Sanchis Sinisterra
Quiero dar un aldabonazo sobre el comercio de armas
14 abril, 2005 02:00Sanchis Sinisterra. Foto: Mercedes Roidríguez
Con el título de Misiles melódicos, José Sanchis Sinisterra se interna en el musical para ofrecer su versión del "No a la guerra" y agitar conciencias. El Centro Dramático de Aragón estrena mañana, en el Principal de Zaragoza, esta tragicomedia que persigue la estela de Bertolt Brecht tanto en su forma como en su fondo. Lo dirige el argentino David Amitin y la música es del cantautor aragonés Gabriel Sopeña.
-Supongo que no es arbitrario la elección de este género híbrido entre la comedia y el cabaret brechtiano para hablar del negocio bélico.
-Creo que la deuda más clara la tengo con Brecht. La obra surgió al coincidir dos ideas: por un lado, empecé a conocer el horrible negocio de las armas y, por otro, tenía curiosidad por acercarme al musical. Yo ya había hecho un espectáculo de teatro-danza, Bienvenida, que ha sido mi única incursión en lo que yo llamo el género danza-drama. Desde entonces me quedó el capricho de hacer algo donde la música fuera dramáticamente necesaria. Pensé en hacer una ópera de cámara, pero luego dándole vueltas me aconsejaron que quizá tendría poco alcance y que un musical tendría mayor repercusión. Y como soy tan ignorante de la ópera como del musical no tuve problemas en cambiar. Así que mi referente inmediato, en la medida de que ignoro todo sobre la comedia musical americana, es papá Brecht.
-¿Cómo se escribe un musical?
-En mi caso tenía la idea del libreto y me reuní con Gabriel Sopeña en una fase bastante inicial. Sopeña fue la persona en la que pensó el Centro Dramático de Aragón (CDA), que dirige Paco Ortega, para la música: poeta, cantautor, es una persona que ha trabajado en el mundo de la música y la literatura y que, por tanto, lo he sentido muy próximo. Yo le iba enviando el material y él iba trabajando.
-¿Y ese final ex-machina?
-Como le digo, mi referente es Brecht y cuando ya me estaba acercando al final se me ocurrió la peregrina idea de hacer aparecer al Séptimo de Caballería; me alarmé y me dije: es un final por los pelos. Pero volví a leer La ópera de dos centavos, que ofrece un final escandalosamente artificial. Porque no es la fábula lo que importa, sino la temática; me interesa que permanezca en la conciencia de los espectadores.
"No a la guerra"
-¿Es esta obra su contribución al movimiento "No a la guerra"?
-Bueno, si quiere, puede considerarlo así. Soy contrario no sólo a la guerra, sino a todas las guerras, no sólo a las que están cerca geográfica o cronológicamente. Pero como le digo, la raíz de este espectáculo viene de antes, cuando el libro Las armas de la democracia, de Viçens Fisas, cayó en mis manos, un libro que se publicó en los 80 y que despertó en mí la alarma sobre el comercio de armas. Luego he estado en contacto con él, pues dirige la cátedra de la Unesco de la Pau , en la Universidad de Bellaterra, que me ha facilitado documentación.
-¿Existen las compañías que se mencionan? ¿Por qué la empresa de armas y sus directivos son vascos, personajes por otro lado muy vodevilescos?
-Algunos nombres son reales y otros han sufrido una pequeña deformación. Si relee las obras de Brecht también le parecerá que los personajes están llevados a la caricatura, a lo grotesco. ¿Y por qué son vascos? Pues porque la mayor parte de la industria armamentista española es vasca. De todas formas, mi interés era dar un aldabonazo en la conciencia colectiva sobre este tema, así que me he permitido esquematizarlo o simplificarlo.
-Usted toma partido en esta obra, opta por un enfoque político del asunto ¿No teme que su visión disguste a un sector del público?
-Nunca he escrito teatro para gustar a todos los públicos, tanto si es político o no. Escribo para buscar afinidades. Para mi sería problemático gustar a todos. Ya me imagino que Terror y miseria en el primer franquismo molestó a mucha gente, aunque no creo que fueran ni a verla.
