Teatro

Sylvie Guillem

“Salgo al escenario para superar mi inseguridad”

29 marzo, 2007 02:00

Sylvie Guillem. Foto: Gilles Tapie

La estrella de la danza Sylvie Guillem debuta en el Teatro Real de Madrid. Del 31 de marzo al 4 de abril, la antigue étoile del Ballet de la ópera de París, categoría que le otorgó Rudolf Nureyev con sólo19 años, y del Royal Ballet de Londres interpretará un programa de danza contemporánea del que es autor Russell Maliphant. El espectáculo consta de cuatro piezas, de las que la artista francesa bailará dos en solitario y otra el coreógrafo. La última, Push, que da título al espectáculo, es un dúo que interpretarán ambos. Guillem habló de todo ello con El Cultural en Londres.

Sylvie Guillem (París, 1965) es un cuerpo flaco y una mente llena de emociones. Su gesto se distiende a medida que pasan las palabras. Incapaz de apartar su timidez, se desliza en el terreno de las emociones con la suavidad precisa para transmitir igual que lo hace sobre un escenario. Subió a ellos con 19 años. Se convirtió en la más grande, estuvo al lado de Rudolf Nureyev y Maurice Béjart y hoy, con Push, explora, como desde hace años, nuevos mundos. Es lo que quiere. Caminar hacia adelante. Progresar. Descubrir.

-¿Por qué decidió cambiar de la danza clásica a la contemporánea?
-Cuando sentí que había hecho suficiente. Entonces sentí que me debía tomar tiempo para cosas nuevas porque de continuar iba a acabar mi carrera sin haber hecho muchas cosas. Dije: "De acuerdo, esto ya lo has hecho". Al contrario que otras muchas bailarinas, yo empecé a hacer giras muy pronto. En la mayoría de casos empiezan con 25; yo, con 19. Tras años y años haciendo eso, quieres algo más. Llega un instante en que eliges: bien, me piden que lo haga, adoro hacerlo, lo he hecho... pero ahora es tiempo de conocer gente. No me quiero repetir.

-La gente verá en Madrid un repertorio moderno. ¿Qué tipo de espectáculo es Push?
-Push es una obra que hacemos desde hace dos o tres años con un coreógrafo inglés, Russell Maliphant. Es una mezcla de diferentes obras del mismo coreógrafo, pero al final es una obra sola.

- ¿Cómo le explica a la gente lo que se va a encontrar en Push?
-Tiene un sentido humano profundo. Es una relación pura y sencilla entre dos personas. No sabes quiénes son, pero puedes ver su personalidad, sus emociones. Pienso que la gente sabe que el amor no sólo es estar enamorado, hacer el amor... Es más que eso, es toda la relación entre dos personas. Me quedé sorprendida cuando me hicieron comentarios sobre la obra en Nueva York. Una mujer se me acercó y me dijo: "Oiga, tengo 80 años y he tenido un orgasmo viéndola". Esta es la calidad de Russell Maliphant. Tiene algo a la vez placentero y fuerte; fuerza y serenidad. Los dos extremos de las emociones. La estética, el ritmo, la energía que tiene... es otro mundo.

-¿La gente puede sentir lo mismo a través de la danza moderna?
-Creo que sí, es algo diferente. No es el mismo tipo de sueño, es más la vida real, pero puede cambiar tu estado de ánimo. Por ejemplo a Push acude mucha gente diferente, de diferentes edades, clases, sexos y sienten lo que necesitan sentir. En cierta medida, es lo que quieren. Si siente amor viendo lo que tú haces en Push, sin duda es algo mucho más fuerte que la realidad. Desde luego, no es un cuento de hadas.

-¿Supone una ayuda trabajar en escena con su propio coreógrafo, Russell Maliphant?
-Con la forma que tiene de moverse, con su lenguaje... cuando bailo con él hay una conexión directa de energía. A veces un coreógrafo prepara su obra para alguien y bailas con otro compañero, pero con el estilo de ese coreógrafo. Cuando bailas con el coreógrafo, la conexión es directa. Lo sientes, reaccionas. No hay nada entre medias, es una conexión directa. Eso ayuda porque es como si hablaras su lenguaje.

