Teatro

Faltaron textos españoles

Análisis

28 diciembre, 2006 01:00

Galina Tunina, Polina y Ksenia Koutepova en Tres hermanas, de Chejov, en el Festival de Otoño

Muchos estrenos pero pocos autores españoles sobre el escenario. 2006 ha pasado por la cartelera con mucha taquilla, generalmente saneada gracias a los musicales, y pocos textos propios. Lo mejor, festivales como el de Otoño y Madrid Sur y unas consolidadas y muy solventes salas alternativas.

La cosecha de espectadores del año que termina, y la acumulación de estrenos, ha sido fecunda, según demuestran solventes estadísticas. La estadística tiene un valor relativo; al generalizar una magnitud singular, el efecto global es distorsionador. A esto contribuye, sobre todo, la suculenta taquilla de los musicales. Pero aceptemos su valor de referencia y aceptemos también el dato de que este año entre festivales, teatro público y teatro privado, la acumulación y coincidencia de estrenos y de fechas ha roto el calendario y la agenda de público y de críticos. En este sentido, el Festival de Otoño y el más modesto y emergente Madrid Sur han coincidido de pleno.

¿Es esto un signo de pujanza del actual teatro español? Me temo que no. Si el vigor de la vida teatral se manifiesta por la presencia de autores españoles en los escenarios, la cartelera resulta desoladora. Poquísimos españoles vivos y algunos iconos desdeñados en vida y ya irrefutables; verbigratia Valle-Inclán. Y ecos de los Quintero a los que Valle quería fusilar como fuente de todos los males del teatro español para el que durante mucho tiempo el gran Valle-Inclán no existió; hoy es un tópico sobre todo por lo mal que se le monta; una excepción, que acaso no sea única, las siete horas del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte en la sala Tribueñe hace pocas semanas. Se han puesto las bases para un mayor reconocimiento del, posiblemente, mejor autor español del siglo XX, Alfonso Sastre, con la publicación de sus obras escogidas, un próximo Congreso en torno a su obra y los inminentes estrenos de Prokopius (Francisco Vidal) y ¿Dónde estás Ulalume, dónde estás? (Pérez de la Fuente). Pero esto resulta insuficiente, pues el mal alcanza también a otros muchos autores. La última temporada y las precedentes demuestran la nula capacidad de aventura del estamento teatral español.

Sólo así se explica que, entre los mejores espectáculos del año 2006, seleccionados por El Cultural, figure sólo don Ramón de la Cruz, sus Sainetes, adaptados y dirigidos por Ignacio del Moral y Ernesto Caballero que se ven ensalzados más por sus trabajos de dirección y dramaturgia que por su propia y meritoria obra sin estrenar. Otros espectáculos dignos de consideración han sido también dos clásicos: el calderoniano El mágico prodigioso, de Pérez de la Fuente, y el cervantino Viaje al parnaso, de Eduardo Vasco (que vuelve a Madrid a partir del 10 de enero).

Mención especialísima, para Mapa de sombras, de Lluísa Cunillé y para Nina, de José Ramón Fernández, estrenada en El Español gracias a su premio Lope de Vega y con la que la actriz Laia Marull acaba de conseguir el Premio Miguel Mihura de este año. Con este panorama hay que poner los ojos en el Festival de Otoño; o, aparte de The Changeling, el primero de los elegidos aquí, en obras de autor foráneo como Play Strindberg, de Dörrenmat, montaje controvertido a causa de la dirección de Lavaudant: "enfriamiento" del clima pasional, riqueza singularizada de interpretación -Gómez, Espert, Homar- pienso que son virtudes en vez de defectos. El Festival de Otoño, dentro de su brillantez de conjunto, con Krystian Lupa, la Comédie, Marthaler, etc., algunos espectáculos bastarían para acreditarlo como acontecimiento: Peter Brook y el maravilloso Sizwe Banzi est mort; Piotr Fomenko y su fascinante versión de Tres hermanas; Robert Lepage y su incontestable The Andersen Project; y Lee Breuer con la gloriosa Mabou Mines DollHouse, de Ibsen.

Calixto Bieito, por partida doble: la abrasiva Plataforma, de gran aparato escenotécnico y pornografía de turistas solitarios, fue más convincente que el errante, y errático, Peer Gynt, que acaba en Barcelona cantando el himno del Barça; en común, la excelente interpretación en los dos montajes. Españoles netamente, El chico de la última fila (Juan Mayorga) dirigido por Helena Pimenta, y el ya citado Mágico prodigioso con diablesa (Beatriz Argöello) en vez de diablo, acierto erótico de Pérez de la Fuente. Las salas alternativas siguen siendo una referencia necesaria; y no sólo porque puedan ser vivero de actores, autores y directores sino por su realidad concreta; el salto al circuito llamado comercial no es tan fácil y muchas veces se produce con traumas. Durante años las salas de referencia han sido Triángulo, Teatro de Cámara Chejov, Cuarta Pared... Desde el éxito de la trilogía Las manos (Pallín, Fernández y Yagöe) Cuarta Pared está en otro ámbito, próxima al primer circuito. ángel Gutiérrez puede ser alternativo por el pequeño formato de la sala Chejov; pero ha sido siempre, desde que volvió de la Unión Soviética, un verdadero maestro: 30 años de magisterio de uno de los "niños de la guerra" que aprendió teatro en la URSS. Actualmente, Lagrada e Itaca se consolidan con mucho esfuerzo y un tono alto; Irina Bourskeskaya, en Tribueñe, con el maratoniano Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, y Juan Pastor en Guindalera con Odio a Hamlet, han firmado dos espectáculos ejemplares que marcan una temporada.

Especial Los mejores de 2006