Teatro

Orgullo

Portulanos

12 octubre, 2006 02:00

Me dicen con frecuencia que barro para casa porque llevo años defendiendo en público que la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD) es una de las grandes escuelas del teatro europeo, pero es que se trata de una verdad demostrable. Aquí los elogios no gustan, por pereza: si algo es malo no hay más que hablar; pero si es bueno está uno obligado a trabajar para mantener el nivel. Como certeramente escribe mi tocayo Amestoy en el catálogo Maestros del Teatro, "igual que Sísifo, cada mañana hemos de reiniciar la tarea". Por otro lado, hay, en nuestra profesión, algunos sacacuartos que viven de vendernos la longaniza con la que, supuestamente, atan a los perros en el resto del mundo. Y si se supiera que, sin necesidad de pasaporte, encuentra uno, no sólo longaniza, sino jamón de Guijuelo, se les vendría abajo el chiringuito. Cuando yo era estudiante, la desidia de las autoridades políticas y de los propios profesionales madrileños hacia la Resad llegaba a tal extremo que muchos titulados negaban su condición por miedo a entrar en las listas negras de los productores. No hay exageración en esto. Los presupuestos eran ridículos, las instalaciones ineficaces y algunos docentes jamás aparecían por clase. Pero los que sí iban eran maravillosos: Ricardo Doménech, Pepe Estruch, Lourdes Ortiz, Joaquín Campomanes y tantos otros a los que adorábamos más allá de su labor pedagógica. Fue por ellos por lo que la generación de los 80 creció, crecimos, con un profundo orgullo hacia aquella institución de la que todo el mundo hablaba mal y que sin embargo tantas alegrías nos reportaba. La magnífica exposición que celebra en el Círculo de Bellas Artes el 175 aniversario de la Resad no sólo es una imprescindible lección de historia, sino la feliz constatación de que hay, en ese largo siglo y medio motivos más que sobrados para el orgullo. Deberían mandar certificado un ejemplar del catálogo a aquel catedrático universitario que, años atrás, declaró ante el alcalde que era una vergöenza que Madrid no tuviera una escuela de arte dramático...