Teatro

Heiner Müller revive en Madrid

Escena Contemporánea dedica un ciclo al dramaturgo alemán

9 febrero, 2006 01:00

El Festival Escena Contemporánea de Madrid, en colaboración con el Instituto Goethe, ha organizado del 13 al 22 de este mes un programa dedicado al dramaturgo alemán Heiner Müller. Incluye conferencias y la puesta en escena de cuatro de sus obras.

La cita anual en la sala Pradillo con el Ciclo de Autor de Vicente León se ha convertido ya en un encuentro necesario. Esta edición está dedicada a Heiner Müller. Cuando el jurado del Premio Mayte distinguió entre los finalistas a Vicente León por esta actividad, que casi siempre incluye un espectáculo dirigido por él, algunos se preguntaron por qué. La respuesta es sencilla: porque el Mayte señala acontecimientos teatrales y el Ciclo de Autor lo es hace algunos años. Vuelve Heiner Müller tras autores como Pinter, Beckett, Joan Brossa, Michel Azama, Caryl Churchill, Sarah Kane, Boto Straus o Koltès. Vicente León ha elegido cuatro obras radicales dentro de la radicalidad y el desafío que supone el teatro de Müller: Medea-Material y La Máquinahamlet por el grupo Esquirla, dirigido por el propio León; Camino de Wolokolamsck, por Metatarso y dirigido Darío Facal; y Cuarteto, en colaboración con la Resad y dirigida por Ainhoa Amestoy. Para arropar las representaciones se ha convocado a varios especialistas de prestigio (Stephan Suschke, David Ladra, Ricardo Iniesta, Miguel Sáez Jorge Riechmann ...). Se echa de menos a Antonio Fernández Lera, pionero del müllerismo hispánico. Cuando Müller ya era universalmente Müller, pero menos en España, en 1986 Espacio Cero montó La Máquinahamlet en la sala San Pol con unos insuperables Pepo Oliva y Chete Lera de protagonistas.

Se ha definido la obra de Müller como "teatro de la barbarie", lo cual implica una doble radicalidad: ruptura de las convenciones estéticas y compromiso implacable con la historia y con una lacerante realidad. Ello incluye conceptos como subversión, agitación y violencia. Con estos materiales, más el magisterio dilucidado de Bertolt Brecht, y un reconocimiento expreso de la importancia de la crueldad de Artaud, Müller ha construido su teatro.

Heiner Müller llama parasitaria a toda obra de arte que permita ser analizada con criterios tradicionales. Y destierra todo acomodo a fórmulas creadoras o sentimientos convencionales: "No trafico con narcóticos ni con esperanzas". Teatro como elemento desestabilizador; pero, en el fondo, y ahí está la contradicción acaso irresoluble, Müller sabía que la contundencia represiva de las praxis es más fuerte que todas las teorías emancipatorias de regeneración. Sabía, y lo dejó escrito, que se aprende más fácilmente a torturar que a describir y contrarrestar los efectos de la tortura. Cómo conciliar la fría dialéctica con la violencia y la crueldad de Artaud es algo que algunos vienen buscando hace tiempo. Si algo defendió el autor alemán, con un convencimiento superior a otras convicciones menos firmes, es que el drama no surge en la escena, sino en la relación de ésta con el público. Y para ello necesitaba más de la capacidad perturbadora de Artaud que de la didáctica de Brecht. La tendencia brechtiana a construir algo partiendo del escenario es una quimera. Solo queda la posibilidad de destruir. Las ideas deben llevar dentro el germen de una imagen; si se quejaba de Müller de que sus textos nunca habían sido bien representado era, porque los directores, en vez de hacer reventar a las ideas, se limitaban a ilustrarlas con imágenes.