Teatro

Philippe Decouflé

“Mis obras sólo pretenden ser una vía de escape de la realidad”

26 octubre, 2006 02:00

Philippe Decouflé. Foto: Michel de Sermoise

Dentro del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid esta semana Philippe Decouflé presenta en el Teatro Madrid su nueva creación: Le Sombrero, una obra para cuatro bailarines, incluído él mismo, y un actor, con dirección musical de Brian Eno y escenografía de J. Pierre Verbraeken, maestro de efectos especiales. El espectáculo nace como un viaje a caballo por México, que le permite revisar los clichés americanos y los spaguetti-westerns, pero que acaba siendo un divertido homenaje a Dreyer y Murnau al tener a las sombras como protagonistas.

Es muy posible que Philippe Decouflé (París, 1961) sea el coreógrafo contemporáneo que mayor público ha conquistado. Su mirada plural, detallista y juguetona se ha formado en el mundo del circo, del mimo, del cine y de la publicidad y, por supuesto, de la danza, donde figuras como Alwin Nikolais y Merce Cunningham han dejado su huella, especialmente por ver las cosas desde perspectivas nada habituales. Trabaja en formatos muy diversos, desde producciones para escenarios a la italiana, hasta pequeñas joyas de videodanza, spots publicitarios, videoclips o grandes eventos, como la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Albertville en 1992. Y maneja con inmensa soltura el mundo de la imagen, lo que influye en su relación con la música, extremadamente detallista. De la escuela de Marcel Marçeau le ha quedado una gestualidad precisa que utiliza en contextos no habituales para sorpresa del espectador. El uso de trucos de magia y un lenguaje corporal limpio y fluido, apoyado por músicas exóticas y contextos visuales novedosos, hacen de su lenguaje coreográfico algo casi cotidiano y milagroso.

Decouflé y su compañía DCA, que incluye un equipo técnico amplio y estable, colaboradores asiduos en la realización de sus complejas producciones, están instalados desde 1993 en La Chaufferie, una enorme y antigua central eléctrica cedida por el Ayuntamiento de Saint Denis (París) que funciona desde 1993 como centro de creación. Allí han nacido la mayoría de sus trabajos, entre ellos Decodex (1985-1997), Shazam (1997-2001), Iris (2003-2005) y Tricodex (2004-2006). Esta semana presenta dentro del Festival de Otoño su nueva creación, Le Sombrero. El título, un juego de palabras con varias lecturas, ya nos anuncia el tema principal: las sombras. Una obra en tres actos, que arranca con las sombras de algunos iconos del mundo del cine, héroes y protagonistas reconocibles. La estructura está basada en una progresión visual que juega con la visión del espectador. Según resume, el espectácul tiene tres actos: "En el primero, en blanco y negro, siluetas, sombras verdaderas y falsas que se difuminan. En el segundo, se presenta el relieve, los cuerpos, la carne, un momento de calma. Es un bonito día, hace calor. La temperatura sube, el ambiente se calienta. En el tercer acto, la cuarta dimensión. Tiempo y espacio se dilatan. Fotones, neutrones, protones y sifones entran en danza. Todo se mueve."

Dos años de investigación

Esta entrevista tiene lugar a pocas semanas de su estreno en Nimes, justo antes de presentarla ante el público madrileño. Philippe Decouflé está inmerso en el momento más complejo de cualquier creación, el momento de tomar las decisiones finales: "No sé qué decir, llevo dos años trabajando en este proyecto y es mucho tiempo de investigación para un espectáculo. Fue un proceso profundo y muy interesante. En Iris y Tritón empecé a investigar las sombras. Me gustó tanto que decidí dedicar un espectáculo entero específicamente al tema. No sospechaba que las sombras habían fascinado e inspirado a tantos autores y tantos artistas desde siempre".

-Por la descripción que tenemos de Le Sombrero parece que tiene una estructura narrativa, algo muy distinto a sus trabajos anteriores.
-Escribí ese texto hace mucho tiempo, pero no es lo que vamos a hacer. No tiene nada de narrativo, solo se trata de emociones y color. La pieza debe evolucionar desde dos dimensiones a cuatro y esto es lo que hay que resolver. Ahora mismo no sé la forma final que tendrá, pero empezará con algo muy sencillo, en blanco y negro, bastante plano. Ya estamos intentando que el público pierda la noción del tiempo y de la realidad. Estoy trabajando en el estudio ahora y el riesgo es trasladar ese proceso a un teatro. La idea es intentar expandir el espacio, pero no puedo explicarlo.