-¿Se implica en la música como en la danza?
-Sí y no. No y sí. Russell tiene su equipo de iluminadores y de músicos. A veces, cuando trabajamos, bailamos músicas diferentes. él elige a esa gente porque conoce qué está pasando y él siempre busca cosas nuevas. A veces puedo decir "no me gusta esto, es demasiado fuerte..."Doy mis ideas, pero cuando decido trabajar con alguien, estoy ahí para aprender. Pero no, no soy la clase de persona que cierra la boca y dice "haz lo que quieras".

-Entiendo que lo que le gusta es investigar sobre danza contemporánea. ¿Ha cambiado el lenguaje?
-Sí, he tenido que cambiar, porque todos los coreógrafos con los que he trabajado tienen su propio lenguaje. Son movimientos diferentes, de diferentes partes del cuerpo, de diferentes músculos; es diferente energía la que implicas y esto es siempre un gran cambio. Siempre. Es muy emocionante.

Nureyev como ejemplo
-¿Es el riesgo la razón que la ha llevado a explorar nuevos caminos?
-Sí, por supuesto. Es la forma de aprender.

-¿Qué anda buscando en este momento?
-Busco cosas que no conozco y, básicamente, encuentro cosas diferentes y a veces me siento atraída por cosas totalmente contrarias a mí o que no he hecho hasta ahora. Como artista, creo que el escenario es un lugar excepcional donde se pueden explorar muchas cosas, con una dimensión espléndida. Hacer lo que aprendes es lo mejor para crecer como persona y como artista. Caminas hacia lo que no conoces. Es una suerte de emoción, de peligro. De esa manera te implicas más como persona, más que si usas sólo la técnica en cada momento.

-¿Lo afronta como un reto?
-Sí. aprender es siempre un reto. Es hacer algo que no conoces. Aprendes otra forma de pensar, otra cultura, otra forma de buscar. Si te aproximas a algo que es atractivo pero que no sabes exactamente de qué se trata, quieres un poco de esa experiencia.

-¿Se siente más segura en el ballet clásico o en el moderno?
-En el ballet clásico te puedes acercar a los grandes papeles de una forma banal. La coreografía existe, el escenario existe, la historia existe. Te pones tu traje encima y lo haces.

-Supongo que hay algo más que todo eso…
-Sí, no es sólo eso. Muchos bailarines pueden pensar que es sólo eso, que es fácil. La técnica no es fácil, pero [la obra] es fácil de hacer porque cada cosa está escrita. Pero si quieres ir un poquito más lejos en la danza clásica, entonces hay un montón de cosas que descubrir acerca del papel que estás haciendo (…) Necesitas añadir algo con sentido, inteligible, inteligente…

-¿Cuál es el mejor ejemplo de estas ideas?
-Nureyev es el mejor ejemplo porque era una persona con pasión, y cuando tienes pasión siempre estás entregado a lo que haces. él tenía una gran visión y curiosidad por un montón de cosas. Sólo quería ver mucho, aprender mucho y era atrevido. Se atrevió a hacer cosas nuevas, no sólo a estar en el mundo. Sabía que alrededor estaban ocurriendo muchas cosas de las que se beneficiaría el mundo clásico. En la mayoría de los casos, cuando estás en un estilo, clásico o moderno, la gente tiende a permanecer en lo que elige. Es cómodo, pero no es arriesgado. Haces lo que sabes hacer. él siempre corría riesgos haciendo algo más. El tenía una base muy fuerte como bailarín clásico y también siendo Rudolf Nureyev.

-¿Cómo fue su relación y su convivencia con él?
-Un cúmulo de emociones. Había muchísimas emociones diferentes y sentimientos entre nosotros. Yo también soy un poco animal. Por eso soy tímida. Trabajo mucho con mi instinto. Y Rudolf era parecido. La gente piensa que era insoportable y duro, que tenía un carácter difícil porque era agresivo. Pero la agresividad a veces es sólo inseguridad, timidez. Rudolf y yo teníamos esa misma cualidad... o defecto, como quiera llamarlo. Para mí, ser tímida es algo que nunca he considerado positivo. Cuando yo lo miraba o él me miraba sabíamos exactamente qué estaba pensando el otro en ese momento. Era una suerte de lucha permanente sobre cosas en las que no estábamos de acuerdo. Cuando estábamos de acuerdo, no teníamos que hablar de ellas.

