Image: 11 víctimas observan en Madrid

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Teatro

11 víctimas observan en Madrid

La sala Cuarta Pared estrena una obra sobre el trágico atentado

6 diciembre, 2007 01:00

Una escena de la obra que recuerda el 11-M

El horror del 11 de marzo de 2004 vuelve a subir a escena. El autor Tomás Afán Muñoz y el director Mariano de Paco estrenan 11 miradas esta noche en la sala Cuarta Pared de Madrid. La obra, galardonada con el Premio Ciudad de Palencia de Textos Teatrales, recuerda la incertidumbre y el dolor con los testimonios de supervivientes del atentado más grave cometido en España.

Dice uno de los personajes de 11 Miradas: "Aquel maldito día todos empezamos a pensar en los demás. Será porque perdimos a gente que andaba a nuestro lado y a la que no saludábamos nunca. Y luego habríamos dado cualquier cosa por haberlos conocido mejor. Y haberles hablado y abrazado y... nunca se nos ocurrió hacerlo". Y otro le responde: "Era gente que valía la pena y sólo tuvimos oportunidad de consolarles mientras se nos morían en los brazos".

Junto a la compasión y la solidaridad, la percepción del horror. El horror se manifestó de golpe, como una maldición que llegara del infierno, como un castigo bíblico: un apocalipsis. 11 de Marzo, siete de la mañana, Madrid, Atocha. Trenes hechos astillas, por los aires; humo, lamentos, cuerpos destrozados. Madres vagando de andén en andén, de hospital en hospital, de tanatorio en tanatorio, con una foto en una mano y un teléfono móvil en la otra: "Estoy buscando a este chico ¿lo ha visto? Se llama Jaime y no sabemos nada de él. Le dije que no se pusiera el chándal ... Es un muchacho fenomenal; es mi hijo".

Pero el horror reconocible y cuantificable, el frío horror estadístico, tardaría horas en concretarse: 191 muertos, cientos de heridos. Y el horror sin rostro, fantasmas del miedo y del dolor, tardaría aún más tiempo: heridos de por vida, inválidos con el alma lacerada y el miedo insomne; y un vuelco en la historia de España y del mundo: Madrid, otra vez, capital del dolor. Y España, de nuevo, guerracivilista y feroz. 11 Miradas, Premio Palencia 2006, de textos teatrales, es un testimonio desgarrado de aquella atrocidad que aterrorizó España y removió los cimientos de Occidente.

Metralla y sangre
Llega estos días a la Cuarta Pared, dirigida por Mariano de Paco, con espacio escénico e iluminación de David de Loaysa e interpretada por Maite Jiménez y Francesc Garcerán. De aquella tempestad de metralla y sangre deja constancia esta obra de Tomás Afán Muñoz, que ha venido a engrosar la brillante lista de los premios Ciudad de Palencia, y pone rostro al miedo, a la soledad, a las alucinaciones de unos seres torturados por la incertidumbre y el dolor. Once miradas, once visiones de sobrevivientes, alguna criminal y estupefacta, pese a todo: hay siquiatras tratando de ordenar mentes desordenadas, incluida la propia; madres que llaman al teléfono mudo de su hijo, un islamista que justifica el atentado y su madre que se lo reprocha, etarras al pairo, una paralítica, un progre; miradas inocentes y miradas culpables; miradas atormentadas por la masacre y miradas que ponen el foco en los resultados electorales de cuatro días después. Para ninguna de ellas el mundo volverá a ser como era; en parte. Y, en parte, todo seguirá igual. Porque frente a la catástrofe también renace la esperanza; porque, como escribió alguien, ante el pesimismo de la inteligencia se alza el optimismo de la voluntad. Dice un personaje: "Gobierne quien gobierne, yo estoy seguro de que seguiremos levantándonos a las seis de la mañana para coger en Alcalá este mismo tren que nos va a llevar hasta la misma estación de Atocha, siempre igual; y eso no lo va a cambiar el presidente de los Estados Unidos, ni Bin Laden, ni nadie". La desmemoria, con todo, nunca será posible.

Un recuerdo compartido

La obra de Afán Muñoz no es la primera mirada sobre el trágico 11 de marzo de 2004. Con motivo del primer aniversario de los atentados, once autores, 30 actores y el director Adolfo Simón recordaron en siete salas de Madrid la barbarie de ese día. El montaje estaba formado por piezas cortas que se representaban por separado en cada una de las salas, aunque al finalizar la jornada todas juntas subieron al escenario del Teatro Español unidas por el recuerdo de lo que pasó y por unas vigas de madera mientras sonaba un solo de chelo que Antón García Abril compuso para la ocasión.