-¿Qué lugar concede a los sueños como fuente de inspiración?
-Mi trabajo tiene una cualidad onírica. Espero que trasmita una sensación de felicidad poética, nada más, que sea divertido, con algo de belleza. Mi trabajo trata de jugar con el movimiento, el tiempo y el espacio, de distorsionar esas ideas un poco para crear algo irreal, y llevar al público con nosotros por ese camino poético.

-¿Y a la magia?
-Es el equilibrio entre una buena idea y una buena técnica. Siempre estamos intentando crear algo nuevo, no volver a utilizar los mismos trucos que ya sabemos. Entonces por casualidad descubrimos algo, un video con una iluminación nueva, por ejemplo. Con las ideas de los bailarines, investigamos las posibilidades. Mi trabajo es reconocerlas y decidir qué tenemos que hacer con ellas. Después de ese momento el proceso puede ser muy largo y complejo, pero la magia es sencilla. El público lo debe percibir como algo sencillo. Por otro lado, mis obras son una vía de escape de la dureza del mundo actual y me considero afortunado de tener un trabajo que me permite convertir en realidad todas estas cosas tan raras que tengo en la cabeza.

Ocasiones para improvisar
-¿Y los bailaries ¿qué papel juegan en el proceso de creación?
-El nuestro es realmente un trabajo colectivo. Cada vez creo menos coreografías, trabajamos a partir de experimentos que realizamos y que generan movimientos al que luego doy forma. Trabajo con un arte vivo y, por eso, hay que mantenerlo lo más vivo posible. Intento ser muy preciso con la parte técnica pero me gusta crear ocasiones para la improvisación porque ayuda a que el espectáculo se mantenga vivo. Por ejemplo, dos de mis bailarines trabajan también con video, son muy buenos. Yo soy el jefe, pero todos tienen ideas interesantes para desarrollar.

-¿Entonces en su compañía todos hacen de todo?
-En mi compañía no hay casi nadie que baile solamente. Hay dos actores que trabajan con imágenes, hay otros que además de intérprete es pianista. Creo que no soy especialista en nada y me gusta tocar todos los aspectos del espectáculo. También es cierto que ya no somos tan jóvenes. La edad de los bailarines oscila entre los 30 y los 50 años. No vamos a pasar todo el tiempo saltando por el escenario y tenemos que desarrollar otras capacidades.

-¿Cómo surgió colaborar con Brian Eno?
-Estábamos preparando una gala para el campeionato de fútbol de la FIFA pero al final se anuló, Brian tenía que componer la música y vino a ver un ensayo. Le inspiró tanto, y el encuentro fue tan positivo, que cuando el proyecto se fue al garete le pedí que colaborara conmigo en le Le Sombrero y vino a Nimes. Es una buena persona y disfruto con su participación. También forma parte de la historia de la música y tengo mucho respeto por su trabajo.

-¿Cómo espera que el público reciba Le Sombrero?
-Se supone que yo debo alimentar al público pero es cierto que la relación es más bien de intercambio. El público no debería esperar nada en particular, simplemente acudir con la mente, la vista y el oído abiertos. Es así de sencillo. No hago espectáculos para que el público deba preguntarse cómo los debería entender, qué lección sacar de ellos. Que no dude en relajarse, en reírse, o en llorar. Estamos aquí para disfrutar. Creo que básicamente soy un saltimbanqui. No existe ningún mensaje especial, salvo que tenemos la mente muy abierta. Espero que cuando el público salga del teatro se lleve consigo un poco de la alegría y la poesía que pretendemos comunicarle.

Una vez estrenado en Nîmes, la crítica parisina ha elogiado Le Sombrero al calificarlo de "espectáculo total", porque en él todas las disciplinas artísticas están al mismo nivel, con la excepción de la música de Brian Eno (es como una música de fondo, a la que no se le presta atención, ha dicho). En definitiva, una "decouflerie" en la que la fantasía, el humor y la magia se alían con la danza y los efectos visuales.