Teatro

Avalancha Pinter

Alfonso Ungría dirige 'Un ligero malestar' y 'La última copa' del premio Nobel británico

15 febrero, 2007 01:00

Aitor Mazo y Cristina Samaniego, en una escena de 'La última copa'

El Premio Nobel de Literatura concedido a Harold Pinter en 2005 ha supuesto casi el nacimiento del autor para la escena española. Tras varios años en los que el dramaturgo británico quedaba recluido a pequeños espacios dedicados a la creación contemporánea, como los ciclos montados por las salas Pradillo y Beckett, la concesión del galardón ha hecho posible el redescubrimiento de su obra para la mayoría de los espectadores, que pueden escoger entre distintas miradas sobre Pinter y también acercarse para verlas a espacios diferentes a los alternativos.

Las últimas propuestas las encabezan Alfonso Ungría, que regresa al teatro tras una larga ausencia de los escenarios, y Juan Pastor. Este último estrenará Traición el 1 de marzo en la sala madrileña Guindalera, mientras que el segundo dirigirá Un ligero malestar y La última copa en el Teatro Español de la capital, desde el 21 de febrero hasta el 18 de marzo. Para las dos obras, Ungría ha contado con un mismo reparto formado por Chema Muñoz, Aitor Mazo y Cristina Samaniego. Entre ambos títulos, hay un poco más de un cuarto de siglo. Pinter escribió el primero a finales de los años cincuenta, cuando el futuro Nobel estaba considerado como un discípulo de Samuel Beckett y del teatro del absurdo tan de moda entonces, aunque su visión de la vida iba mucho más allá. Con Un ligero malestar, obra que reformó ligeramente para llevarla de su origen radiofónico a los escenarios, Pinter entró en el campo del individuo que vive encerrado en su mundo por miedo y desconfianza hacia todo lo que ocurre a su alrededor. Para Ungría, con esta falta de comunicación "se vacía el espacio público y se hace inhóspito para todos". Luego, tras este primer paso, llegará el abandono de todo tipo de actividad pública que aparejará el "temer y desconfiar de la gente, no decir abiertamente lo que se piensa" hasta, poco a poco, convertir a cada individuo en un ser pasivo ante lo que pasa en la sociedad. Esa ‘conveniente’ retracción ante lo público aparece de manera más nítida en La última copa. Más política, en sentido clásico que la anterior, la obra denuncia la represión sufrida por las personas que se atreven a luchar contra el poder. Para el texto, escrito de manera ‘urgente’ en 1984, Pinter se basó en los testimonios de ciudadanos turcos torturados por la policía y los militares de su país.