-No resultó fácil ver esa obra, no se exhibió en los teatros.
-La vieron 2.800 chavales de los últimos cursos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y 1.800 o 2000 adultos. El público de teatro no es sólo el que va a los teatros y a mí me interesa mucho buscar otros públicos. De hecho, la idea de Misiles Melódicos esta también conectada con la posibilidad de que Amnistía Internacional u Oxfam la aprovechen para apoyar campañas. Creo que es una idea que el CDA tiene en cuenta.
-Antes de Terror y miseria...usted había iniciado una trilogía dedicada a las Artes (El lector por horas , La raya en el pelo de William Holden)...
-Sí y Misiles melódicos, que está dedicada a la música, es la tercera. Bueno, son trilogías muy laxas. A veces veo un cierto nexo entre unas obras y otras. Por ejemplo, ahora trabajo en una trilogía sobre la mente. La primera obra, La máquina de abrazar, aborda el tema del autismo y todavía no se ha estrenado, pero sí la segunda: Flechas del ángel del olvido, sobre la amnesia, que ahora está en la Rialto de Valencia. Y la tercera parte de esa trilogía será sobre las personalidades múltiples. Pero ya digo que la idea de las trilogías es muy elástica.
-Me parece ver en Terror y miseria (obra por la que le concedieron el Premio Nacional de Literatura Dramática 2004) y en Misiles melódicos que su teatro ha tomado un sesgo más de denuncia ¿es así?
-No creo. Ya le digo que Flechas... está ambientada para más lío en un futuro y lo que se percibe es la denuncia de un sistema, pero en abstracto. Y La máquina de abrazar también tiene algo político porque no me puedo quitar de encima la desazón que me producen determinadas cosas, pero es una obra que trata del enigma del autismo. No, no... yo sigo moviéndome en varios terrenos. Ocurre que Brecht es una figura recurrente y me pasa no sólo con él. Lo bueno de madurar es que descubres lo bueno que es la relectura, autores que considerabas superados los relees y encuentras dimensiones que te sirven para seguir creando. Es la virtud de los clásicos.
-¿La elección de David Amitin para dirigir la obra ha sido a propuesta suya?
-No, no es exacto. Me lo sugirió Paco Ortega y yo tenía muy buenas referencia suyas.
-Lo digo porque tiene fama de ser un autor difícil de contentar con los directores de escena
-Ese es uno de los mitos que circulan sobre mí por ahí y que algunas personas hacéis circular.
Tregua de dos años
-Es dramaturgo asociado del Centro Dramático Nacional (CDN) ¿en qué consiste su labor?
-Somos un triunvirato, Juan Mayorga, Luis García Montero y yo. Gerardo Vera (director del CDN) lo plantea como dramaturgos a los que puede recurrir para colaboraciones distintas sin que nos sintamos comprometidos. No es una figura contratada. Ahora, por ejemplo, Gerardo nos ha encargado algo sobre el Quijote y estamos trabajando en torno a una propuesta de Mayorga.
-Usted ha sido crítico con los teatros públicos por su escaso apoyo a la dramaturgia española actual. Ahora que han cambiado los directores, ¿cómo ve el panorama?
-Creo que en Madrid, tanto el CDN como el Español están introduciendo nuevos aires, hay gran voluntad de escuchar. Gerardo es muy buen escuchador y, por lo tanto, habrá una diversificación de las propuestas. Pero cuando se notará más es cuando esté abierta la Olimpia, que es donde va a poder apostar por la nueva dramaturgia.
-Si se refiere autores españoles no parece que haya habido muchos cambios: esta temporada el CDN ha programado a Mayorga, que ya lo estrenó el equipo anterior, y queda Raúl Hernández para la sala de la Princesa.
-Creo que es un poco prematuro para hablar ¿no le parece? Yo creo que a un director de un Centro Dramático habrá que dejarle que diseñe por lo menos dos temporadas seguidas.