-¿Dónde se ve dentro de cinco años?
-No lo sé, a lo mejor lo he dejado y me dedico sólo a coreografiar. Me han llamado cuatro veces de los tres ballets que se han unido en Alemania para que dirija la compañía en Berlín y he dicho no. Yo ya no me voy a otra compañía. ¿Para qué? Empezar con una compañía nueva, en el norte de Europa, con un frío que pela, con lo a gusto que estoy aquí con mis amigos, cerca de mi familia. Dentro de cinco años puede que sea momento de estar un poquito más relajado. Tengo unos asistentes maravillosos y a lo mejor uno de ellos pueda tomar las riendas. Pero no me gustaría irme del todo porque si me voy, tal y como está escrito, me voy con todo mi trabajo.