Alberto González Vergel
Un clásico habla de hoy con traje de ayer
31 mayo, 2007 02:00Alberto González Vergel dirige a María Adánez. Foto: Jerónimo álvarez
El Teatro Español y Alberto González Vergel vuelven a unirse otra vez. El veterano director, que fue máximo responsable del recinto madrileño entre 1971 y 1976, estrenará mañana Las brujas de Salem, el texto que Arthur Miller escribió contra la intolerancia.
-¿Por qué ha escogido Las brujas de Salem para volver al teatro?
-Realmente yo le propuse a Mario Gas un clásico con el que quiero decir adiós al teatro, que es La prudencia en la mujer, de Tirso. Es un tema actualísimo, político, pero Mario creyó más conveniente el texto de Miller, también un clásico absoluto, como yo los entiendo . Hay muchos autores del XVII o XVIII, que no lo son, pero hay autores modernos que sí lo son. Para mi, Las brujas es un gran texto clásico, de ayer, hoy y de mañana.
-¿Qué encuentra en el texto para considerarlo un clásico?
-Que aborda la condición humana, con un tema muy vinculado al ser humano como es la intolerancia, tan en boga hoy y siempre. Y que aunque se limita a una sociedad concreta, por extensión es universal. Es un texto abierto con muy variadas interpretaciones. Yo lo he aproximado ideológicamente a los contextos actuales, aunque no he trasladado la época para ‘modernizarlo’. Ya es moderno, sin necesidad de vestirlo de vaqueros y camisas desarrapadas.
-¿Es intolerante el ser humano por naturaleza?
-Yo creo que en el fondo, la gran mayoría, sí. Es el 'si usted no piensa como yo, pues a la horca', vigente desde que el mundo es mundo, desgraciadamente. Aunque ahora se calla y enmudece a quien no piensa como nosotros, mientras que antes se le quemaba y ahorcaba.
-¿Y cuál es la receta contra esa intolerancia, si es que la hay?
-Combatirla, fustigarla, hacer apología de la libertad individual y del derecho del ser humano a hacer lo que desee cuando quiera, dentro de un orden, claro.
-¿Cuál sería el equivalente hoy a la caza de brujas de la obra?
-Los fundamentalismos de todo signo que nos envuelven. Políticos, religiosos e intelectuales, cuando la ortodoxia intelectual se lleva a extremos. El fundamentalismo está detrás de nosotros.
-Antes ha dicho que no hay ninguna necesidad de vestir el texto con camisas desarrapadas…
-Yo no entiendo el modernismo en el teatro como aproximación física. Siempre he respetado, la época de la obra, pero soy enemigo de la arqueología teatral. El teatro es un hecho vivo, próximo y operativo y como tal hay que potenciarlo con la puesta en escena. Es decir, yo hablo de hoy, pero con trajes de ayer, porque ambos se funden en el escenario. Por eso es un clásico.
-¿Cómo es el montaje?
-Fidelísimo, en principio, al texto de Miller. Julián Escribano y yo hemos corregido algunos defectos de estructura dramática que, creo, tiene, sin añadir nada que no sea de Miller. Hemos trastocado alguna escena, potenciado otras y los finales de cuadros, que estaban un tanto desmayados. También hemos incluido el final que hizo para la película de la obra, El crisol, que incluye el paso de la carreta con los sentenciados a muerte. Yo creo que escribió el apéndice, después del estreno, porque intuyó que le faltaba una escena. Nosotros, sin conocerlo, hacemos la escena al final en lo que yo creo que es un estreno mundial. Es un exterior sencillo pero fundamental desde el punto de vista dramatúrgico por el contraste entre el interior opresivo de la sacristía y la vida del exterior.