Teatro

Galván se Picó

Llega al Español de Madrid "Paella mixta", lo último de la coreógrafa

11 mayo, 2006 02:00

Israel Galván con Sol Picó en el duo final de la obra

La alicantina Sol Picó ha profundizado en su "invento" de bailar flamenco con zapatillas de punta en Paella mixta, su última coreografía. Y lo hace en compañía del bailaor de moda, el sevillano Israel Galván, y a ritmo de música electrónica. El espectáculo, que llega el día 17 al Teatro Español de Madrid, se desarrolla en tres espacios distintos y en su transcurso se cocina el típico plato valenciano que le da título y que el público degusta al final.

Modificar la tradicional relación que se establece entre representación y público ha llevado a ciertos directores del siglo XX a modificar los escenarios a la italiana, a romper con la cuarta pared y a experimentar con otras disposiones espaciales; algunos lo han hecho convencidos de que el espectador también es "coproductor" del espectáculo, una idea exagerada para otros. No es que Sol Picó la comparta, pero su último espectáculo, Paella mixta, sí juega, y mucho, con el espacio de la representación. Se trata de una coreografía itinerante en el sentido de que las tres piezas que lo integran se desarrollan en diferentes escenarios que exigen al público trasladarse de un lugar a otro y "explorar las entrañas de los teatros". Picó recuerda la gestación del espectáculo para explicar su propuesta espacial: "La coreografía es fruto del segundo año en el que estuve invitada como compañía residente del Teatre Nacional de Cataluña (TNC). Vivir allí, tener un sitio al que acudir a ensayar y trabajar a diario, me animó a querer mostrar al público cómo es un teatro por dentro, con sus pasillos, oficinas y camerinos. De esta manera nos inventamos una especie de circuito por el que movemos al público, desde espacios al aire libre hasta el escenario del teatro. Un circuito que debemos adaptar a cada teatro en el que actuamos, lo que añade complejidad al espectáculo".

Danza de calle, danza de sala
Y añade: "Yo, por otra parte, siempre he combinado el trabajo de calle con el de sala; siempre me ha interesado sacar la danza a la calle y mezclarla con los viandantes, creo que le da mayor vitalidad". Puede que ésta sea una de las razones que explique la danza tan física y energética que la coreógrafa practica y que es distintivo de su estilo. Picó ha creado piezas para la calle como Del planeta basura (1997), Esto no es danza (1998), Dudosa Valor Artístico (1999) y la más reciente Amor Diesel, en la que empleaba una espectacular excavadora. Pero ha sido su solo Bésame el cactus, concebido para ser exhibido en salas y que todavía figura en su repertorio, -"y al que le queda una larga vida, pues ahora lo está interpretando una bailarina de mi compañía"-, el que le proporcionó fama y reconocimiento.

Danza-teatro-video
Oriunda de Alcoy, Picó se formó en clásico y danza española en el Conservatorio óscar Esplá de Alicante, y tras estancias en París y Nueva York que le permitieron profundizar en la danza contemporánea y entrar en contacto con sus artífices, se instaló en Barcelona. Allí ha colaborado con colectivos de la danza actual (Larumbe, Mal Pelo, Francesc Bravo, La Caldera), de teatro (Marceli Antúnez, Portacelli, Sémola) y de cine y video.

Volviendo a Paella mixta, la coreógrafa explica que lo primero que el público se va a encontrar a la entrada del teatro es "una instalación viviente". Después de ser guiado por esas "entrañas" del teatro que antes citaba, el espectador llega a un espacio al aire libre que en Madrid será probablemente la acera de entrada al teatro. Es el espacio donde se representa la primera de las piezas, en la que cuatro personajes a modo de sacerdotes interpretan una coreografía muy física y ritual bajo una enorme ducha a seis metros de altura y a ritmo de música electrónica (original de Carlos López). La segunda pieza se escenifica dentro ya del teatro. En el escenario hay una especie de cubo metálico, transparente, en cuya base tiene lugar el pasaje "de un alma en pena, que soy yo, y que ha entrado en una especie de paraíso que también podría ser infierno acompañada de cuatro ángeles blancos o negros". La tercera pieza es un apasionado dúo entre Picó y el bailaor Israel Galván en la parte superior del cubo. Paralelamente, y "durante el tiempo que dura la representación se cocina una paella a cargo de un maestro paellero que al final del espectáculo el público se come. La paella actúa a modo de hilo conductor, porque viene a ser metáfora del espectáculo en el sentido de que también lo es de la vida", explica Picó.

Uno de los grandes atractivos del espectáculo es esta última pieza, el baile que enfrenta al flamenco Galván con la bailarina Picó. Esta colaboración se gestó, cuenta ésta, "porque yo tenía muchas ganas de profundizar en algo que vengo haciendo desde hace mucho tiempo y que, en pequeñas dosis, introduzco en mis espectáculos, que es bailar flamenco en puntas. Tenía ganas de experimentar sobre el tema y se me ocurrió pedirle colaboración a Eva Yerbabuena. Pero ella no podía y me recomendó a Israel. Hicimos unas pruebas y nos entendimos a la perfección".

Bailaor fuera de lo común
La coreógrafa deja claro que ella no baila flamenco en Paella..., sino que juega con esa particularidad suya que viene ensayando desde hace tiempo: "Yo vengo de la escuela clásica, pero también he estudiado danza contemporánea, flamenco... un bailarín sabe que el cuerpo tiene una memoria física increíble, una memoria que recupera casi de forma automática en el momento en que se pone a bailar y salen aquellos pasos que aprendió". Por su parte, Galván es un bailaor flamenco fuera de lo común. Sevillano, hijo y hermano de bailaores, ha mamado la tradición pero poco a poco se ha forjado un estilo que no hace ascos a la "contaminación" de otras artes y de otras músicas. Su inspiración bebe de fuentes literarias (como la Metamorfosis de Kafka o el Abecedario, homenaje a Jorge Luis Borges que le dirigió Pepa Gamboa), pictóricas (Arena, en la que se basa en la Tauromaquia de Goya) y flamencas (La edad de oro). Un crítico ha llegado a definirlo como "bailaor cubista" y el pasado año el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Danza. También Picó puede presumir de galardones, entre ellos el Nacional de Danza de la Generalitat de Cataluña y por este espectáculo recibió el Max a la mejor coreografía de danza en 2005.

Picó ha finalizado ya sus dos años de residencia en el TNC (ha sido relevada por la coreógrafa Marta Carrasco), pero sigue vinculada a él como asesora. De la experiencia, dice, "contaría las mil maravillas, pero resumiendo diría que es una relación muy beneficiosa para una compañía, a la que se le asegura la infraestructura y la producción".

Pasado de rosca
En relación a la primera obra que realizó durante el primer año de residencia, La dona manca o Barbie- Superestar, subraya algunas diferencias con respecto a Paella...: "Cada coreografía depende del momento en el que te encuentres y creo que Paella... es más densa que La dona..., que era más extrovertido, más pasado de rosca. Además, me hacía gracia trabajar con bailarines masculinos". Será interesante ver cómo afecta su reciente maternidad al nuevo trabajo que ya ensaya, La prima de Chita. Lo estrenará en el Festival Grec de Barcelona y la dramaturgia, escrita por su colaboradora habitual Txiqui Berraondo, gira en torno "al viaje como búsqueda de uno mismo". Nuevo espectáculo para una coreógrafa cuya danza lleva el sello del Mediterráneo, la vitalidad que le imprime su baile energético y un sutil toque surrealista o de humor.