Teatro

2007 sube el telón

Laila Ripoll, José Carlos Plaza, Natalia Menéndez y Andrés Lima conversan sobre sus próximos proyectos, platos fuertes del año recién estrenado

4 enero, 2007 01:00

De izquierda a derecha, Laila Ripoll, José Carlos Plaza, Natalia Menéndez y Andrés Lima

Clásicos, revolucionarios, vanguardistas. Todo cabe en el año escénico que acaba de comenzar. El Cultural ha reunido a cuatro directores de los montajes que prometen mayor altura escénica en 2007. Natalia Menéndez estrenará el 8 de febrero en Alicante El curioso impertinente, de Guillén de Castro, un texto lleno de vitalidad en el que se ponen a prueba los grandes valores; el 23 del mismo mes Andrés Lima (y Animalario) subirá al María Guerrero de Madrid su particular Marat-Sade, donde el espectador tendrá la última palabra; el 19 de abril estará en el Teatro Valle-Inclán, de la mano de José Carlos Plaza, un inédito y americanizado Splendid’s de Genet, y, ya en el verano, Laila Ripoll llevará al Festival de Almagro El rey abajo, ninguno, de Rojas Zorrilla, donde se rescata la estructura del gran teatro. Los cuatro directores hablan, en tres intensos actos, sobre las claves y los motivos de sus nuevos trabajos, sobre el arte de actualizar a los clásicos, sobre sus autores preferidos y su método para trasladarlos al escenario.

Resulta significativo que Televisión Española destaque de entre todas las imágenes de su historia el atentado del 11-S en Nueva York, el 11-M en Madrid y la imagen de la niña Omaira en Colombia despidiéndose de su madre: la realidad convertida en un producto de ficción. Pero aunque todo esto forme parte ya del pasado y del ejercicio memorístico navideño, hace tiempo que el dramaturgo alemán Peter Weiss, heredero de Brecht y Artaud, y creador del teatro documento, dijo aquello de que "sólo a partir del reconocimiento de que las razones de los conflictos de cada época subyacen en el pasado de cada una de ellas" podremos llegar al conocimiento profundo de cuestiones "sin solución concernientes al desarrollo histórico de la revolución mundial".

"Casi todo sirve de medio expresivo si el autor es capaz de manifestar sus actitudes con ello: desde el esquizofrénico teatro mundial hasta las coplas de los ciegos", dice Weiss en su ensayo Estética de la Resistencia. Estas cuestiones resultan ahora más vigentes que nunca: revolución terrorista, Marat y Sade, la representación de lo real frente a la ficción de lo real, producción de lo real frente a re-producción, las diferentes máscaras del individuo en un reducto homosocial (que no homosexual), amistad y manipulación, tradición y modernidad, clásicos y contemporáneos...

Todas estas cuestiones, contradictorias y contrapuestas entre sí, generan conflictos que, desde las diferentes propuestas de cuatro directores españoles que darán que hablar en este recién estrenado 2007. Lanzarán la piedra que rebotará sobre los espectadores cuestionando la validez de estos conceptos en el mundo de hoy. La maestría escénica de José Carlos Plaza, la originalidad de Andrés Lima, la sorprendente mirada de Natalia Menéndez, y el curtido bagaje en los clásicos de Laila Ripoll permitirán al público descifrar los enigmas propuestos por dos clásicos contemporáneos (Jean Genet y Peter Weiss en el CDN), y dos clásicos del siglo de Oro que, "a la sombra de ese Mick Jagger que fue Lope de Vega", como dice Natalia Menéndez, fueron considerados autores menores: Guillén de Castro y Rojas Zorrilla en la CNTC. El Cultural ha asistido al texto polifónico y ecléctico que, en tres actos, los directores citados crearon al comenzar el año en un café del centro de Madrid.

Acto Primero. De la convivencia de las diferentes generaciones en el hecho teatral. De la figura del director de escena como alcahueta del acto amoroso entre los actores y el público.
(José Carlos Plaza, Andrés Lima, Natalia Menéndez y Laila Ripoll).


