Teatro

La gaya ciencia

Portulanos

21 diciembre, 2006 01:00

No sé qué les ha dado últimamente a algunos dramaturgos y directores con la física cuántica, que todos hablan de ella como si, para empezar, supieran de qué va, cuando los propios físicos no se ponen de acuerdo. Ganas me dan de transcribir aquí las fórmulas matemáticas de los postulados, a ver quién es el guapo que las lee de corrido. Si es por darse pisto (bonita expresión, por cierto) yo también me sé la historia del gato de Schrüdinger lo suficientemente bien como para contarla con una cervecita en la mano y a un público que no haya leído más que el Marca y algo de Dan Brown, y hasta me acuerdo más o menos del principio de incertidumbre de Heisenberg porque, oye, en mi época nos hablaban de estas cosas en el colegio aunque fuera por encima. Pero no pretendo que eso me capacite para escribir textos cuánticos porque los textos cuánticos no existen ni pueden existir, por definición; y, desde luego, no creo que Einstein o Niels Bohr sirvan para justificar cualquier capricho en la estructuración de las obras dramáticas, que es, me temo, la razón final por la que se esgrime toda esta palabrería. Todavía hoy el teatro arrastra un cierto complejo académico, producto de muchos años seguidos en el Lado Oscuro de la Fuerza. De ahí que, cada vez que aparece la verborrea paracientífica o paraacadémica a muchos teatreros les entra un temblor. En un congreso reciente de dramaturgia, mi amiga Pallín y yo nos quedamos patidifusos (y luego nos dio la risa) al escuchar la cantidad de necedades y de falsedades que fluían tranquilamente de la boca de un Egregio Profesor, paralizando, sin embargo, con su ampulosidad, a no pocos colegas. ¿Y qué decir de un impostor como Barba, internacionalmente reconocido porque le puso a su invento el nombre de "antropología teatral" cuando lo mismo podría haberlo llamado "turismo teatral", que hubiera sido más atinado? Pero ahí le tienen ustedes, cobrando a riñón por conferencia. Menuda estampa exótica tiene que tener, el tío, con el taparrabos por un lado y el birrete por otro.