Teatro

Shakespeare’s eleven

Portulanos

12 enero, 2006 01:00

Hoy, cuando se hace Shakespeare, y, en general, el teatro del XVII, los personajes van casi siempre con traje de Cortefiel y zapatos italianos. Tiene uno la impresión de que van a robar un casino, pero sin Las Vegas ni Julia Roberts. Argumentan que, como es un mecanismo modernizador, la obra nos resultará más cercana... La utilización de vestuario contemporáneo para vestir a personajes de otras épocas empezó a convertirse en una auténtica plaga en los años setenta. Aunque lo habían aprendido de la generación anterior: de Tyrone Guthrie, que la practicó desde los años 30; de Orson Welles, que en esa misma década vestía a Julio César como a Mussolini; de Brecht, naturalmente, que modernizaba a Coriolano y a Eduardo II. Claro es que antes que ellos lo habían hecho Edmund Kean y David Garrick, y antes... ¡Qué caramba! ¡Si siempre se ha hecho así, desde el propio siglo XVII! Aunque en su caso se debía a una razón objetiva: aquellos primitivos actores no tenían ni la más remota idea de cómo eran realmente un romano, un normando o un merovingio, puesto que la arqueología aún tardaría siglo y medio en ser inventada; en este sentido, el principio de verosimilitud les importaba muy poco.

Creo que lo que nosotros podemos aportar es precisamente ese sentido histórico del que ellos carecían. Las minuciosas reconstrucciones de Chereau en La reina Margot, de Olmi en El oficio de las armas, o de la serie televisiva Roma me parecen ejemplares. Se me argumentará que se trata de películas, y no de teatro, pero quizá no sea casual que resulten profundamente teatrales. La primera una ópera salvaje; la segunda un ejemplo del arte documental que buscaba Piscator; la tercera una tragedia histórica y morbosa a lo isabelino. La verdad feroz de la sangre manchando un rico brocado; la dificultad de ponerse y quitarse la gola o el espaldar de una armadura; la obscenidad de la vida cotidiana en el mundo pretérito. Creo que ahí hay una mirada infinitamente más moderna que en esos clásicos con ropa moderna que empiezan a resultar latosos. Además, todavía no he visto a ningún Hamlet a quien le siente el traje tan bien como a George Clooney.