José Carlos Plaza-Siempre ha habido convivencia de generaciones con mayor o menor fortuna. Aunque algunas, sin duda, se han quedado en el camino.
Laila Ripoll -Quizá sea nuestra generación la que esté ejerciendo un mayor efecto tapón. Esto ha sucedido porque al no disponer de otros espacios nos hemos visto obligados -sin afán de victimismo- a permanecer en circuitos alternativos.
Andrés Lima-Hay que romper este encasillamiento por ambas partes. A mí me encantaría ver a López-Vázquez interpretar un monólogo de Beckett en la Cuarta Pared. De hecho, ahora estoy trabajando con actores de otra generación con los que aprendo y disfruto mucho...
J.C.P-Y será una experiencia estupenda. A los actores jóvenes les cuesta entender cómo trabajan los de otra generación. Es una cuestión de humildad. Cuanto más grande es un actor más humilde es su enfrentamiento en la escena.
Natalia Menéndez-El director ha de conocer la fragilidad del actor sobre el escenario. Ha de poseer herramientas para poderles ayudar. Tienes que buscar resortes que provoquen acciones y emociones en el actor.
L.R-En ese sentido creo que el director de escena ha de ser un mero transmisor entre un buen texto y el público. Hacer que los espectadores vivan la sensación que te invade la primera vez que te enfrentas a su lectura. Se trata de facilitar la comunión entre el dramaturgo y los actores y no intentar imponer tu visión. Lo que cuenta ya está en el texto. Lo importante es que no se note la mano del director. Mi generación se ha formado viendo esto en espectáculos como La casa de Bernarda Alba, de Plaza, o El castigo sin venganza, de Miguel Narros.
J.C.P. - Bueno, esto nos ha pasado a todos. A mí con Layton y Narros, del que siempre aprendes con cada montaje más allá de los juicios de valor. Esta interacción es necesaria. A veces siento que las imágenes con las que trabajo ya no provocan nada en el actor. No les toca. Y para ello tengo que reciclarme. Hay un momento en el que los ases que crees que tienes ya no te valen para nada.
N.M.- Y eso genera la desazón característica de los ensayos generales donde crees que todo va a salir mal...
(Pausa.)

J.C.P.- Permíteme Natalia que te diga esto: finalmente, y creo que con el tiempo se consigue, el director tiene que saltar ese círculo de hierro que es la misma profesión teatral y sus comentarios dañinos para llegar al auténtico receptor que es el público. A veces me siento como una alcahueta. Preparo el terreno para que los actores hagan el amor y depositen su semilla en el público. Entonces me voy. Quizá debiera retirarme para dejarle el hueco a otros pero, en definitiva, no creo que eso facilite que los que empiezan tengan una mayor cabida.

Acto Segundo. Del texto inédito de Jean Genet Splendid’s. Del Marat-Sade de Peter Weiss por Animalario y el CDN.
(Solo de José Carlos Plaza.)


J.C.P. -Este texto fue escrito en 1948 y ha permanecido inédito hasta hace poco. Se ha estrenado en París y Berlín pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de verse en los escenarios españoles. En Splendid’s, de Jean Genet, nos encontramos con cuatro hombres en una situación límite. Con una estética de thriller americano de serie B, Genet vuelca en un múltiple juego de máscaras una visión existencialista del individuo a través de piruetas teatrales que transgreden una y otra vez con lo establecido. El escritor francés, a diferencia de la línea de teatro político que se venía haciendo en Alemania con Brecht, plantea toda una serie de relaciones entre hombres encerrados en la habitación de un lujoso hotel. Pero en este caso no habla tanto de homosexualidad como de relaciones homosociales, es decir, relaciones planteadas desde un punto del vista del hombre y su masculinidad. Todo ello desde el más absoluto sentido de la teatralidad...

(Sale José Carlos Plaza. Entra Andrés Lima. Solo de Andrés Lima.)

A.L.- Que es la mayor locura en Marat-Sade. De ahí que hayamos decidido cuidar el marco donde situarlo. Nos encontramos ante una compañía de locos que interpretan el texto de Weiss. Quizá lo más relevante de nuestra lectura sea situar lo que hasta ahora se había considerado el centro neurálgico del texto -el coloquio entre Marat y Sade- en igualdad de condiciones con el pueblo. De ahí que las figuras de Marat y Sade no sean más que dos puntos de vista antagónicos sobre cómo llevar a cabo la revolución y conseguir lo que finalmente pretende cualquier revolución: la búsqueda de la felicidad. En nuestra propuesta hay ciertas zonas permeables a la improvisación donde el espectador tendrá la última palabra y pueda pensar, teniendo en cuenta la situación privilegiada en la que vivimos, que la utopía aún es posible y que la piedra que lanzamos con el teatro siga proyectando ondas a su alrededor.

(Pausa.)
Cuando acepté la propuesta de dirigir en el CDN Persecución y asesinato de Marat en la versión de Alfonso Sastre, sólo puse una condición: que me facilitaran la posibilidad de desarrollar un taller de investigación previo. Y así, desde Octubre de 2005, comenzamos una serie de visitas al sanatorio Esquerdo y a un centro penitenciario de mujeres, con la voluntad de desarrollar junto a pacientes, presidiarias y actores un taller en el que se investigara sobre teatro y revolución. La experiencia ha sido tan placentera como dolorosa.

(Sale Andrés Lima.)
Acto Tercero. Del eterno debate de los clásicos contemporáneos y la contemporaneidad de los clásicos. De cómo los clásicos resisten al impacto de las interpretaciones. De El curioso Impertinente de Guillén de Castro y El rey abajo, ninguno de Rojas Zorrilla en la CNTC.
(José Carlos Plaza, Natalia Menéndez y Laila Ripoll.)


