Teatro

Telones pintados

portulanos

15 febrero, 2007 01:00

¿Qué debemos pensar hoy de las vanguardias artísticas? La sociedad contemporánea, que es infinitamente más idólatra que en cualquier otro periodo de la historia pese a que pretenda verse a sí misma como cumbre del racionalismo y del cientifismo, nos obliga a inclinar la cerviz ante aquel monstruoso despliegue de egos que, desde principios del siglo XX, utilizó, para definirse a sí mismo, un término de origen militar: aquellos que van por delante. En esa adánica acción de poner nombre queda cruelmente resumida la cuestión: casi todo fue inventar rótulos y categorías, con tal de tener la propia, de señalar la diferencia con el señor que estaba al lado. No es lo mismo la Abstracción Lírica que la Geométrica. No es igual el Arte Cinético que el Arte Concreto. Si te dedicas al Divisionismo entonces no tienes nada que rascar con el Elementalismo. Están el Suprematismo y el Simultaneismo, y, por supuesto, el Informalismo. ¿Y el Rayonismo? ¿Eh? ¿Qué decir del Rayonismo? ¡Caray! Oficialmente Breton se fue del Dadaísmo para sacarse de la manga el Surrealismo porque aquél se había vuelto rutinario. Pero en realidad Breton era un vanidoso patético y terrible, que quería lo que todo el mundo: tener su propia colmena sobre la cual mandar. La más vieja de las fantasías... Que, por cierto, quedó demostrada, por si quedaban dudas, cuando expulsó del grupo a todo aquél que no compartiera sus simpatías marxistas. En efecto, una acción performática más comunista que surrealista. Se supone que da caché estar, o haber estado, cerca de esta colección de etiquetas cuyo hallazgo máximo fue volver a los elementos más primitivos y básicos del arte. Por eso en nuestra profesión se presume a veces de "las aportaciones de los grandes artistas plásticos" al teatro. Pero lo cierto es que, con paradójica frecuencia, aquellas aportaciones fueron obsoletas y antiteatrales. Picasso, Braque, Derain, le regalaron al teatro... ¡telones pintados!, mientras Appia, y Craig, y Artaud, y Piscator, y otros más lo conducían hacia senderos que ya nada tenían que ver con aquello.