Image: Los pilares del absurdo

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Teatro

Los pilares del absurdo

Pérez Puig estrena por tercera vez "Tres sombreros de copa", de Mihura

8 septiembre, 2005 02:00

Ángeles Martín es Paula, uno de los 20 personajes que desfilan por la comedia

Gustavo Pérez Puig descubrió en 1952 a Mihura y Tres sombreros de copa gracias a un libro que Gila le prestó. Desde entonces, el idilio del director con la obra no ha parado, como demuestra que estrene el 8 de septiembre, en el Príncipe Gran Vía de Madrid, y por tercera vez la comedia con la que Mihura anticipó el teatro del absurdo. Es el homenaje a un autor del que este año se cumple su centenario.

El tres debe ser el número de la suerte de Gustavo Pérez Puig y Miguel Mihura. En tantas ocasiones pidió el primero al autor que le permitiera dirigir Tres sombreros de copa y otras tantas, como San Pedro a Jesús, el segundo se lo negó. Hasta que le dijo que "sólo iba a hacer una función, con un grupo de universitarios". Entonces el maestro transigió, la obra fue un éxito que lanzó las carreras de ambos y, ahora, 53 años después del estreno, el director vuelve a hacerla por tercera vez, coincidiendo con el centenario del autor.

El regreso a Tres sombreros de copa supone la vuelta al teatro de Pérez Puig. El director y productor ha estado alejado año y medio de los escenarios tras su salida del Teatro Español de Madrid, donde estrenó las dos versiones anteriores de la obra de Mihura. Aunque habría que decir la única, pues el montaje de 1992 fue repetición del de 1952 con "unos medios técnicos más modernos, pero con el mismo espíritu", como sucederá con el de ahora en el madrileño teatro Príncipe Gran Vía.

Tres fechas y una misma obra
La insistencia del director se debe a un hecho muy simple. "Lo que funciona bien, no hay que tocarlo", es la máxima de Pérez Puig, quien no teme al paso del tiempo sobre la primera obra de Mihura. "Hace poco vi la grabación de la función de 1992 y me moría de risa", confiesa, mientras recalca que la comedia "es tan actual como cuando la escribió en 1932". Tres sombreros de copa se conserva "espléndida, luminosa y sorprendente", gracias al tema que trata y la manera de hacerlo. "Si haces una comedia de actualidad sobre Felipe González, cuando deja el poder no tiene efecto ninguno, pero si la haces sobre temas universales como el amor inesperado que te abre las puertas de un mundo desconocido, en una sociedad estúpida la obra sigue viva. Y si, además, el texto tiene un lenguaje vivo, brillante y divertido, lleno de ritmo, se convierte en un clásico al que no hay que tocar nada". Tan sólo acercarse con gran respeto y presentarlo de manera muy seria, totalmente natural, a lo Buster Keaton, pues si alguien pretende "ser gracioso convierte la obra en un circo" que no tiene nada que ver con "el humor sutil, blanco, que evita ofender de Mihura".

Esas armas le sirvieron al autor nacido en la madrileña calle de la Libertad para iniciar el teatro del absurdo unos 20 antes de su nacimiento oficial en París. Pérez Puig encuentra "los cimientos de Ionesco" en la obra, con la diferencia de que "en Mihura hay siempre un hilo argumental del que tirar" que, en esta caso, es "la crítica a la sociedad española de la época", personificada en unos personajes ridículos confrontados con el mundo mágico del music-hall.

Coll, colaborador especial
El director espera enganchar con semejantes bazas a la sociedad de ahora. Pérez Puig confía en conectar tanto con "el público mayor como con los jóvenes" gracias a un reparto encabezado por ángeles Martín, en el papel de Paula, y Cipriano Lodosa (Dionisio), además de la participación de José Luis Coll como El odioso señor. Para los jóvenes espectadores, cree el director que la comedia puede suponer el descubrimiento del "mejor comediógrafo español del siglo XX" a pesar del "ocultamiento" al que está sometido, ya que "por no tener no tiene ni una placa en la casa donde nació" pese a su importancia en el teatro español.

Algo parecido a lo que ocurrió tras su estreno absoluto, en 1952. El director confiesa que "tenía fe en la obra, pero no tanta" como para prever lo que sucedió el 24 de noviembre de 1952. Al joven Pérez Puig, que tenía 21 años, le proporcionó un contrato para dirigir la compañía de Luis Prendes y a Mihura le sirvió para debutar en solitario tras las, -otra vez el mismo número-, tres obras anteriores que había escrito con Joaquín Calvo Sotelo, Tono y álvaro de la Iglesia. Y el éxito conseguido le supuso sacar del cajón donde dormían otras tres piezas, amén del inicio de la carrera interpretativa de actores como Juanjo Menéndez, Agustín González y Fernando Guillén, entre otros, protagonistas de la escena española del último medio siglo.