J.C.P.-No creo que podamos diferenciar tan fácilmente el teatro clásico del contemporáneo. A mi juicio no existe el teatro clásico como tal. Existen los textos clásicos, ahora bien el texto no es más que papel mientras que el teatro es algo vivo. El teatro clásico es necesariamente el teatro de hoy o sea el clásico que proponga el director como hecho escénico concreto.
N.M.-Para mí el texto es algo más que papel. Está vivo en el momento en el que alguien lo lee.
J.C.P.- Pero no dejamos de ser nosotros quienes lo sudamos...
N.M. -Al final, nos encontramos ante las dos eternas posturas frente al texto clásico: la reproducción museística que muchos defienden.
J.C.P.- Y el teatro hecho por Natalia o Laila en un momento determinado. La reconstrucción fiel termina siendo imposible debido a los cambios del espacio y el público.
L.R.-Y como dice una amiga mía "lo reviejo se vuelve moderno con el tiempo" y es entonces cuando nos damos cuenta de que no sólo no hemos inventado nada sino que, además, hemos arrastrado toda una serie de prejuicios. En El rey abajo, ninguno, de Rojas Zorrilla, nos encontramos con un texto escrito después del ciclo de Calderón que nada tiene que ver con la visión romántica que normalmente se tiene de los clásicos. Es una función de muy bajas pasiones, con personajes al borde del abismo y con un profundo sentido del humor. Esto sería otra cuestión: la seriedad y el miedo con el que nos enfrentamos a los clásicos. No estaría mal que rescatáramos de los clásicos su enorme sentido de la teatralidad, del humor y de ese mundo de los apartes que a mí me fascina.
N.M.-En El curioso impertinente nos hemos encontrado con un 60 por ciento de apartes... Es una de las tres obras que el dramaturgo escribe a partir de motivos novelescos cervantinos. Un texto lleno de vitalidad en el que amistad, amor y desconfianza son los valores puestos a prueba por sus personajes para hablarnos de los aspectos más perversos de la naturaleza humana. Yolanda Pallín -autora de la versión- destaca el elemento voyeur presente en todo texto, el morbo que esto genera y la consiguiente manipulación de las relaciones que provoca. En una de las escenas de la obra uno de los personajes masculinos observa cómo su mejor amigo hace el amor con la que fuera su prometida invitado por él mismo. Aunque quizá a Guillén le falte la belleza de los sonetos de Lope es injusto que muchos textos sean leídos a la sombra del Mick Jagger del siglo de Oro. Su planteamiento es de una gran modernidad y Lope bebió mucho de la escuela de Valencia. Así como sus textos solían terminar con el final feliz del matrimonio es justamente en ese punto donde comienzan las intrigas de Guillén. Estoy segura de que este texto sorprenderá a más de uno.
J.C.P. - ¡Que curioso! Esos apartes que mencionas podemos encontrarlos en los textos alemanes más contemporáneos. También en el mismo verso de los textos clásicos hallamos resonancias con la actualidad. Un ejemplo sería la expresión rapera. Se trata en realidad de otra manera de comunicar a partir de cierta musicalidad.
N.M.- Si es que no hemos inventado nada...
L.R. -Y lo reviejo con el tiempo...
N.M.- Como dice tu amiga...
L.R.-Se vuelve moderno.

A propósito de los clásicos sobre los que se han enzarzado nuestros directores, el filósofo Peter Sloterdijk se refiere a los mismos como textos susceptibles de sobrevivir a sus interpretaciones. De esta manera, cuanto más son objeto de disección, tanto más elusivos pueden parecernos. Cuanto más persistentemente se les intenta conquistar por la comprensión, tanto más inquisitiva es la mirada que lanzan a sus lectores/espectadores. Cuanto más penetra la reconstrucción filológica en su entramado, con más dureza resisten el impacto de las diversas interpretaciones. Y quizá sea ahí donde radique su contemporaneidad y la palabra clásico o contemporáneo no sean más que las dos caras de una misma moneda. Es ese margen de libertad el que permite a nuestros directores de hoy ofrecernos su propia lectura desentrañando la vida latente entre líneas.

"Es en las divergencias de cualquier orden donde se produce la verdadera creación: en ese margen suele aparecer una voz personal, los ecos de una época y el estilo. Además si compartimos esa idea según la cual una serie muy limitada de argumentos esenciales produce una serie ilimitada de textos literarios, todo autor es en cierta medida, lo quiera o no, un versionador", nos dice Pallín en su prólogo a la versión de Guillén de Castro.

Tras la conversación, los espectadores cuentan ya con la ayuda de Laila Ripoll, miembro y directora de la compañía Micomicón que tantos clásicos han paseado por las salas alternativas; con la actriz y directora Natalia Menéndez, que nos sorprendió la temporada pasada con el El invierno bajo la mesa, de Topor; con Andrés Lima y Animalario, y con el firme pulso escénico de José Carlos Plaza para acercarnos a lo que, ya sea por pereza mental o por cuanto nos podamos ver reflejados en ellos, forma parte de nuestro pasado más presente. Que más da si son clásicos o contemporáneos. Lo importante es que respiren.