La actuación como diálogo
-Decían los críticos que usted era muy fría.
-Era fácil decirlo. Yo no seguía los criterios de una bailarina: si está triste hace así [cambia el gesto para apoyar su explicación], y si está asustada, asá. Nunca lo pude hacer. Tenía una forma más natural de actuar, más conectada con mi pareja, como si fuera un diálogo. Sí, la crítica pensaba eso, pero nunca el público. Mucha gente me decía: "He llorado muchísimo" o "me has enamorado". ¿Cómo puede decir alguien eso? Les contaba la historia que querían vivir. Cuando estás en el escenario quieres que durante una o dos horas la gente se enamore o muera por amor como Julieta o Manon. Eso no es natural, es sobrenatural.

Una elección diferente
-¿Cada día, cada función, depende, pues, de su estado de ánimo?
-Seguro. Debes permitirte ser tú mismo. Esto no se acepta en la danza clásica porque ellos quieren ver lo que están acostumbrados a ver. Si interpretas las cosas de forma diferente, a veces la gente dice: "¿Qué hace? No está interpretando de la forma en que debería". Es una forma diferente de interpretar las cosas. Yo lo hago en el ballet clásico y en el moderno. No se trata de sentirme mejor haciendo una cosa o la otra. Es el mismo proceso. Cuando estaba haciendo ballet clásico, no podía hacer sólo lo que estaba escrito; necesitaba poner mi vida, necesitaba mi propia forma de interpretar . Y lo hacía, porque era lo que pensaba, lo que decidía. Es tu elección.

-He leído que no le gusta mucho la gente.
-Bueno, no es que no me guste la gente. Soy muy tímida y tengo miedo de la gente, de las muchedumbres. Eso es lo que no me gusta, es inseguridad. Por eso salgo a un escenario. Esa es la paradoja.

-¿Allí se olvida?
-Es otro mundo .Un mundo donde no estás inseguro porque no eres tú. Estás protegido por algo, por un personaje...

-Pero, ¿siente al público presente, delante?
-Lo necesito. Por eso no puedo decir que no me gusta la gente, porque necesito esa comunicación, esa relación.

-¿Cómo se protege entonces?
-No te proteges. Haces lo que debes. Es difícil de explicar. En la vida, dices algo y ellos no tratan de saber si eres tímida, o insegura o lo contrario. Sacan un juicio rápido y ya. Pero, cuando estás en el escenario... [calla y asegura que "es difícil explicar la diferencia", lo que ella llama "paradoja"] mucha gente que es tímida en su vida puede mostrar más encima de un escenario que en una habitación con cinco personas.

-¿Le gustaría volver a la danza clásica?
-A veces lo hago. He hecho Manon no hace mucho tiempo. No es un problema para mí. Es cierto que mucha gente piensa que ahora estoy sólo en la danza moderna, y es así. Voy a Japón en diciembre y haré una parte de El Lago de los Cisnes, pero es verdad, no quiero empezar de nuevo con esas cosas que empecé a hacer cuando tenía 19 años.

-Hace tiempo estrenó su propia coreografía, Classic Instint.
-Tembién hice una sobre un personaje de Giselle. Es una actitud habitual: "¿Por qué no lo intentas con la coreografía?" Y lo hice. No me quedé contenta. Fue una buena experiencia, aprendí mucho, fue un reto montar algo producido por mí misma. Pero no me sentí satisfecha. Reflexionas, analizas, aprendes, pero no te aporta felicidad alguna. Por tanto, no quiero ser coreógrafa.

-Y cuando deje de bailar, ¿cómo ve el futuro?
-Llegará en algún momento, lo sé. Dejaré de bailar el día que esté cansada, psicológica o físicamente, o no esté emocionada con el proyecto o que, sencillamente, sepa que es tiempo de parar. Hay un punto en que ves el final de un ciclo.

Retirada a tiempo
-No ahora.
-Bueno, no por el momento, pero tampoco quiero seguir siempre, como esos bailarines que no saben cuándo deben parar. Sabré cuándo debo dejarlo.

-Y después? ¿Qué quiere hacer?
-No lo sé, me gustan muchas cosas. No suelo planear nada. Cuando deje de bailar me iré a Japón, tal vez, durante seis meses a casa de un amigo que es alfarero.

-Ha hablado de Nureyev como el mejor, pero ¿por qué la consideran a usted la mejor?
-¿Yo? No lo sé. No puedo decir que soy la mejor. Lo debe decir la gente. Amo lo que hago y lo hago con total honestidad e implicación. Trato de comportarme así siempre que puedo. Este no es un mundo fácil y mantenerse fiel a sí mismo es una cualidad.

Fernando MAS